Abro mis ojos y por primera vez en mucho tiempo sonrío
como una estúpida enamorada.
Las escenas de anoche siguieron reproduciéndose en mi
cabeza una y otra, y otra vez. Cuando Tyler me dejo en la
puerta de mi habitación, me tiré en la cama boca abajo y chillé
de la emoción. Me siento tan contenta, tan… emocionada. No
puedo esperar a contarle los detalles a Caroline. Apuesto a que
se está muriendo por saber qué pasó anoche.
Me siento en la cama y sigo sonriendo. Escucho dos golpes
en la puerta y luego veo el rostro de Caroline asomándose.
Obviamente, al ver mi cara de estúpida, comienza a chillar.
—¡Oh, por Dios! —exclama—. ¡Lo hiciste con Tyler!
Me muerdo los labios divertida.
—¡Baja la voz y cierra la puerta! —la regaño. Caroline, con
carita de perro enojado, hace lo que le digo y se sienta en mi
cama—. Ahora mi casa es un hotel, ¿qué hubiera pasado si
alguien te hubiera oído?
—Tener relaciones sexuales no es un crimen, Sam —me
regaña ella ahora.
—Ya lo sé, pero no quiero que sepan algo que no es verdad.
—Oh, entonces… ¿no?
—No —niego con rapidez.
Caroline se encoge de hombros y se acuesta.
—Tú habla y yo escucharé atentamente —me dice
emocionada.
Estoy sentada en el sofá. Caroline, Nick y Tyler fueron a
comprar helado. Todavía sigo sonriendo como una estúpida.
Es… increíble. Realmente no podía esconder mi sonrisa esta
mañana cuando lo vi, y él tampoco. Obviamente, recibimos
varias burlas por parte de mi primo y de mi mejor amiga, pero
no nos importó; además, nos resulta difícil contener nuestra
emoción.
—¿Cómo te fue anoche? —me pregunta mi madre,
sentándose junto a mí. La miro sin entender a qué se refiere—.
¡La cita! —exclama.
Oh, cierto. Ella estaba enterada de todo.
—Bien… —digo bajando la mirada a mis uñas—. Tyler me
pidió que sea su novia.
Mamá suspira y la observo. Se queda mirando un punto fijo,
y cuando comienza a pensar que me estoy molestando por ello,
sonríe.
—Tyler y tu padre tuvieron una larga charla sobre eso —me
cuenta divertida—. Jamás pensamos que terminarían saliendo.
—Entonces, ¿tendré que decir que mis padres hicieron de
Cupido? —pregunto frunciendo el ceño.
Ella se ríe.
—Soy una mamá genial.
Escuchamos que el helado llegó porque justamente las
personas que fueron a comprarlo no se caracterizan por ser silenciosos o tranquilos. Mi madre me sonríe una vez más y se
pone de pie para irse de nuevo.
—Hello! —dice Caroline entrando en la sala.
—It’s me…! —dice Nick.
—Ya estamos de vuelta, Donnut —me dice Tyler, besando
mi sien—. Hola.
—Hola… —contesto sonriendo—. ¿Han traído mi favorito?
Caroline y Nick se ríen. Frunzo el ceño al no comprender por
qué.
—Fue el primer sabor que Tyler pidió —me cuenta mi mejor
amiga, con falsa molestia.
Mis padres salieron a cenar con mis tíos, y Nick y Caroline
están cenando con la madre de mi mejor amiga, así que Tyler y
yo tenemos la casa para nosotros solos. Anoche él me dio una
bonita sorpresa, y he decidido que ahora me tocaba
sorprenderlo a mí.
—¿Ya puedo quitarme la venda? —me pregunta por
milésima vez.
—No —le contesto, por milésima vez—. Aguanta. Ya
llegamos.
Me he esforzado mucho para que el viento no apague las
velas que he colocado en la azotea. He preparado una especie
de pícnic nocturno. He puesto una manta roja y pequeños
almohadones blancos de la sala y de mi habitación. En el
centro, está la comida y la bebida. Quizá no es tan sofisticado
como los platos que eligió mi madre y que cocinó un chef,
pero espero que le guste. El universo está de mi lado, y el cielo
está lleno de estrellas, así que realmente tenemos unas bonitas
vistas.
