Las cosas entre Tyler y yo volvieron a ser igual que antes
desde aquella reconciliación en la habitación de Caroline. Para
mi suerte, los deseos de querer besarlo no volvieron a
aparecer. Espero que se hayan ido de una vez. Tengo suficiente
con que mi amistad con Drake esté corriendo peligro.
Aún no he podido romper con él. Ese día no tuve tiempo
siquiera de sacar el tema porque se fue antes de que yo saliera
de la habitación. Tuvo una emergencia familiar y debió viajar
a Minnesota: su abuelo enfermó. El universo parece estar
castigándome por ser una mala persona y me pone las cosas
cada vez más difíciles. ¿Qué puede ser peor que tu novia
rompa contigo el mismo día que tu abuelo enferma? Claro que
miles de cosas, pero para Drake momentáneamente eso podría
ser lo peor del mundo. Tampoco quiero hacerlo por WhatsApp
o llamándole. Metí la pata, sí, pero debo afrontar las
consecuencias con la frente en alto. Romper vía móvil es de
cobardes. Claramente esa no es una opción para mí. Además,
hacerlo me convertiría en una mala persona. Así que debo
esperar a que regrese en unos días.
—¡Pueden descansar! —grita la profesora Melody desde su
asiento, estirándose para buscar su botella rosada de agua.
Llevamos una semana ensayando sin parar porque días
anteriores no pudimos hacerlo, dado que los exámenes finales se acercan y todos estamos estudiando. Además, los profesores
parecen disfrutar viéndonos estresados, ya que nos mandan
muchos trabajos de investigación. Para mí no fue mucho
problema balancear ambas cosas porque me sé el guion de
memoria. Por fin obsesionarse con una película tiene sus pros.
Me levanto para ir al baño. Tengo ganas de ir desde que
llegué, pero como salgo en la mayoría de las escenas, he
tenido que aguantarme. Al bajar del escenario, veo a Tyler
sentado en el patio de butacas con Jenna. Están charlando muy
animados sobre algo que no logro escuchar.
Las ganas de besarlo han desaparecido, pero estos horribles
celos que siento cuando lo veo con ella no. Me molesta mucho
sentirme así porque él es mi amigo y ella mi ex mejor amiga.
No debería molestarme verlos juntos.
Ambos se ponen de pie al mismo tiempo que me acerco a su
burbuja de amor. Para mi suerte, Jenna se va antes de que deba
fingir no haberlos visto para que la situación no se torne
incómoda.
—¿A dónde vas? —me pregunta Tyler, centrando su vista en
mí y colocando sus manos en los bolsillos delanteros de los
tejanos.
—Al baño —le contesto sonriendo. De alguna manera, me
emociona que le interese saber qué voy a hacer—. ¿Crees que
podrás vivir sin mí, Romeo? —pregunto en tono de broma.
—No lo creo, Julieta… —Finge estar triste—. Eres como mi
oxígeno —dice dramáticamente.
—¿De veras? —pregunto colocando una mano en su pecho.
Siento un cosquilleo en el estómago al hacerlo.
—Me temo que no puedo vivir sin ti, Julieta —contesta
Tyler, ajeno a mis sentimientos.
—Pues tendrás que hacerlo. Mi vejiga está a punto de
explotar.
Suelta una carcajada y le empujo levemente.
Tyler me guiña un ojo antes de girarse para ir hacia el
escenario. El cosquilleo hace su aparición otra vez y lo odio
porque es una muy mala señal. Es lo mismo que sentía por
Jeremy. Cada vez que estaba con él, notaba cosquillas en el
estómago. Las dichosas mariposas. Pero estas mariposas
parecen ser mutantes o radiactivas. A medida que pasa el
tiempo son más difíciles de ignorar.
«No, Tyler solo es mi amigo. Así que, mariposas,
¡desaparezcan!», pienso.
—¡Eh, querida! —Jenna me llama desde la dirección
contraria a la que voy. Me vuelvo sin ganas para ver qué
quiere. Al parecer se levantó para ir por unos aperitivos a la
máquina que está en el pasillo—. ¿No crees que Tyler y yo
hacemos una pareja genial? —me pregunta sonriendo.
—No tengo opinión sobre eso, «querida» —le contesto
sonriendo falsamente.
Jenna se ríe secamente y comienza a «caminar» hasta mí con
su pequeña bolsa de gomitas. Ladeo mi cabeza mientras me
cruzo de brazos. Cuando está con Tyler, no me dirige la
palabra, pero cada vez que me encuentra sola, le encanta
refregarme que sale con él.
—Oh, vamos. Debes de tener algo que decir al respecto. ¿O
me equivoco? —me pregunta arqueando una ceja sin perder la
diversión en sus gestos. Me río levemente—. La tienes —
asegura señalándome con su dedo índice.
—Prefiero guardármela —le digo encogiéndome de
hombros.
