Mi chico de las estrellas

27⋆.˚ Arcoíris

꒰ Almond ꒱

El encanto de los siguientes días me hizo respirar hondo y con seguridad, porque sabía que Irina ahora parecía mucho más relajada. Y, aunque seguía haciendo las mismas preguntas sobre mi estado físico después de aquel incidente, comenzó a borrar de su mente cada pequeño pensamiento de terror al verme recuperar mis fuerzas. Ya no existía en sus ojos esa chispa de pánico cuando me observaba atentamente sobre su cómoda cama mientras yo iba superando las punzadas dolorosas de la herida fresca.

Y debo confesar que me gustaba demasiado está nueva faceta de ella.

Hacía comentarios coquetos, frescos y cálidos. Tarareaba al cocinar. Solía suspirar cuando tímidamente me abrazaba, para terminar con su cabeza recostada en mi pecho y sus dedos apretando con suavidad mi brazo. Reía complicemente mientras caminábamos por la calle y cuando menos lo pensaba, entre suaves movimientos torpes, tomaba mi mano entre la suya.

Y así nos manteníamos hasta llegar a casa.

Ella no lo sabía, pero amaba tanto tenerla cerca. ¿O se lo había dicho está mañana cuando beso mi frente mientras ajustaba el cinturón de seguridad en mi asiento?

Sentado con pereza sobre mi silla, suspiro embelesado. Estaba concentrado en otra cosa. Y así me doy cuenta que no recuerdo bien cada palabra de lo que Max dijo desde que se sentó frente a mí, con su colorido mandil, el cabello desordenado y la mirada brillante. Pero se veía tan feliz que fui incapaz de interrumpirlo a pesar de que solo quería ir tras Irina.

Verla desde aquí comenzaba a ser una tortura.

—¿Un beso en la mejilla sería una indirecta demasiado atrevida o algo casual?

Mantiene el mentón descansando sobre su mano derecha, una digna imagen de alguien pensativo y confundido. Aunque no estuviera preguntando si la vida acabaría pronto o éramos seres sin sentido alguno en este enorme planeta.

—¿De verdad me estás preguntando eso?

Escucho a Max resoplar, indignado.

—Eres el único cuerdo aquí que puede darme está clase de consejos

—¿Yo? Pero Irina es mucho más cuerda que yo... —susurro, avergonzado—. Además, no sé qué responderte. Recuerda que yo le propuse matrimonio a Irina apenas la conocí

—Eso fue épico, Almond

—¿Épico? Yo diría que arriesgado, pero seré completamente sincero. Valió la pena

Max sonríe.

Y recuerdo los sentimientos que me invadieron aquel día. Lo nervioso y ansioso que estaba mientras corría hacía ella por las calles, sin importarme el tráfico o el tumulto de gente en la acera. Ese pequeño destello me hizo darme cuenta de que necesitaba volver a proponerle matrimonio, está vez de la forma correcta, romántica y con un bonito anillo de por medio.

Tenía demasiado que planear.

—Entonces todavía tienes la oportunidad de proponerle matrimonio. Pero debes invitarme

—Digamos que será una propuesta privada

Él me observa con los labios entreabiertos.

—¡Eso es injusto! Soy el jefe de tu futura esposa. Además, yo quiero ver la expresión de Irina cuando te vea arrodillado, sosteniendo una cajita roja entre tus manos y recites con valentía esas tres simples palabras que llegan hasta lo más hondo del corazón: ¿Quieres casarte conmigo?

—Eso fue demasiado dramático, ¿tienes pensado ser actor?

—Pues creer que Irina insinuó lo mismo —comenta, orgulloso de sí mismo—. Pero me gusta más ser dueño de una pastelería

—Y ser el jefe —añado

—Exacto. El paquete completo, amigo. Ahora vayamos al punto. Si prometo hacer la torta de su boda completamente gratis ¿puedo asistir a la propuesta?

—Bien... Pero depende de la circunstancia en la que se de la propuesta

—Espera ¿todavía no tienes pensado cómo proponerle matrimonio? —niego y él chilla, llamando la atención de un par de clientes—. ¡Qué lento eres, alienígena! Deberías ya tener pensado qué clase de cita romántica harás para ella. Un concierto, un evento de fuegos artificiales, una cena, mariachis, un picnic, traer a su actor favorito, ¡hay tantas ideas que te quedarás sin espacio!

—¿Irina tiene un actor favorito?

Ese dato no lo sabía.

—No, pero se puede probar. ¿Qué perdemos los mortales si no nos arriesgamos?

Reí al verlo elevar los brazos con total exageración. Él era realmente inusual.

En mi mente, la conversación con Irina sobre Max se había quedado impregnada como una herida sin sanar. Y es que no imaginaba la magnitud de sus cicatrices, y como una persona completamente risueña parecía ocultar recuerdos malos detrás de esa sonrisa.

Yo simplemente...

—Te ayudaré, pero quiero algo a cambio —me encogí en mi lugar

—¿Algo a cambio? —inquiero—. ¿Qué clase de "algo" quieres?

—Pues tengo que pensarlo, es una pregunta difícil —se recuesta en su silla y cruza los brazos, con sus ojos aún sobre mí—. Podría ser un auto, un celular nuevo o probablemente un departamento

—¿Eso no sería chantaje?

—Tal vez, la vida está llena de pruebas

—Pues déjame decirte que tus pruebas son difíciles de conseguir

—¿No eres multimillonario?

—Mis padres lo son, yo no —Max abre los ojos, para luego cerrarlos formando una irónica sonrisa

—Entonces deberían adoptar a este sensual chico gay, estoy disponible para tener nuevos padres

—¿De verdad quieres ser adoptado por mis padres?

Él alza los hombros en silencio, pero noté algo en sus ojos.

Seguramente era una mala idea preguntar, sabía claramente que Max se estaba tomando un tiempo para responder porque él no acostumbraba a estar en silencio tanto tiempo. Irina me había descrito esas pausas como algo emocionalmente profundo, una situación que parecía caracterizarlo con frecuencia o cuando de la nada se hundía en sus propios pensamientos.

Era como Irina, pensativo, herido, alguien que necesitaba cerrar esas viejas heridas con paciencia y amor. Ahora comprendía la razón por la cual ambos se llevaban tan bien a pesar de sus irónicas conversaciones.




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