Comencé a conducir con rapidez, no vi ningún autobús por el camino, tomé la ruta que llevaba al aeropuerto y cuando vi un autobús que iba en la dirección al aeropuerto, adelanté mi auto y como un loco intercepté el autobús sin importarme que iba lleno de gente y detuve mi auto frente a él. Bajé de mi coche que estaba parado atravesado frente al autobús mientras toda la gente que iba miraba por la ventanilla y preguntaban asustados qué pasaba.
—¿Qué se cree que está haciendo? ¿Usted está loco? —reclamó el chofer y todos me miraban como si estuviera loco y la verdad no me importaba, era bastante impulsivo.
—Busco a una mujer con dos niños, gemelos—respondí pasando la mano por mi barbilla al subir al autobús. —Adaya sé que estás aquí—pronuncié y todos murmuraban intrigados.
—Llamaré a la policía —agregó el chofer—detuviste el auto y ahora acosas a una mujer.
—Es mi esposa y mis hijos—respondí—Adaya. Necesito que salgas y arreglar las cosas, no te haré daño —agregué caminando por el autobús lleno de gente, pero no respondió.
—Última vez le digo o baja de mi autobús o llamaré a la policía—respondió el chófer.
—Adaya necesito saber si esos niños son mis hijos verdaderamente—terminé diciendo y cuando el chofer del autobús tomó su teléfono para llamar a la policía di unos pasos para marcharme.
—Papá—escuché una vocecita de lo último del autobús y fui inmediatamente hacia allá mientras ella tomó una mano de cada uno de los gemelos.
—Necesitamos hablar—pronuncié.
—No queríamos que nos fuéramos y no vernos nunca más, ya no quiero hablar contigo —dijo furiosa y la miré a los ojos y por alguna extraña razón sentí que eso ya lo había vivido, que ese rostro enojado lo había visto antes.
—Hablemos en mi auto—dije.
—No...
—Mamá—dijo uno de los niños.
—Por favor mamá —dijo el otro —escucha lo que tiene que decir, después de todo vinimos aquí a verlo—agregó y ella suspiró.
—Cinco minutos, tienes cinco minutos—dijo poniéndose de pie y saliendo conmigo, entramos en el auto y el chofer del autobús empezó a pitar hasta que le di vía libre y conduje hasta un parque donde me detuve.
—¿Dónde nos conocimos? —pregunté.
—En Yongsville—respondió mirándome fijamente—¿Es en serio? ¿No me recuerdas?
—Te juro que no. Eso es lo que no entiendo—exclamé pasando ambas manos por mi rostro—nunca he ido a ese lugar.
—¿En qué lugar nos conocimos? ¿Una discoteca?
—No, no hay discotecas allí. Estaba en un parque leyendo mientras paseabas a tu perro y él me robó la cartera, ambos lo perseguimos juntos y cuando conseguimos a alcanzarlo me invitaste a un café, intercambiamos número y resulta que vivíamos a dos cuadras de distancia. Luego me confesaste que lo habías mandado a robarme porque te parecí bonita...
—Soy alérgico a los perros, es imposible que tuviera uno y nunca he estado en ese lugar —dije y ella suspiró.
—¿Crees que estoy mintiendo? ¿Es eso? Si crees que miento por qué demonios me detuviste, ya iba a irme a casa.
—Porque, aunque no te recuerdo, hay algo que me dice que no estás mintiendo, que puede ser que te conozca de antes.
—Ale... Alejandro—dijo tragando en seco y poniendo su mano sobre mi brazo cosa que me dejó bastante asombrado—si estuviera aquí por dinero hubiera aceptado ese cheque, crees que habría venido de tan lejos a mentir, a arruinar tu boda, tu reputación, puedes hacerle una prueba de ADN a los niños para que salgas de duda, escoger la clínica que sea.
—Lo haré —respondí mirando a los chicos —tienes alguna otra prueba, además de esa acta de matrimonio y los niños.
—Te gusta el color azul, el café amargo, cuando tienes alguna cita estás listo media hora antes de salir porque odias la impuntualidad, eres alérgico a los perros pero los adoras. Cuando te incomodas te alejas de todos porque eres muy impulsivo, nunca alzas la voz y odias estar encerrado en lugares sin ventanas...
—Me dejas más confundido aún. Cómo se llaman los niños.
—Yo me llamo Ángel—dijo uno
—Yo Ander
—¿Entonces si eres nuestro padre? —preguntó el primero
—Parece que sí. Los llevaré a su apartamento y mañana iremos a realizar esa prueba de ADN. Lamento mucho todo lo que sucedió, pero esto es muy raro para mí.
—Hoy liquidé el dinero del alquiler. Déjanos aquí.—dijo ella bajando la mirada y mirándose las manos que le temblaban un poco.
—Ya pasa del mediodía y los niños deben tener hambre. Iremos a mi casa—dije y ella se quedó en silencio. —Podías haberme dicho todas esas cosas antes de ir a la prensa, ¿sabes?
—Intenté hablar contigo... —Pronunció.
—Amas el caos, al parecer—intervine y ella suspiró.
—¿En serio puedes borrar a una persona tan fácil de tu vida? —cuestionó—al punto de nunca haber recordado haberla conocido. Olvidar que te casaste, que fingiste estar enamorado, olvidar que viviste en un pueblo pobre al que prometiste regresar. ¿Es en serio Alejandro? ¿Olvidaste todo? Qué fácil te cambió el dinero.
—Creí que querías dinero—respondió—que eras una de esas mujeres de discotecas con la que pasabas una noche y después quería atribuirte hijos que no concebiste, pero luego de la entrevista de hoy tengo una suposición.
—¿Qué suposición?
—Que puede que los dos si estemos diciendo la verdad.