GIOVANNA
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Alejo a Abdel de mí y respiro entrecortadamente, trato de entender qué sucedió y porque él me besó en este momento. Siento como mi interior comienza a doler levemente y mi naturaleza se activa al momento, Abdel intenta acercarse y casi corro para huir de él. Su mano toma mi muñeca y me vuelve a atrapar, pero ahora no trata de besarme, solo cierra los ojos y suaviza su agarre.
Con curiosidad lo miro y espero a que nadie se haya dado cuenta sobre lo sucedido, no quiero que su familia piense, que quiero aprovecharme de él o que quiero escalar a un puesto que no me pertenece.
Los ojos verdes de Abdel se clavan en mí en cuanto él abre los ojos y, quisiera correr para esconderme de su mirada que examina hasta lo más profundo de mi alma. Cuando aparta su mirada respiro con calma, intento seguir su mirada y cuando estoy por girarme para ver lo que él mira toma mi mentón con su mano.
Me obliga a mirarlo y sonríe después de varios minutos en silencio.
«¿Todo está bien?», me repito a mí misma.
— Abdel, ya no vuelvas a hacer eso. No me gusta y… —.
Mi voz se corta al momento en el que él va hacia mi cuello, su nariz roza con mi cuello y siento un cosquilleo. ¿Qué ocurre?, intento apartarlo con todas mis fuerzas, pero sus manos me toman de la cintura impidiendo que salga de sus brazos.
— Tengo miedo, Abdel —.
— Shhh… nada —susurra relajándome, sus labios besan mi cuello logrando que me estremezca y mi naturaleza empieza a pedir ayuda para controlar mi celo—. No quiero que te vayas. Giovanna, si te pido que te quedes, ¿lo harás? —.
— Eso no justifica que me besarás, ya te había dicho antes que no debías de hacer eso. Somos amigos y los amigos no se besan. Tampoco se ayudan en su celo —.
Una suave risa aparece y se reincorpora dejando mi cuello, nuestra altura vuelve a ser un inconveniente en ese momento, se encoge de hombros mirándome con una sonrisa y solo niego.
— Digamos que soy un amigo especial —.
Niego.
— No debes de negarlo, no aún. Responde mi pregunta, por favor —.
— Porque quisieras que me quedará, al final de cuentas, no siempre estarás ahí para defenderme de los demás —. Dije triste, me dolía tomar esa decisión y dejarlo.
Él siempre ha sido bueno conmigo y me ayudó mucho en mis tiempos difíciles, pero dolía, aun así, somos distintos y eso es algo que todos siempre dicen. Un carnívoro y un herbívoro no pueden estar juntos, siempre hay un peligro en eso. Aunque Abdel parece no entender eso y no quiere aceptar lo que otros dicen, pero siento que los demás tienen razón.
— ¿Y si no les agrado? —me suelta y se aparta de mí, cierro mis ojos mientras me contengo para no provocar un problema y prosigo—. Sabes, nunca ha sido del agrado de nadie y la última vez que tu mamá me vio… —.
— Giovanna —me interrumpe—, hace unas semanas que paso eso. Mamá tampoco opinó sobre tu comportamiento al correr hacia la salida con pena —niego, Abdel siempre lo toma a la ligera—. Y tampoco dijo nada al ver esas mejillas coloradas que tenías mientras te despedías —.
— ¡Estuvimos a punto de hacerlo Abdel! —le recrimino en un susurro—. Debemos de dejar eso a un lado, no vuelvas a tocar el tema, ¿me veo bien hoy? —. Murmuro un poco avergonzada, hable desde lo más profundo de mi inseguridad intentando cambiar de tema.
Ese pantano verde de sus ojos me examino, una mirada que me puso aún más nerviosa espere con paciencia su respuesta y solo sonrió mirando hacia otro lado.
¿Qué significa eso?, pensé.
Mi corazón late con fuerza y tragó nerviosa el nudo en mi garganta que crece cada vez más cuando no recibo respuesta de él «no debo de ponerme nerviosa, nadie debe de ver mi colita», me digo a mí misma intentando guardar la calma. Y sonrió mirando a Abdel que pone su mano sobre las mías mientras sonríe.
— Te ves muy hermosa, podría decir que eres más hermosa que la luna de hoy —.
Bajo mi rostro con un sonrojo por sus palabras.
Me extiende su brazo para ayudarme a subir las escaleras de la entrada de su casa y cuando llegamos a la puerta me oculto detrás de Abdel nerviosa de lo que pueda ocurrir y tratando de que mis pensamientos inseguros no me ataquen. Alguien aparece en las escaleras al mismo tiempo que abrimos la puerta y eso hace que me ponga más nerviosa.
Detallo a la mujer que baja las escaleras y por su aroma me doy cuenta de que es una coneja como yo, ella luce una piel bronceada algo distinto a lo que veo en Stanyms, su cabello es negro y llega hasta por debajo de sus hombros, sus ojos son azules y nos mira en cuanto se da cuenta entregándonos una hermosa sonrisa.
— ¡Oh, han llegado! —dice la mujer—. Es bueno saber al fin quién es la persona de la que tanto habla este niño —Abdel y esa mujer intercambian miradas siendo algo que me deja con dudas— Oh, claro, de la chica de la que tanto habla mi sobrino. Le causas muchos problemas… —.
— Tía, no digas vulgaridades —. La interrumpe y sonríe molesto.
— ¿E-ella… es tu tía? —. Digo con una gran vergüenza, sintiendo un pánico que me ataca por dentro al extender mi mano.