GIOVANNA
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Suspiro sentando contra el borde de la cama, Abdel había estado dándome mi espacio mientras yo acomodaba mis cosas dentro de la que sería nuestra habitación. Aún seguía analizando lo que sucedía, la marca en mi cuerpo era temporal y eso me causaba un cierto de inseguridad.
Mi opinión no cambiaba para él, seguía sugiriendo que el estar juntos no sería algo bueno para él. Pero sé que algo dentro de mí me decía que eso le estaba produciendo una tristeza a Abdel, por lo que mejor guardaba silencio.
Mire a Abdel cuando entro por la puerta con una gran sonrisa, me había ayudado a traer algunas cosas de mi apartamento y él no guardaba su felicidad. No tenía idea de cuanto él se ha contenido a partir de verme, rechazarlo cada vez que me mencionaba que él y yo podríamos ser pareja.
Que yo era su Luna.
— Pienso que...—.
— Giovanna —me toma en sus manos—. No quiero que vuelvas a pensar en eso, quiero que estés lo suficiente segura a mi lado. Siempre te he preferido a ti, tu bien lo sabes y no pensaré nunca en cambiarte por otra omega —.
— Para mí solo existes tú —. Prosigue.
Entierra su rostro en mi cuello.
— La diosa te eligió para mí, así que no aceptaré tus intentos de elegir a otra sobre ti —besa mi cuello estremeciéndome, sus palabras me ahogan como si hubiera caído dentro de un mar profundo—. No podría vivir sin ti, el solo pensar eso. Lo odio. Tú eres mi luna, conejita —.
No quiero ilusionarme y que todo sea algo rosa a mi alrededor, suelto una risa nerviosa mientras me alejo de él poniendo distancia entre los dos. Sus ojos se vuelven un sin fin de emociones mientras trato de no estar tan cerca de él, pero es la única manera de no sentirme sofocada.
— ¿Abdel, qué sucederá cuando alguien...? —.
No me deja continuar con mi pregunta por su mirada sombría, una que me advierte el peligro al seguir hablando.
— El que se sienta lleno de valentía como para meterse entre nosotros, será matado con mis propias garras —se acerca hacia mí—. No me importa cuan sádico suene eso, pero si tú necesitas estar a salvo seré un enfermo sádico por ti. Destruiré a quien te haga daño —.
Agarro mi mano y jalo de mí, caí en sus brazos sin preocuparme mucho cuando sentí la otra mano de Abdel en mi mejilla, sus verdes se volvían brillantes al verme y era algo que ni por nada del mundo podía ocultar. Sentí un ardor en mis mejillas anunciando un gran sonrojo de mi parte al ser tratada con tal cariño por él.
Lo miro con firmeza sin ponerme nerviosa al hacerlo observo como sus pupilas se dilatan mientras me mira fijamente. Era imposible no sentirme nerviosa ante esa mirada, una tan hermosa y única para mí.
«Nunca había detallado sus ojos verdes, son como un pantano»
— Me gusta cuando eres sádico —. Murmure perdida en su mirada.
Repaso mis palabras con lentitud en mi mente y tapo mi boca con algo de vergüenza al entender lo que he dicho, pensando con la boca llena, su risa incremente mientras me mira perder la paciencia por mis palabras.
Besa mi frente llamando mi atención hacia él, pero soy una cobarde como para mirarlo.
— ¿Qué dijiste? —.
Alza una ceja atento a lo que diga, pero me niego riendo. Me trato de alejar de él y es algo a lo que se niega manteniendo sus brazos contra mi cintura.
— Nada —. Se acerca hacia mi rostro y sin ser perezoso comienza a repartir besos por mi rostro haciendo que ría aún más.
— ¿Abdel, juraste protegerme? —le pregunté calmando mi risa, él asintió—. Entonces... ¿Esa es la razón por la que llevabas la pomada siempre? Y también, ¿por eso siempre estabas a mi lado, aunque no fuéramos del mismo salón? —.
— Por supuesto, conejita —beso mi mejilla—. ¿Te acuerdas cuando te lastimaste en el ejercicio de la cuerda? Te quedaste a la mitad, recordé que las alturas te asustaban, por lo que me quería golpear al maestro que se reía de ti por ser una débil herbívora —.
— Nunca olvidaré eso, obligaste a un hechicero a usar su magia para bajarme de ese lugar y curarme con sus pociones curativas —. Ríe por un momento antes de besar mi frente.
— Después de eso obligué a que despidieran a ese maestro sin ética, ¿por qué hacer menos a su alumna herbívora? Él debía de poner el ejemplo y solo provoco más burlas hacia ti —.
— Pero, ¿cómo hiciste eso? ¿Por qué te harían caso? —.
— Soy el hijo del líder, ¿quién quiere problemas con el líder? —mira mi silencio—. Exacto nadie —.
— Pero aun así... —.
— No —me interrumpe—. Recuerdo tanto como tenías una mueca en tu rostro mientras te aplicaba la pomada en tus marcas, te había rozado muchos ciertas partes del cuerpo, más tus muslos por la fricción de la cuerda. Y no solo eso, alguien no logro cubrir su celo y este comenzó a afectarle mientras yo aplicaba la pomada —.
Sonrió avergonzada de eso, ya que él también estaba en un celo y procuro siempre estar lejos de mí y tomar uno que otro supresor.
— Esa semana recuerdo, había llegado el peor celo que tuve en mi vida hasta el momento, era demasiado intenso, pero trate de no hacerte a un lado o faltar porque en ese momento todos te hacían demasiado daño —asentí—, si yo no estaba ahí para cuidarte no sabía qué sucedería contigo, sufrí mucho poniéndote esa pomada —.