Una maldita sirena suena en mi oído provocando que me
sobresalte y me caiga de la cama. Coloco una mano en mi
cabeza haciendo una mueca de dolor. Al oír que la cosa esa
sigue sonando, abro los ojos y miro molesta a la persona
culpable de que me haya despertado así.
—¡¿Cuál es tu problema?! —le grito a Tyler.
—Mi problema es que tienes que estar en clase en dos horas
y media —me dice elevando las cejas—. Conozco a las chicas
como tú. Tardan dos horas en estar listas. Necesitan una hora
para elegir lo que se van a poner y otra para maquillarse. Así
que te estoy haciendo un favor.
—¿Las chicas como yo? —repito arqueando una ceja—.
¿Acaso me perdí la parte en donde realmente sabes quién soy?
—Eres una egocéntrica y malcriada adolescente —me
responde, encogiéndose de hombros.
—¡No lo soy! —exclamo, indignada.
—Lo dice la chica que ha escondido mi ropa. —Da un paso
hacia mí, acercándose más. ¿Escondido? Entonces aún no sabe
que la he tirado—. Vamos, ¿dónde está mi ropa?
Me hago la desentendida y finjo no saber a qué se refiere.
—¡Y yo qué sé! No he tocado tu ropa —miento poniéndome
de pie.
Me levanto con una mano en la frente, esperando que me
crea. No dice nada más, así que asumo que he parecido muy
creíble. Camino hasta la ventana de mi habitación y corro
levemente la cortina. Aún es de noche.
—¿Qué hora se supone que es? —le pregunto sin dejar de
mirar por la ventana.
—Las cinco y media —contesta calmado.
—¡¿De la mañana?! —digo atónita.
—No, de la tarde —me responde sarcástico.
Me quedo mirándolo molesta. La irresponsabilidad de mis
padres es mucha al dejarme con este enfermo psicópata que
me despierta a las cinco y media de la mañana ¡tirándome de
la cama!
—No pienso ir al instituto —le digo entrecerrando los ojos
—. Gracias a ti, ahora estoy de mal humor.
—¿«No pienso ir al instituto»? ¿Cuántos años tienes?
¿Cinco? También eres muy inmadura.
¡Ahora soy inmadura!
—¿Me estás llamando inmadura a mí? ¡Tú eres el estúpido
que me ha despertado con la maldita sirena de su móvil!
—Pues este estúpido es el que está a cargo de esta casa, así
que cuida el tono, niña —me responde elevando ambas cejas y
sonriendo con diversión.
—No estás a cargo de esta casa. Esta es mi casa. —
Entrecierro los ojos, molesta—. ¿O acaso te has dado un golpe
en la cabeza y lo has olvidado?
—Tus padres dijeron que yo era el responsable porque soy el
que tiene la mayoría de edad. —Su diversión sigue intacta—. ¿O acaso te has dado un golpe en la cabeza y… —da un paso
más, acercándose a mí— lo has olvidado? —Me imita
arqueando una de sus cejas.
Argh, quiero borrarle esa sonrisa.
—No creí que sería posible llegar a odiar a una persona antes
de las veinticuatro horas.
Él se ríe una última vez y se va de mi habitación.
Tras darme una ducha, secarme el pelo, cepillarme los
dientes y vestirme, estoy lista para comenzar mi día —aunque
para comenzarlo falte una hora—. Es lunes y me he levantado
con el pie izquierdo… Bueno, en realidad no me he levantado
con ningún pie, pues me caí de la cama. Pero es casi lo
mismo…, ¿verdad?
¡Por fin es hora de irme! La hora se me ha hecho eterna; estaba
tan aburrida que hasta he hecho mis deberes. ¡Yo, Sam
Donnet! Mi mejor amiga estará muy orgullosa de mí cuando
se lo cuente. Por primera vez no le copiaré los deberes.
Mientras voy bajando las escaleras con la mochila, el móvil
comienza a sonarme en la mano, y respondo como un rayo al
ver quién está llamándome.