—Ya —digo, nerviosa—. Puedes quitarte la venda.
Tyler se la quita con lentitud, y cuando puede ver, el
asombro es lo primero que expresa. Sonrío levemente. Él
niega con la cabeza, ahora sonriendo.
—No tenías que hacer esto… —comienza a decir.
—No digas nada hasta que veas qué comeremos —lo
interrumpo, haciendo una mueca.
Tyler sonríe ahora confundido y caminamos hasta donde se
encuentra nuestro pícnic. Él observa la comida y se lleva una
mano al corazón. Arqueo una ceja.
—Esto es perfecto —me dice, viendo las hamburguesas y
patatas fritas.
Sonrío. Creo que Caroline tenía razón al decirme que las
calorías ganan a cualquier cosa. Nos sentamos uno frente al
otro y lo observo apagar su móvil. Es un lindo gesto. Apagaría
el mío si tuviera batería; estaba tan nerviosa que se me olvidó
ponerlo a cargar y se apagó.
—¿Preparado para consumir calorías? —le pregunto cuando
me devuelve la mirada.
—Siempre estoy listo —bromea sonriendo.
Estamos en silencio observando la vista que tenemos desde mi
terraza. Las estrellas me hacen recordar la noche que hicimos
un pícnic en el balcón de su habitación. ¿Quién nos iba a decir
que terminaríamos así? Y pensar que el estúpido que tengo al
lado era solo eso, un estúpido. Me río. Lo que le dije a mamá
hoy era cierto.
—¿En qué piensas? —me pregunta.
—Mis padres hicieron de Cupido —le digo volviéndome
para mirarlo—. ¿Eso es patético o tierno?
Se encoge de hombros.
—Yo me siento agradecido. —Sonríe.
—Me pregunto quién estaría aquí si mis padres no les
hubieran hablado de tu viaje a los tuyos. —Frunzo el ceño,
pensativa.
—No creo que la anciana rusa que pensaban contratar sea
competencia —dice entrecerrado los ojos. Ladeo la cabeza—.
Aunque, pensándolo bien, quizá sus ojos celestes hubieran
logrado cautivarte.
Me río.
—Espera. —Lo miro sorprendida—. ¿Mis padres pensaban
contratar a alguien? —Tyler aprieta los labios, divertido,
dándose cuenta de que yo no sabía nada al respecto—.
Increíble.
—Cuando escucharon que me quedaría sin nada a cambio,
creo que la anciana dejó de ser competencia, por lo menos con
ellos…
Nos reímos. Me muerdo los labios y arqueo una ceja,
divertida.
—No diría que te quedaste por nada a cambio… —digo
pensativa. Tyler frunce el ceño—. Me tienes a mí.
Tyler me observa durante unos segundos y coloca
suavemente sus manos a cada lado de mi rostro. Sus ojos
marrones se ven mucho más oscuros a la luz de las velas, pero
puedo ver que observan mis labios con deseo.
—Y por esa razón soy el hombre más afortunado del mundo.
Acerco mi rostro al suyo, y primero nos besamos con
lentitud. Como si cualquiera de los dos fuera a romperse si el
otro utiliza más fuerza. Nos separamos unos segundos y, en el silencio del lugar, lo único que se escuchan son nuestras
respiraciones. Llevo una de mis manos detrás de su cuello y
vuelvo a besarlo, esta vez con más intensidad y determinación.
Tyler me responde con la misma presión. Como si
necesitáramos de ese beso para poder seguir viviendo. Mi
mano libre baja lentamente hacia su camiseta y, en cuanto mis
dedos tocan su piel, se estremece.
Le ayudo a quitarse la camiseta y él vuelve a besarme.
Mientras nos besamos, deslizo mi mano derecha lentamente
por el suelo, a medida que voy recostándome. Tyler se separa
de mí para mirarme a los ojos.
—¿Estás segura? —me pregunta con la respiración agitada.
—Quiero esto —le respondo con seguridad.
Y vuelve a besarme.