Emily Harrison lleva tejanos negros y una blusa amarilla. Se
arrepiente de haber ido con zapatos de tacón blancos porque
no le van a resultar muy prácticos, pero al dar con la ubicación
de Sam y sus amigas, salió corriendo sin pensar en cuál sería
el atuendo adecuado para irrumpir en un secuestro.
Sam, Caroline y Daniela observan a la chica castaña sin
entender de qué lado está y qué papel tiene en su historia.
—Oh, por cierto, soy Emily —se presenta, al percatarse de
que la observaban con caras raras. Sonríe levemente y hace
que sus ojos se achinen de la misma forma que su hermano
cuando sonríe mucho—. Hermana de Tyler.
—Soy Sam… —dice esta, extrañada, pero sonriendo
levemente.
Emily sonríe de forma más simpática y se centra en su
cuñada. Por fin conoce a la chica de la cual su hermano está
enamorado, y sin duda ya tiene su visto bueno. No es el mejor
escenario, pero cree que será una buena anécdota para fiestas.
—¿Cómo supiste que estábamos aquí? —le pregunta
Caroline.
—Digamos que soy muy inteligente —responde observando
sus uñas—. Y…, díganme, ¿por qué están aquí ustedes?
—Digamos que no todo el mundo quiere a tu hermano —le
contesta Daniela—. Soy Daniela —se presenta la rubia sonriendo.
—Y yo Caroline —se presenta a su vez Caroline, bajando el
bate.
—Encantada de conocerlas —les dice Emily, y observa los
zapatos de Daniela—. Oh, me encantan. ¿Dónde te los
comprast…?
—¡Chicas! —exclama Sam, llamando su atención—.
¿Podrían buscar la llave?
Emily, Caroline y Daniela se ponen en marcha para buscar la
llave de las esposas de Sam. Abren cajones, buscan dentro de
tazas y en cualquier lugar que se pueda guardar una llave, pero
no consiguen encontrarla.
—Este es el día más raro de mi vida —dice Daniela,
molesta, mientras se tira al suelo para buscar debajo del sofá
de la habitación de Jessica, por las dudas.
—Por el amor de Dios, díganme que la chica que está tirada
no está muerta—dice Emily mostrándose preocupada.
—No, no, no —dice rápidamente Daniela—. Solo está
inconsciente, no muerta. Tú tranquila.
Emily suelta un suspiro. Caroline vuelve a la habitación
donde se encuentra Sam y empieza a caminar intentando
encontrar cobertura y llamar a la policía. Se detiene unos
segundos al sentir algo extraño.
—¿Estás bien? —le pregunta Sam.
—Creo que sí —asiente su mejor amiga al no volver a sentir
esa pequeña molestia.
Mientras tanto, Nick y Tyler llegan a casa de Jeremy, que
está esperándolos afuera. Ni siquiera permite que abran la
boca, porque en cuanto puede se sube al auto. Ambos lo
observan confundidos.
—Jessica tiene a Sam, Caroline y Daniela —explica con
rapidez.
Tyler se queda paralizado al escuchar el nombre de Jessica.
—¿Quién es Jessica? —pregunta Nick confundido—. ¿Y por
qué deberíamos creerte?
—Porque dice la verdad —dice Tyler, respondiendo a su
pregunta y sintiéndose estúpido por creer en Jessica.
Jeremy le explica a Nick a dónde debe ir, y este sin dudarlo
ni un segundo, arranca. Por dentro está molesto de que algo
que concierne a Tyler haya puesto en peligro a su prima y a su
novia, la cual está embarazada, pero su preocupación es mayor
que sus ganas de con Tyler.
—Luke y yo… —comienza a relatar Jeremy.
—¿Qué? ¿Luke también está en esto? —pregunta Nick,
molesto.
—Déjame terminar —le dice Jeremy, entrecerrando sus ojos
—. En la fiesta de disfraces de Jenna, Luke escuchó una
conversación en la que ella y otra mujer llamada Jessica
planeaban algo para hacer daño a Sam. Luke fingió haber
terminado su amistad con Sam para involucrarse en ese plan.
