Luego de días de preparación por fin iniciaron la travesía . Desde el aeropuerto de Buenos Aires partieron hasta el aeropuerto de Boa Vista, en Brasil luego siguieron por vía terrestre hasta Santa Elena, ubicada en Venezuela, cerca de la frontera.
Iban deleitados con tanto verde, fascinados con el paisaje y la historia detrás de éste. Estaban pisando la tierra más antigua del mundo. Protagonista de la leyenda del Dorado. Con presencia de tepuyes (montañas planas que terminaban en paredes verticales) que poseen la mayor data que cualquier forma de vida. Millones de años han transcurrido desde que emergiera desde las profundidades la gran piedra denominada Gondwana. Esa piedra se dividió en cinco porciones quedándose tres en África y dos en el continente sudamericano. El Escudo de Brasil y el Escudo de Guayana.
Recorrían la Gran Sabana, denominada así por la inmensidad de sabanas donde se pierde la mirada.
En silencio admiraban el paisaje, el chofer hacia comentarios cada cierto tiempo, alusivos a la región. Aún distanciados no se atrevían a mirarse mucho. Los dos con lentes oscuros que protegían sus ojos del sol pero también servían para ocultar sus sentimientos. Iban solos con el chófer, de cerca les seguían dos vehículos más. Se paraban a tomarse fotografías, tomar refrescos y seguir. En el camino no había señal telefónica por lo que esperaban llegar para poder comunicarse. Estaban aislados de la civilización. La naturaleza los arropaba en todo su esplendor.
Llegaron a su destino, El Campamento Ecológico Yakoo.
Escogieron ese lugar para hospedarse por las comodidades que brindaban. WiFi, agua caliente, duchas, electricidad y servicio de restaurante. Manteniendo el ambiente rústico y salvaje del entorno que los rodeaba.
Dejaron sus pertenencias, se asearon rápidamente y comenzaron a usar los móviles aprovechando el internet. La costumbre de estar en contacto permanente ya se había vuelto un hábito.
En el campamento fueron recibidos con mucha receptividad. Les presentaron a .Miguel un indígena de la comunidad indígena Pemon que sería su guía durante la estadía en la Gran Sabana. Aún faltaba el equipo de Brasil que llegaría dos días después. Hasta ese momento no harían ninguna toma sólo recorrerían la zona para seleccionar el scouting fotografía (escenarios).
El Campamento Yakoo consistía en cabañas de dos habitaciones con un porche, en el centro estaba el restaurante en forma de una gran churuata (choza de techo de palma y bambú). En el borde una quebrada con árboles a los lados completaba el hermoso escenario.
Ella y Leonardo estaban ubicados en una cabaña, cada uno con un cuarto con baño. Después de unos minutos se acercaron a la churuata donde los esperaba una copiosa y deliciosa cena preparada por el chef del lugar, la misma consistía en animales de caza cocinados en un exquisito vino tinto. Comieron en silencio pero se dejaron envolver por la magia del sitio y la frescura del ambiente. Pronto estaban sonrientes disfrutando del entorno y conversando con los lugareños presentes, empleados del campamento. Se trazaron el plan del recorrido junto al guía asignado. Antes del anochecer se retiraron a descansar arrullados con el sonido de los animales de la noche y el vaivén del agua de la quebrada, se durmieron plácidamente.
En la mañana el sonido de los pájaros sirvió de despertador natural. Un gran desayuno los esperaba en el comedor así como cestas de provisiones para la jornada del día. Hoy tenían previsto llegar hasta los saltos el Sapo y el Sapito localizados en la Isla Anatoly.
Partieron en el vehículo 4x4 que tenían alquilado, ellos dos con el chófer y el guía. Los demás se quedarían en el campamento.
Según lo pautado recorrieron varios kilómetros del Parque Canaima. En la vía se cruzaron con bandadas de guacamayas de colores vistosos que surcaban los cielos. También tuvieron la dicha de observar tucanes, araguatos y hasta jaguares que se podían ver tomando agua de los caños que abundaban por doquier. Toda una aventura selvática. Como niños tomaban fotografías y apuntaban cada vez que veían un nuevo animal.
Estacionaron el vehículo y caminaron un poco hasta la Laguna Canaima, ante ellos se vislumbraba un panorama se saltos y tepuyes. El guía les mencionó los saltos Hacha, Wadamia. Golondrina y Ucaima y en el fondo se alzaban los tepuyes Nonoy tepuy (el zamuro), Koraraima tepuy (venado) y Topochi tepuy (cerbatana). .
Surcaron la laguna en una curiara (canoa de tronco ahuecado). Estrecha y alargada. Alejandra temblaba cada vez que el movimiento del agua movía peligrosamente la embarcación por lo que se agarraba del brazo de Leonardo. Buscando protección. Notaron el color del agua y el guía les explicó se debía a la gran cantidad de minerales. Alejandra no podía dejar de pensar en la película donde una gigantesca culebra surgía del agua y devoraba a sus tripulantes, la famosa Anaconda.
Para llegar hasta el salto El Sapito tenía que pasar por debajo del Salto El Sapo. Resultó ser una experiencia muy refrescante puesto que fueron empapados por una lluvia de agua refrescante. Lo que les causó mucha gracia y otorgó un plus de diversión al paseo.
Al regresar sacaron las cestas de alimentos del vehículo y acamparon sobre mantas arriba de la fabulosa arena rosada que bordeaba la laguna.
Llegaron al campamento al atardecer y decidieron bañarse en la quebrada junto a sus otros compañeros del viaje que estaban muy relajados disfrutando del agua refrescante en ese paraíso natural. Alejandra decidió colocarse un traje de baño y encima un pantaloncito corto. Leonardo la ayudó a entrar al agua y no se le despegó ni un segundo siendo muy posesivo y territorial. A ella no le importó porque tampoco quería iniciar conversación con alguno de los miembros masculinos que los acompañaban.