Irina
Parpadeó con la respiración pesada y el cuerpo entumecido. ¿Era correcto lo que había escuchado?
Por supuesto que sí.
Sus redondos ojos se mantienen fijos en mí, atentos y ansiosos. Y por más que yo quiera hacerlo las palabras se detienen en mi garganta como el más crudo golpe. Lamó mis labios, luciendo inquieta, pero sin dejar de mirarlo. No podía hacerlo, simplemente no. Tal vez no era el momento. Entonces me pregunté la razón por la cuál estaba tardando en responder, esa razón que me hacía estar tan asustada.
Y yo misma sabía la respuesta.
Esa pequeña palabra se quedó impresa en mi cabeza, interrumpiendo cada uno de mis pensamientos. Retumbando en el espacioso lugar donde segundos antes la lista de compras había permanecido quieta. La palabra crujía una y otra vez, y una voz ronca la pronunciaba, asustándome aún más. Mi cuerpo reaccionaba y sentía un extraño nudo formándose en mi estómago.
Sé lo que significa amar, era simple saber lo que esas 4 palabras intentaban decir, es solo que... No tenía un agradable historial a favor del amor. Y tenía miedo de aceptarlo.
Amar, amar, amar. ¡Diablos! ¡Despierta, Irina! Ya es momento.
Suspiro, intentando tranquilizar mi inquietante respiración. Él nota mi reacción y pronto sostiene mis manos entre las suyas con sonora preocupación.
—Irina
—Yo...
—Lo sé, lo siento —interrumpe, con un aire derrotado—. Es muy rápido ¿verdad?
—No, no. Es perfecto. Es solo que me puse nerviosa y ya sabes, me perdí en mi propio universo
—Oh, vaya. No lo sabía —susurra con una tímida sonrisa asomando en sus labios
Aparta la mirada y sigue acariciando mis nudillos, con suavidad y paciencia. Pero sabía que ese corto silencio no podía detenerme.
Ya no debía hacerlo.
—Te amo, Almond
Su reacción es rápida. Sus ojos deslumbran, sonríe y aprieta tiernamente mis manos. No lo puedo negar, ambos nos sentimos como dos adolescentes descubriendo el primer amor.
Enrojecidos, llenos de emoción, en nuestro pequeño tiempo.
—Tú... ¿Lo imaginé?, ¿acaso estoy soñando?
—No, no estás soñando
—¡Es que se siente como un sueño! —vocifera con rapidez—. Es el mejor día de mi vida, lo guardaré en mi corazón por siempre y lo celebraré todos los años. Celebraré que un 24 de mayo me dijiste Te amo
—Eso es muy dulce
Él titubea, jugueteando con mis dedos.
—¿Crees que puedas repetirlo? —pregunta, con un cohibido tono de voz
Sonrió, con un leve asentimiento.
—Te amo
—Irina...
—Te amo, Almond. Te amo, te amo, te amo
Él comienza a llorar sin borrar esa enorme sonrisa de sus labios.
Su cuerpo se entrega al mío en un esperado abrazo, esconde su rostro en mi cuello, siento sus mejillas húmedas contra mi piel, el calor de sus manos apretando mi espalda y los latidos de su corazón contestando cada una de mis inseguridades. Cierro los ojos dejando que todo a mi alrededor desaparezca por fin, aunque sea por un instante.
Siento el pecho rebozar de emociones que me hacen temblar entre sus brazos, pero la sensación es especial, es única, es liberadora.
Y sé que es lo que tanto necesitaba.
Porque debía reconocer que era amada, por un alienígena de ojos brillantes y voz tierna. Por un hermano que me protegió en cada tormenta, por una mujer cálida y atenta. Max incluso tenía su manera de amarme, tal vez con regaños, sonrisas coquetas y comentarios sarcásticos, pero estaba ahí. Y no había forma de huir.
Quería quedarme aquí, en sus brazos, con su mirada cada mañana y su compañía por las tardes. Escuchando su respiración al dormir, descubriendo más sobre nosotros dos.
Decido que es lo mejor.
Probablemente sería gracioso ver la reacción de la antigua Irina, aquella que no esperaba nada emocionante en los próximos 20 años de su vida. Esa que no quería encontrarse con su pasado ni hablar de su futuro. La misma que refunfuñaba con cada historia de amor.
Quién lo diría, ahora estaba viviendo mi propia historia.
—Gracias —susurra—. Gracias por amarme
—Nunca pensé que alguien me terminaría agradeciendo por algo así
—Soy la primera persona en hacerlo ¿eh?
—La primera y la última, ¿te parece bien?
—Me gusta la idea
Puedo sentir su sonrisa brillante y cautivadora sobre mi hombro.
Me aprieta suavemente contra su pecho, acariciando mi cabello, provocando que en cada respiración se escapara de mis labios un profundo suspiro.
Entonces, con los pensamientos aún alborotados, me deleito con cada sensación mientras me olvido del deseo de ver a Katniss de nuevo. Porque inexplicablemente no quería soltarlo, deseaba seguir aquí, entre sus brazos, con las mejillas calientes y el corazón alborotado.
Y nada me lo impedía, excepto que deseaba besarlo.
Suspiró.
—Almond —me alejó brevemente de él, escuchándolo quejarse ante la sorpresiva acción
Sus labios forman un puchero. Mis manos tiemblan sosteniendo las suyas, las mariposas revolotean en mi vientre y le sonrió con ternura. Permanezco pasmada observando su rostro, sonrojado, tibio, tan cerca del mío que no puedo evitar acariciar sus suaves mejillas y perderme en sus ojos.
Me hallaba despistada, atrapada en el cosquilleo que recorría mi cuerpo y cada una de las sensaciones que lo acompañaban. Inesperadamente, sin contar los segundos, me dejé llevar y pronto mis labios atraparon los suyos.
Al instante una chispa se encendió dentro de mí, pero no quería apartarme. Sus manos, con una dulzura familiar, se deslizan por mi cintura, acercándome aún más. Su pecho me recibió. La suavidad de sus labios me hizo sentir extasiada y llena de vida. El silencio se hizo escuchar, la película había sido olvidada, ya no importaban las palomitas de maíz recién hechas ni los chocolates sin probar.
Existiera otro momento para pensar en eso.