La vida dura, caótica y difícil de un hombre de 48 años parecía interesarle demasiado a estudiantes de 15 años, o quizás tal vez sólo aparentaban para no tener que seguir con la clase de álgebra.
Según la historia, el profesor Sung chon había sufrido una enfermedad de joven, y para salvar su vida le había extraído el estómago completo, teniendo que tener una estricta dieta y cuidado al comer. Cada palabra contada de su boca parecía más rebuscada que la anterior 《las papitas picantes que se come a diario en el almuerzo muestran lo contrario》Se cuestión en sus adentros la joven de cabellos rosados sentada en el último asiento del salón de clases.
Casi todo el rato se había mantenido con la mirada en la ventana, viendo como una mosca chocaba con el vidrio tratando de salir. La supuesta historia de dolor y sufrimiento del profesor le parecía muy irreal, y para nada iba a comportarse interesada y asombrada como el resto de sus compañeros.
A su corta edad Hayley ya sabía lo que era el dolor y el sufrimiento, y no porque fuera masoquista. Toda esa bola de adolescentes hormonales la hacían pasar por esos sentimientos todos los días, excluyendola, tratándolo como alguien insignificante, recibiendo insultos y alguna que otra agresión física, simplemente era el bichos raro que nadie quería cerca.
"La ramita" solían decirle. Su complexión delgada era la principal razón por la que el bullying la atormentaba. Las otras jóvenes de su colegio tenían cuerpos con curvas, pecho grandes, y caderas anchas que llamaban la atención de los muchachos hormonalmene descontrolados, y ella era todo lo contrario, con un cuerpo delgado y débil.
Y es que la apariencia física era lo más importante para todos al parecer, incluso los profesores tenían preferencias y alumnos favoritos por este hecho. Hayley estaba más que acostumbrada a no ser especial, ni de las favoritas, ni importante. Ella era más que consciente que no tenía nada de especial, y que su físico no era algo que admiraran. Cuando se miraba en el espejo solía ver a una muchacha bonita, le gustaba su cara, su rasgos faciales eran finos y bonitos, pero su cuerpo lo detestaba, odiaba ser tan delgada, odiaba tener esas piernas largas como dos palos de escoba, odiaba usar ropa ajustada por verse aún más delgada, simplemente eso hacia que se odiara.
Aún así no había justificación al abuso y burlas que sus compañeros le hacían, y que además los profesores ignoraban para no tener que involucrarse, después de todos sus alumnos estrellas eran todos ellos y no ella.
Cuando al fin el profesor Sung Chon cerró su boca la clase ya había terminado. Hayley permaneció sentada en su lugar a pesar de ser horario de almuerzo, no tenía intención de salir al comedor, después de todo ni siquiera tenía con quien sentarse, y estar en una mesa causando lástima y burlas no era lo suyo.
Todo era perfecto así. Le gustaba la soledad, ya estaba acostumbrada a ella y la disfrutaba. Mientras comía un emparedado hecho esa mañana por ella misma, leía uno de esos mangas japonés que tanto le gustaba, perdiéndose en la historia, sintiéndose la protagonista de cabellos rojos, al lado de cuatro dragones, un adolescente talentoso y un guardaespaldas extremadamente atractivo. Había leído muchos libros, muchas otras historias orientales, pero sin duda alguna esa era su favorita, no por nada la había leído varias veces antes, y sin duda alguna no se cansaba de releerlo.
Su atención estaba tan conservada en ese beso que los protagonistas estaban a punto de darse que no se percató que alguien había entrado al salón, hasta que sintió un fuerte tirón en su coleta, lo cual le causó que su cabeza se hiciera para tras ante tal fuerza brusca.
Casi al instante la pelirosa se endereso y levantando la mirada observó a su compañero de clase Jeon Jungkook; altos, guapo, popular, y casanova, pero para ella era su simple Bully. El chico que la atormentaba todos lo días haciéndole bullying hasta el cansancio.
Con una sonrisa de burla él la miraba después de realizar tal agresiva acción. Como si esta fuera la cosas más graciosa del mundo, como si fuera un acto que mereciera ser aplaudido.
—la ramita no quiere salir al almuerzo hoy... Al parecer no está conforme y quiere ser una completa rama de árbol... —mencionó el egolatría muchacho de cabellos negros, sintiéndose todo un rey como todos los días.
Hayley solamente le dedicó una mirada neutral, mostrando el más mínimo interés en la acción que acababa de cometer. Jungkook siguió teniendo un rostro burlor al mirarla, pero al notar su indiferencia, se giró a celebrar con sus amigos quienes le siguieron el juego y se burlaron de la pelirosa a sus espaldas.
Posteriormente, el muchacho salió del aula con ellos por la puerta de atrás, y al sentir la paz y la tranquilidad en el aire la joven sacó un profundo suspiro de alivio.
No es que no la lastimen las palabras de sus compañero, pero se había volvido tan común e impredecible que prácticamente aprendió a vivir con ello.
Era lo mismo todos los días. Lo primero que hacía al llegar era tratar de molestarla de alguna manera. Incluso al resto de compañeros ya no parecía importarles por lo común que se volvió.
