Mi canción del metro

Capítulo 1

GISSELLE

En estos momentos mi cabello era un asco, mis uñas eran un asco y principalmente mi vida era un asco. Estoy en segundo año de una carrera universitaria en la que pongo todo mi esfuerzo por terminar porque sé que será lo único que me dará mi propio dinero en un futuro. No tenía novio, en realidad, nisiquiera recordaba cuando había sido mi última relación amorosa.

Mi hermano, un año menor, para mi disgusto seguramente era el típico rompebragas para las chicas de su colegio, en mi opinión solo era un imbécil más al que tenía que mantener, pero tenía claro que debía estar firme por los dos.

Terminé de lavar los platos sucios que quedaban a mi alrededor sabiendo que todos se habían ido y me encontraba sola. Estaba tan cansada que podía dormirme aquí mismo. Cuando por fin salí de la cafetería mientras caminaba casi a rastras ya no me quedaba ninguna duda de que mi trabajo era agotador pero sabía que no podía permitirme protestar, no si quería que yo y Dexter, mi hermano, tuviéramos un techo sobre nuestras cabezas. No sé si era mi imaginación pero sentía que mis pies pensaban el doble de la mochila que llevaba en la espalda, y como no, si había pasado la noche entera de pie de un lado para el otro como un bumerang, tenía claro que odiaba a mi jefe.
Las calles no estaban tan desiertas como pensaba y eso me alegraba, no quería tener que lidiar con algún idiota hoy. Guardo las manos en los bolsillos de mis vaqueros intentando calentarlas, hacía un poco de frío y se me empezaban a congelar los dedos. Sonreí para mí cuando me ví llegar a la calidez del metro, saqué las manos de los vaqueros mientras bajaba los escalones pensando en la maravillosa rutina diaria de mi día a día: me levantaba temprano para ir a la universidad, talvez y una hora antes de lo previsto para repasar lo que daríamos en el día y estar preparada, terminaba la uni en la tarde, iba al trabajo, que me quedaba a veinte minutos, terminar de trabajar en la noche y tomar el metro hasta justamente cerca de casa. Mi vida era tan emocionante, nótese el sarcasmo en mis pensamientos.

En el metro me había dado cuenta que había más personas de las que pensé que habría, busqué entre la multitud a ver si tenía la suerte de encontrar un banco vacío para poder sentarme a descansar los pies mientras llegaba mi tren. Lo encontré, al fondo, caminé rápidamente hacia él tratando de no chocar con nadie. Cuando llegué suspiré de alivio, pero ese alivio se fue por donde mismo vino porque fuí tan tonta como para que no se me ocurriera que si el metro estaba tan lleno resultaría muy sospechoso que este banco no estubiera habitado por algún marginado o tal vez un viejo que no pueda mantenerse en pie. El problema era que el banco tenía por todas partes una sustancia viscosa y rosa que yo identificaba como helado de fresa o talvez malteada. Rodé los ojos exasperada, talvez alguna niña insensata lo había hecho. Abrí mi mochila y saqué un rollo de papel sanitario que siempre traía conmigo, mi madre siempre me había enseñado a ser alguien precavida para todo, aún recuerdo cuando decía:  “Las personas han de estar precavidos para cualquier cosa, en cualquier momento y lugar” y tenía razón, aunque también pensaba que hay cosas para las que una persona nunca iba a poder estar preparada. Ese día en que yo y mi hermano la perdimos definitivamente ese día no estaba preparada para eso, fue un golpe para nosotros, algo que nunca podré olvidar, otro golpe parecido aunque no tan fuerte ni tan importante para  mí como ese, fue el día en que papá se fue de la casa a no sé dónde, ahora me consta que él no estaba preparado para la idea de que mi madre tuviera otro hijo, así que simplemente nos dejó.

Cuando terminé de limpiar el desastre, boté todo el papel higiénico usado en un bote de basura y me senté en la parte visiblemente más limpia del banco, luego saqué un libro pequeño que guardo en mi mochila para leerlo en casos extremos de aburrimiento y continúe la lectura donde la había dejado antes. Mientras el libro de “Cartas de amor a los muertos” me iba Interesando más, ahí lo escuché, de momento alguien cantaba. Lo ignoré por un momento pero cuando noté la canción que cantaba me sorprendí, guardé el libro en la mochila sin detenerme a marcar dónde me había quedado ni nada. Escuché por un rato a ese chico cantar Photograph, era mi canción favorita de Ed Sheeran, suponía que era un chico por su voz ronca y varonil además de que era acompañado por los acordes de una guitarra. Pero lo que me maravillaba era la manera tan bonita que la cantaba, me hacía querer cantarla junto a él porque esa era una de esas canciones en las que cada palabra se te quedaba en la mente y se te grababa en la piel, tenía un significado bastante especial para mí.

Mientras aquel chico seguía cantando la canción de la manera más hermosa que había escuchado después de Ed Sheeran claro, me entró la curiosidad, sí, era una chica bastante curiosa. Me levanté del banco con mi mochila a cuestas y caminé al lugar de donde provenía la voz decidida a averiguar quién era él, había muchas personas en esa parte del metro por lo que se me dificultaba un poco caminar, en una le tumbé accidentalmente a una chica unos cuadernos que llevaba en las manos, los recogí y se los devolví y a pesar de que me miraba con desagrado y superioridad me disculpé lo más educada que pude y seguí mi camino, tenía cosas más importantes que hacer que ver como una tonta pensaba que era mejor que yo solo por el hecho de que iba mejor vestida. Rodé los ojos, pero cuando pensé y iba a llegar donde estaba el chico que cantaba llegó mi tren y pues no me quedó más remedio que volver rápido y montar el tren. 
Me senté rápidamente en un lugar vacío, pero no sabía porqué no me sentía satisfecha, tal vez y porque no  había cumplido mi cometido de averiguar la identidad de aquel músico o tal vez sea por el hecho de que la mirada de desprecio de la chica de antes sea la que me halla hecho perder el tiempo que tenía para eso, en todo caso me sentía insatisfecha. Saqué el móvil del bolsillo pequeño de la mochila junto a mis auriculares, me recosté del espaldar de mi asiento intentando ignorar las conversaciones de las personas junto a mí y puse justamente aquella canción del metro. El tren seguía avanzando y mi mente se ponía a recordar la voz de ese chico que de alguna manera se me hacía conocida mientras Photograph iba inundando mis sentidos y relajándome. Puse mi cabeza junto a la ventanilla y veía las casas pasar. Nunca pude detenerme a pensar en que tal vez y ese chico me había intrigado más de lo que quería admitir.




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