—Hola, amor —dice con voz ronca.
—Hola, cariño —respondo sonriendo.
Jeremy es mi novio. Estamos saliendo desde hace casi doce
meses. Luke me había hablado mucho de él, y me había
pedido que lo conociera y le dijera «Hola» para que así Jeremy
dejara de molestarlo. Al final cedí porque Luke es mi amigo y
este chico —en ese entonces— desconocido estaba acosándolo
solo para conseguir un saludo que saliera de mi boca. Me
gustó, y esa conversación de unos segundos paso a una hora.
Intercambiamos números y comenzamos a salir después de seis meses de amistad.
—¿Cómo estás? Te eché de menos ayer.
Cuando termino de bajar las escaleras, Tyler está recostado
en la pared jugando con las llaves de su auto.
—Bien. ¿Y tú? Yo también te eché de menos… No sabes lo
que han hecho mis padres… —Tyler comienza a hacerme unas
señas extrañas con las manos—. Espera un minuto. —Cubro el
micrófono del móvil con la palma de la mano—. ¿Qué mierda
quieres?
—No me hables con ese tono, señorita. Soy tu niñero. —
Giro los ojos—. Vámonos.
—¿Adónde?
—A una fiesta de Justin Bieber y Rihanna —responde
sarcástico—. Al instituto, Einstein.
Frunzo el ceño. No, yo iré en mi coche.
—Hablamos en el insti, ¿sí? Debo colgar. —Cuelgo sin
esperar su respuesta—. ¿Cómo que vas a llevarme tú? Yo
tengo mi propio coche.
Tyler camina hasta quedar frente a mí. Sus ojos marrones
parecen disfrutar viendo mi rostro enojado y confundido en
este momento.
—Oh, ¿hablas del Mercedes Benz que he regalado por
internet hace una hora y media? —pregunta, y mi ceño
fruncido va desapareciendo lentamente—. Te sorprendería lo
rápido que responde la gente en las páginas de compraventa.
Al principio nadie se lo creía, porque estamos hablando de un
jodido Mercedes Benz, pero un valiente ha venido a
comprobarlo y se ha llevado el premio.
Siento como si mi sangre comenzara a arder dentro de mí.
Aprieto los puños con tanta fuerza que temo romper el móvil
entre mis manos. La sonrisa de superioridad que tiene Tyler en
el rostro solo hace que mi enojo y mis ganas de asesinarlo
lentamente aumenten mucho.
—No has hecho eso —digo para calmarme a mí misma—.
Es un auto muy caro. Fue mi regalo cuando cumplí diecisiete.
Ni siquiera ha pasado un jodido año de eso. Tú no has
regalado mi coche…
—Y tú no tiraste mi ropa a la basura… —replica pensativo,
y hace una pausa—. Oh, espera. Sí lo hiciste. —Entrecierra los
ojos.
—No… has… regalado… mi… coche —digo, pronunciando
con lentitud cada palabra, sintiendo cómo las ganas de
asesinarlo con mis propias manos se apoderan de mí.
—¿No me crees? —pregunta colocando una mano sobre su
pecho fingiendo estar ofendido—. Pues ve al garaje a
comprobarlo.
Salgo con paso rápido de allí y voy hasta la puerta que me
lleva al garaje. Antes de abrirla visualizo mi coche allí, tal
como lo dejé la última vez que lo usé. Cuando abro la puerta,
la visión desaparece. Mi auto no está allí.
—Debe de estar en el patio —digo asintiendo. Al girarme,
choco con el duro pecho de Tyler y elevo la mirada para
mirarlo furiosa—. A mí no me engañas, estúpido. Está en el
patio.
Tyler se ríe sonoramente mientras me alejo de él para salir
hacia el patio trasero. En cuanto llego, mis ganas de llorar
aumentan y aprieto los labios. Creo que estoy entrando en
pánico. Puedo sentir sus pasos detrás de mí, pero no me
importan. Siento que voy a matarlo.