Mi Destino Eres TÚ.

CAPÍTULO 23

CAPÍTULO 23

El día apenas comenzaba a iluminarse cuando alguien golpeó la puerta de la habitación. Aurora, aun recuperándose de la desagradable experiencia de la noche anterior, abrió la puerta con precaución. Rosa, la mujer que la había asistido, entró con una sonrisa serena y una maleta en la mano.

—He traído ropa limpia para usted, señorita. Y también esto —comentó, dejando sobre la mesa una computadora portátil nueva y un teléfono de última generación—. El señor Palacios indicó que todo debía ser apropiado para la reunión de hoy.

Aurora la observó con sorpresa. Era un gesto excesivo, pero le agradeció con un movimiento de cabeza. Se preparó en silencio, tomó una larga ducha y se puso un conjunto que era cómodo y a la vez elegante. Al mirarse en el espejo, sintió una nueva fuerza en ella. La mujer dolorida que había llegado desmayada la noche anterior había desaparecido. Esa mañana, Aurora Madrigal estaba lista para renacer.

En un salón amplio y sencillo, con grandes ventanas que mostraban el paisaje rural, encontró a Félix. Llevaba una camisa de lino arremangada, jeans y botas llenas de polvo. Estaba revisando algunos documentos con un gesto concentrado, pero al notar su entrada, dejó todo lo que hacía.

—Buenos días. Espero que haya tenido un mejor descanso.

—Mucho mejor, gracias a usted —contestó Aurora, tomando asiento frente a él—. Estoy lista para discutir el acuerdo.

Félix le entregó la carpeta. Aurora la abrió con manos seguras. A medida que la leía, sus ojos se abrían cada vez más. No solo era un contrato justo, era el mejor que podía imaginar: la inversión que Félix ofrecía pagaba todas sus deudas, incluía cláusulas de respeto a su autonomía y proponía una modernización total de las plantas de producción.

Cuando terminó de leer, alzó la vista, asombrada.

—Este acuerdo es… muy generoso. Mucho mejor que el que me presentó su sobrino.

—No tengo la intención de apropiarme de su empresa, Aurora. Solo deseo ayudarla a que no se extinga. Usted ha hecho un gran esfuerzo por mantenerla en pie… y eso merece una oportunidad, por experiencia se que es sentirse acorralado por las deudas.

Aurora tomó la pluma con determinación y firmó. Félix hizo lo mismo. En el instante en que lo hicieron, recibió una notificación: el dinero había sido transferido. No era una inversión cualquiera: era una cantidad capaz de salvar imperios.

—¿Quién es usted, Félix Palacios? —preguntó sin poder contenerse.

Él sonrió levemente, mirando hacia abajo.

—Solo un ranchero que supo cuándo invertir.

—No lo creo —replicó ella, levantando una ceja—. Usted es más que eso… Pero lo descubriré con el tiempo.

Unos minutos después, un vehículo la aguardaba para llevarla de regreso a la ciudad. Al salir, Aurora se tomó un momento para observar el rancho. Era hermoso. Amplio, lleno de vida. Vacas pastando, campos labrados, trabajadores caminando con sombreros y sonrisas genuinas. Había una tranquilidad que no conocía en la ciudad.

Félix, como un caballero de otra época, le abrió la puerta del auto.

—Espero volver a verle pronto, señorita Madrigal.

—Igualmente, señor Palacios. Me gustaría saber más sobre su rancho… y sobre usted —respondió sin pensarlo mucho.

Él le lanzó una mirada prolongada, cargada de una emoción que ni ella ni él podían identificar. Un cruce de caminos. Un vínculo invisible.

—Con mucho gusto la invitaré… cuando se presente la ocasión.

El auto se puso en marcha y Félix la observó hasta que se desvaneció en la distancia. No era la primera vez que la veía. No había podido sacarla de su mente desde aquel momento en la carretera, embarazada, frágil pero decidida. La había buscado en silencio, sin éxito… hasta este momento.

Quizás era obra del destino, quizás pura coincidencia. Pero esa mujer —esa empresaria tenaz, esa joven madre, esa fuente de vida— había vuelto a impactarlo. Y esta vez, no planeaba dejarla ir.

Aurora, dentro del auto, también reflexionaba sobre él. Mientras revisaba su nuevo teléfono, buscó el nombre de su reciente socio. No había muchas cosas, apenas un par de artículos en revistas financieras que hablaban de un millonario en exclusivo, un empresario que había levantado un imperio desde el anonimato. Nunca concedía entrevistas, no asistía a eventos públicos y, sin embargo, poseía un banco, una red agroindustrial y un fondo de inversión internacional.

—¿Quién eres, Félix Palacios? —susurró para sí misma, mientras el rancho quedaba atrás.

Y aunque aún no lo sabía, pronto esa pregunta empezaría a tener respuesta… en su corazón.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.