Entendí los poemas de Pizarnik
que dejó usted muy a la vista sobre aquel estante.
Le confieso que toco mis partes más íntimas.
Y ya quisiera usted que fuera esa que piensa,
pero no, hablo de mis libros,
adjunto al almario.
No sé con qué derecho abrió la tregua de Benedetti
y enmarcó las páginas,
en especial donde muere y vive o vive muerto.
¡Vaya uno a saberlo!
No sé cuáles eran sus intenciones
cuando me habló de Sabines,
justo después de comentarle sobre los nadie y amorosos.
Pero concuerdo con usted:
“La culpa es de uno cuando no enamora
y no de los pretextos ni del tiempo.”
Al menos en algo somos prójimos,
porque entre su pasado y el mío
hay muchas, pero muchas mantas.
Espero no le diga a nadie
que los ángeles también cogen.
Disfrute la lectura que me robó antes de irse.
Y sí, me parezco a Bukowski,
tiene razón,
solo me hace falta la máquina de follar,
pero una boda de perlas suena mejor.