Jenna sonríe mirándome con ternura fingida. Me cuesta creer
que haya sido mi mejor amiga alguna vez. No me imagino
actuando de esta forma con Caroline.
—Deja de hacerte la mosquita muerta, Sam. —Puedo ver
que su diversión es solo para camuflar el enojo que siente por
dentro—. No te metas conmigo. No te metas en la relación que
tengo con Tyler.
Aprieto los labios para no reírme.
—Lo conoces hace… ¿cuánto? ¿Dos segundos? ¿Cinco,
quizá? —pregunto llevándome una mano al mentón, fingiendo
estar pensando.
—¿Sabes desde cuándo estamos juntos? Desde antes de su
patética pelea el día del pícnic.
Eso hace que mi sonrisa flaquee.
Jenna ya no sonríe, ni se muestra burlona. Está seria y sus
mejillas se van enrojeciendo poco a poco debido a la ira que
siente.
—Lo quiero, y no quiero que tú estropees lo nuestro. Él me
quiere. Mucho —agrega, y sonríe de forma forzada.
—La única que lo va a estropear eres tú con tus
inseguridades, Jenna —replico mirándola con desdén.
—Yo no soy insegura —dice, elevando levemente el mentón.
—Entonces, ¿por qué estamos teniendo esta conversación?
Eso parece haberle pegado a Jenna tan duro como a mí saber
que están juntos desde hace más tiempo del que pensaba.
Traga sin saber qué decirme para defender su ego herido.
—¿Otra vez molestándola? ¿No tienes otro pasatiempo?
Me giro y me encuentro con Daniela, vestida con ropa de gimnasia, a unos metros detrás de mí. Al parecer ha venido a
estudiar en la biblioteca, que está abierta hasta los sábados.
Carga unos libros y la mochila en el hombro. En otros
tiempos, se hubiera dirigido de esa forma a mí, pero ahora
utiliza ese tono odioso con Jenna.
—Ay, por favor. No seas hipócrita —le contesta Jenna—.
Que hace poco eras igual que yo. No te creas que por separarte
de mí te has convertido en una santa.
Jenna vuelve a entrar al teatro dejándome sorprendida. Sé
que Daniela y ella dejaron de ser amigas, pero no sabía que
habían terminado tan mal. Daniela se acerca a mí apretando
los labios como si estuviera apenada por la escena que acaba
de presenciar.
—Sé que esto te va a sonar raro… —me advierte elevando
las cejas—, pero si sigue molestándote, avísame.
—¿Por qué iba a hacerlo? —suelto, sin procesar lo descortés
que acabo de sonar.
Daniela no parece ofenderse; es más, asiente dándome la
razón.
—Creo que te lo debo —me dice, sonriendo levemente.
Abro la boca sin saber qué decir. Daniela vuelve a sonreírme
antes de alejarse caminando por el pasillo por el que apareció.
En otro tiempo, me habría restregado en la cara que ella fue la
chica con quien Jeremy me engañó, y ahora está…
¿ofreciéndome su ayuda para defenderme de Jenna?
Este día es raro.
Mis ganas de ir al baño vuelven a resurgir como protesta de
mi vejiga. Con toda esta locura que acabo de presenciar, se me
había olvidado que hay cosas mucho más importantes que
averiguar si Jenna y Daniela se han vuelto locas o algo parecido. Sigo mi camino hasta llegar al baño y me meto en un
cubículo para hacer mis necesidades. Puedo oír el sonido de la
puerta cerrarse, pero no le presto atención. Alguien más debe
de haber entrado y ha preferido cerrar la puerta.
En cuanto salgo, me lavo las manos y me miro en el espejo.
Mi mirada baja y no puedo ver los pies de nadie en los demás
cubículos. Frunzo el ceño. Camino hasta la puerta e intento
abrirla, pero no lo consigo. Utilizo toda mi fuerza, pero no
tengo éxito.
La puerta está cerrada con llave. Alguien me ha encerrado en
el baño.
TYLER
Estoy sentado en la silla giratoria de mi «camerino» mientras
repaso las líneas de mi personaje. Solo me metí en esto porque
quería resolver las cosas con Sam, pero después de un par de
ensayos —ya habiéndonos reconciliado—, me comenzó a
gustar lo de hacer de Romeo. Los ensayos son muy divertidos.
Sobre todo porque casi todas mis escenas son con Sam. No
hay ningún momento en el que no lo pasemos bien. Algunas
veces me equivoco a propósito para hacerla reír. Me encanta
cuando se cubre el rostro con las manos porque le da
vergüenza reírse en plena escena.
Desde esa vez en casa de Caroline no puedo evitar sentir
ganas de besarla. Cada vez que la veo, quiero abrazarla.
Estrujarla entre mis brazos mientras escucho cómo se queja
entre risas. Me gustaría que el tiempo se detuviera y
pudiéramos dejar de tratarnos como amigos. Solo un día. Y
que al día siguiente eso no afectara a nuestra amistad.
Pero como eso no pasará, tengo que aguantar en silencio.
