Justo cuando me aplicaron la anestesia, antes de la operación, el cirujano se inclino hacia mi y susurro.
— Lo siento, pero eres compatible y mi hija necesita un corazón.
Entendí de inmediato lo que quiso decir.
Ese era mi último día vivo.
Pero no lo culpo.
Porque yo hubiera hecho lo mismo.
Aunque no conte con que no iba a poder descansar en paz, en cambio quedé atado a la vida de aquella chica.
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Editado: 11.08.2020