Hayley por más que lo analizaba no entendía la razón por la cual lo hacía, y la mayoría de los testigos tampoco lo sabían, pero como el era llamado "el rey" de la escuela, tienia derecho hacer lo que le plazca.
Y es que Jeon Jungkook no solo tenía una vida escolar perfecta. También su vida fuera de ahí lo era. Su padre era dueño de al rededor de 10 hoteles en las playas coreanas, incluyendo en la isla Jejú. Gracias a esto su fortuna era bastante grande, y por como se miraban las cosas él heredaria el gran imperio de su padre. Prácticamente ya tenía todo en su vida, con un futuro demaciado prometedor y éxito.
Entonces teniendo todo esto ¿cual era la razón por la cual molestaba a la muchacha? 《Quizás solo quiere tener atención porque se siente vacío》 Se decía Hayley a si misma, tratando de consolarse y hacerse creer que ella no tenía nada mal por ser un poco diferente al resto de jóvenes.
Fuera cual fuera la razón la secundaria estaba por terminar y una nueva vida preparatoriana le esperaba, la cual deseaba que fuese mucho mejor.
Cuando el receso terminó, la siguiente clase comenzó enseguida. Una vez más la muchacha concentró su mirada en ventana, ignorando todo lo que se encontraba a su alrededor, escuchando la voz de su profesor y el resto de sus compañeros a lo lejos. De nuevo, sin ningún tipo de dificultad se perdió en un mundo donde se imagino volando con esas hermosa codornices que dominaban los cielos.
Todo era paz una vez más, tanto que en un abrir y cerrar de ojos la clase ya había terminado.
Todos sus compañeros se levantaron de sus lugares para hablar con su amigos o salir del aula un rato antes de que llegara el siguiente profesor, pero Hayley se quedó en su misma posición sin intención de moverse.
—tienes algo en el cabello ramita —habló una vez más Jungkook dirigiéndose a ella desde lejos, lo que provocó que todos posaran sus miradas en ella— será mejor que te lo quites antes de que empeore
La joven al ver los ojos de sus compañeros sobre ella, tocó el pelo de su larga coleta sutil mente, sintiendo al instante una masa chiclosa entre sus cabellos.
—¿Jeon qué?... —musitó la muchacha asustada, viendo la cara de burla de Jungkook y el resto de adolescentes al notar una goma de máscara pegada en su coleta.
—tu cabello rosa hizo que me confundirá... pensé que era parte de mi goma de mascar y por eso la puse ahí —soltó con descaro el azabache. Sintiéndose el hombre más poderoso del mundo.
La joven sintió las risas y carcajadas de todos los presentes sobre ella, sintiéndose completamente humillada, lastimada y pequeña. Jungkook nunca le había hecho algo tan descabellado como eso, esta vez realmente se había pasado.
A paso rápido la joven se levantó de su lugar, tomó sus cosas y salió del salón ocultando sus ojos aguosos. No le importaba si el maestro llegaba, es más, no pensaba volver a la clases por el resto del día.
En el baño de chicas, pudo ver con más claridad el daño que Jungkook le había hecho a su cabello teñido de rosa, y es que a ella le gustaba traer el cabello de diferentes estilos, algo de lo cual el pelinegro había sacado provecho.
Con fuertes tirones la joven intento sacar esa goma color rosa masticada en la boca de su bulleador, pero le fue prácticamente imposible sacarla, esta ya parecía estar completamente adherida a su cabello como su fuera parte de éste.
《No sabes cuanto de detesto》 señalaba la muchacha para si misma una y otra vez, pensando en la cara de Jungkook al decirlo. Y no es que le deseara la muerte o algún trajico accidente donde quedara realmente lastimado, pero si pudiera ser golpeado por algún bravucón de otra escuela y dejarle un ojo morado, seria demaciado satisfactorio para ella.
Luego de una larga lucha entre su cabello y la goma demascar se rindió mentalmente agotada. De su mochila sacó un par de tijeras para papel, y sin pensarlo corto el mechón de cabello con la goma incrustada dejando un muy notorio y para nada estético desnivel.
Su cabello largo le llegaba un poco más arriba de la cintura tras haberlo dejado crecer por casi dos años, y ahora haber tenido que hacer ese corte tan brusco le dolía demasiado.
Hayley era fuerte, aguantaba las burlas y los abusos de Jungkook a diario, pero esta vez realmente la había lastimado y no pudo contener sus lágrimas.
En un cubículo del baño se encerró, soltando ligeros sollozo mientras llobara, estaba realmente lastimada, preguntándose una y otra vez que había de malo con ella, ¿por que la trataban así? Que había hecho mal para que la vida fuera tan difícil para ella, realmente no lograba entenderlo.
Cuando al fin pudo calmarse, tomó su mochila del piso del baño y salió de ahí para irse a su casa y saltarse el resto de las clases. No tenía ánimos para quedarse y escuchar más burlas por el corte que había hecho en sus cabellos, no iba a permitir que Jungkook se sintiera más poderoso al verla destrozada.
《Ojalá pudieras sentirte tan miserable como yo me siento Jungkook》 deseaba la muchacha por dentro...