Morderme los labios cada vez que quiera besarla y tragarme cualquier cosa que desee decirle. Quiero a Sam, y no voy a
estropear nuestra amistad con sentimientos que quizá son
pasajeros.
—¡Uy! ¿Puedo maquillarte? —me pregunta Jenna,
sacándome de mis pensamientos.
—¿Tan mal estoy? —le pregunto a mi vez acercándome al
espejo para mirarme desde distintos ángulos.
—Solo tienes unas leves ojeras… —contesta ladeando la
cabeza y escaneando mi rostro.
—Bueno…
Mis ojeras se deben a las largas noches de desvelos con Nick
o por tener que estudiar para algunas clases. Me dan igual,
pero si Jenna se siente mejor maquillándome, que lo haga.
Se aleja e inmediatamente comienzo a moverme incómodo
por la ropa de Romeo. Es extremadamente caliente. No en el
sentido erótico, lo que quiero decir es que da muchísimo calor.
No entiendo cómo podían vestirse con estas ropas,
principalmente en verano. Me quito el sombrero que utilizo en
la primera escena soltando un suspiro.
Caroline aparece en el pequeño cuarto buscando algo en su
neceser de maquillaje. Ella también ya está vestida. A
diferencia de mi disfraz, él de ella se ve mucho más cómodo.
Lleva un vestido de mangas largas sin escote. Es conservador,
sí, pero sus piernas están libres. Las mías están pidiendo ayuda
dentro de estas medias.
—¿Has visto a Sam? —le pregunto a Caroline, quien parece
no haber notado mi presencia hasta que le he hablado.
Falta nada para que comencemos y aún no la he visto. Sam
me prometió que al volver del baño repasaríamos una vez más
algunas escenas en las cuales no me siento muy seguro antes de que comience la obra. Quizá se ha olvidado.
—Eh, no —me responde Caroline frunciendo el ceño. Jenna
se pone junto a mí con su neceser de maquillaje para comenzar
a taparme las ojeras—. Tendría que estar arreglándose, pero no
la he visto en el otro cuarto.
Al instante me preocupo. ¿Y si le ha pasado algo?
—Voy a buscarla —me dice Caroline con una pequeña
sonrisa.
Creo que me ha visto preocupado y me ha dicho eso para
tranquilizarme.
—Te ayudo —me apresuro a decir, levantándome de la silla.
—Pero…, Tyler… —empieza a decir Jenna.
—Ahora no, Jenna —la interrumpo, y salgo del camerino.
Llevamos buscándola media hora por todo el instituto y no hay
rastro de ella. La hemos llamado, pero se dejó el móvil en el
camerino junto a la mochila de Caroline y su ropa de Julieta.
No sé dónde puede estar. Por unos segundos he pensado que
igual nos estaba gastando una broma, y que debía estar sentada
en algún salón comiéndose un helado o algo así, pero lo he
descartado al instante. Ella no haría eso. No me preocuparía
así.
Camino por los pasillos, sin saber dónde más buscarla o si
estoy exagerando demasiado con la búsqueda. Lo único que sé
es que quiero tenerla cerca. Giro sobre mis talones para ir a
buscarla a la cafetería. Quizá le entró hambre y está allí,
escondida. Al volverme me encuentro con Daniela a unos
metros de mí. Está usando el móvil, pero al cabo de unos
segundos levanta la mirada.
—¿Has visto a Sam? —le pregunto elevando un poco mi tono de voz para que pueda escucharme.
Daniela frunce el ceño.
—Hace un rato la vi hablando con Jenna. —Debió de ser
cuando Jenna fue a la máquina expendedora y Sam al baño. Se
acerca a mí—. ¿Por qué me lo preguntas?
—Porque no la encontramos, y en menos de una hora
comienza la función —le explico dejando caer los brazos a los
lados de mi cuerpo—. Gracias de todas formas. —Me giro y
comienzo a caminar.
—¿Buscaron por todos lados?
Me detengo para asentir con la cabeza. Daniela desvía la
mirada pensativa.
—¿En los baños? —pregunta arqueando una ceja.
—A los baños no se puede acceder. Están fuera de servicio
porque los están limpiando —le explico encogiéndome de
hombros.
Daniela se queda mirándome unos segundos como si dudara
de la veracidad de mis palabras o como si se estuviera
preguntando si soy estúpido. Me quedo sin expresión hasta
que finalmente parece haber resuelto su incógnita. Entorna los
ojos.
—Sígueme —me dice Daniela, y comienza a caminar en
dirección opuesta a la que iba.
La sigo confundido. ¿A dónde más buscaremos que no haya
buscado ya? Por la dirección en la que va puedo ver que se
dirige al baño de mujeres. Pasamos frente al teatro. Gracias a
que las puertas están abiertas, puedo ver que ya hay algunas
personas sentadas en las butacas, esperando que empiece la
función. Siento cómo el estómago se me cierra por los nervios.