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Iván despertó casi al medio día. Se levantó de la cama y se dirigió a la cocina buscando a Vicky. Encontró sobre la encimera una nota y la leyó con el ceño fruncido.
“Recuerda que es mi día libre, así que por favor no me llames porque no te voy a responder.
Te dejé los periódicos listos, en tu correo hay una lista de todos los enlaces a los sitios importantes que publicaron algo sobre la premiación de anoche. Obviamente apareces en todos los titulares.
Tu desayuno está en el horno. Los muchachos llegan alrededor de las dos de la tarde, recuerda que les prometiste una carne asada. Te dejé el asador preparado, la carne está marinándose en el refrigerador y hay suficientes bebidas. Por favor no me dejen la cocina sucia o te cobro como si me hubieras hecho trabajar hoy y no olvides que la ley te obliga a pagarme el doble los días de descanso.
Nos vemos en la noche.
V.
p.d. Llamó tu madre.”
— Por supuesto que llamó mi madre. — Negó Iván con fastidio, mientras encendía el micro ondas para calentar su comida.
Se acercó a la cafetera y se sirvió una taza mientras pensaba en su familia, con algo de amargura.
Él siempre había sido muy bueno para el soccer, y en el bachillerato había sido el capitán del equipo de la escuela, tan bueno era que, al entrar a la Universidad, fue fichado por un equipo profesional para entrar en sus fuerzas básicas. Fue ascendiendo rápidamente y pronto llegó a ser titular. Llamó la atención de la prensa y de pronto se vio inmerso en el mundo de la fama. Las mujeres lo acosaban, los falsos amigos abundaban y, lo peor, su familia lo empezó a ver sólo como una máquina de hacer dinero. Sus padres empezaron a exigirle cuanto capricho se les antojaba, hasta que él totalmente harto, les puso un “Hasta aquí” y le estipuló una cantidad fija mensual a cada uno. Eso provocó infinidad de reclamos y discusiones no sólo con Iván, sino entre la pareja que, al final de cuentas, acabó divorciándose. El colmo fue cuando su papá empezó a vender a la prensa cuanto podía, sobre todo quejas de lo mal hijo que era y alegaba que lo tenía viviendo en la miseria. Iván, totalmente decepcionado, emitió un comunicado de prensa explicando la situación real, lo cual provocó otro escándalo más en su vida, haciendo que él se encerrara en su casa durante varios meses y se negase a hablar con los medios.
— Creo que, si no fuera por Vicky, me hubiera vuelto loco. — Reconoció con un suspiro.
A ella la había conocido en las oficinas del corporativo del equipo donde trabajaba como asistente administrativo. Iván notó lo eficiente y discreta que era y le ofreció que trabajara para él. La convenció ofreciéndole el triple de lo que ganaba con el equipo, y ella aceptó. Comenzó como una especie de asistente, quien le llevaba la agenda y le hacía algunos recados; y poco a poco se acabó convirtiendo en alguien absolutamente imprescindible. Era su chofer, su ama de llaves, su publirrelacionista, su cocinera, su nutrióloga, su enfermera, su consejera, su confidente y hasta su guardaespaldas. Vicky sabía absolutamente todo de él y era capaz de resolver cualquier problema con una eficiencia impresionante. Se llevaba muy bien con todos los compañeros del equipo, quienes la veían como “uno más de los chicos”. Todos la respetaban y la apreciaban, y si alguno había intentado pasarse de listo con ella, Vicky lo ponía en su lugar inmediatamente y les recordaba a todos que con ella no se jugaba, que una falta de respeto de cualquiera y se largaba. Todos le envidiaban a Iván a su asistente y más de uno había tratado de sobornarla con un sueldo mejor para que se fuera a trabajar con él, a lo que ella sólo sonreía y decía que no; cosa que Iván, en el fondo, agradecía infinitamente porque sabía que, sin ella, su vida sería un absoluto caos, así que la cuidaba mucho y trataba de no cargarle la mano.
Terminó de desayunar y lavó los platos, luego se fue a la sala y encendió el televisor sin mirar nada realmente. ¿Cómo sería su vida si no jugara futbol profesionalmente? Pensó con algo de nostalgia. En su mente apareció el rostro de una joven.
— Rox... — Musitó con añoranza y soltó un suspiro.
Roxana había sido su novia en el bachillerato. Una chica dulce, hermosa, hija de familia, con valores sólidos y a quien había amado muchísimo. Ella había terminado la relación porque no soportaba la creciente popularidad de Iván, quien era constantemente acosado por otras chicas. Le había dicho que prefería que fueran amigos a que acabaran peleando a cada rato por causa de esas mujeres. Él aceptó a regañadientes con la intención de volver con ella y tratar de cimentar algo sólido. Pero meses después, ella había empezado a salir con un amigo de la familia de quien, al parecer, siempre había estado enamorada y acabó casándose con él. Eso le rompió el corazón a Iván y casi sin darse cuenta, se volvió un ermitaño que recelaba de cualquier mujer que se le acercaba. ¿Y cómo no? Entre más famoso se hacía, más mujeres querían obtenerlo como trofeo. No sólo las fans deportivas, sino también algunas actrices y cantantes se empezaban a fijar en él.
Iván negó en silencio. Si bien se dejaba consentir y tenía ocasionales aventuras con alguna de ellas, siempre dejaba muy en claro que él no ofrecía nada serio, que no estaba interesado en el matrimonio ni nada por el estilo. Tonto no era... Él se daba cuenta perfectamente que sólo lo buscaban por interés, ya sea económico o por salir en alguna portada del brazo del futbolista y no señor, le había costado muchísimo trabajo, muchísimo esfuerzo y muchísimos sacrificios llegar hasta donde había llegado como para despilfarrar su dinero con una oportunista.