Y ahora él me acaba de llamar para decirme dónde están.
—Vaya, que las está ayudando —espeta Nick, sarcástico—.
Están secuestradas.
Nick sostiene el volante intentando dejar el enojo de lado y
centrarse en rescatar a las chicas. Tyler, por su parte, no puede
hablar de lo culpable que se siente. Intenta llamar a su
hermana, pero le atiende el contestador. Frunce el ceño.
Seguido de dos intentos fallidos más, llama a la policía y le da
la dirección de la casa de Jessica.
En la casa del terror, las chicas siguen sin encontrar la llave, y las molestias de Caroline se hacen cada vez más notorias
para ella misma, pero intenta que las demás no lo noten. El
doctor le explicó que podría sentir algunas molestias días antes
de dar a luz, pero que era normal. Espera que no sea que va a
ponerse de parto ahora, porque es lo último que necesita.
—Dios, ¿por qué no tengo cobertura? —dice Emily, molesta
y frustrada.
—¿Y si rompemos las esposas con el bate? —pregunta
Daniela, sosteniendo el bate que Caroline dejó para sentarse en
un rincón.
—No podrás sin romperle la muñeca a Sam —le contesta
Caroline respirando pesadamente.
—Y… ¿quién es el chico que golpeé? —pregunta Emily
sonriendo mientras observa el cuerpo inconsciente de Luke.
Daniela le colocó una almohada debajo de la cabeza.
—Él es Luke, mi mejor amigo.
—Pues… lo siento —se disculpa Emily, avergonzada—.
Creí que era el malo de todo esto.
—No te preocupes —le contesta Daniela—. Nosotros
también lo creímos.
Caroline siente una punzada que la obliga a cerrar los ojos.
Sam frunce el ceño.
—Caro, ¿estás bien? —vuelve a preguntar.
—Creo que… voy a ponerme de parto —dice Caroline—.
Necesito que me lleven al hospital.
Emily pasa una de sus manos por su cabello, despeinándolo.
No sabe qué hacer porque Jessica sin duda está merodeando
por la casa. Se movieron con sigilo para buscar la llave por
ella y se encontraron con su secuestradora, pero seguro que
está aquí con ellas. Las puertas están todas cerradas con llave y como no han encontrado la llave de las esposas de Sam,
mucho menos encontrarán las de las puertas. Así que se le
ocurre que podrían sacarla por la ventana por la que ella entró
y correr hasta su auto que está estacionado a unos metros de la
casa.
—Tengo una idea —suelta Emily, asintiendo con la cabeza y
manteniendo la vista en sus pies—. Pero requiere que salgas
por la ventana. —Eleva la mirada para ver a Caroline.
Caroline y Sam se miran.
—Puedo con eso —asiente Caroline, decidida a seguir las
instrucciones de Emily.
Emily le explica su plan. Sin llaves, esta ventana es su única
opción para poder ir al hospital. Caroline piensa en que no
quiere irse, dejando a Sam esposada y siente enojo por no
tener el parto que ella deseó: con su mejor amiga a su lado.
—No quiero dejarte así —le dice Caroline a Sam. Sus
contracciones le duelen, pero más le duele tener que hacer
esto. Tiene miedo de que esta pueda ser la última vez que la
vea. Los ojos de la rubia se comienzan a cristalizar—. En
serio, tienes que estar bien. Debes conocer a tu sobrina.
Daniela y Emily observan la escena haciendo una mueca de
dolor. Es triste pensar que Sam podría perder la vida esta
noche.
—Sé que tendré una hermosa sobrina —asiente Sam
intentando ignorar el temor en las palabras de su mejor amiga
—. Y Sam es un hermoso nombre… —intenta ponerle
diversión al triste momento.
—Prométeme que estarás bien —le interrumpe Caroline,
ladeando la cabeza, insegura de dejarla.
Sam aprieta sus labios. Le gustaría tanto estar segura de eso,
pero por cómo van las cosas, no tiene muchas esperanzas. Aun así, se esfuerza por sonreír y parecer confiada.
—Lo prometo —dice para confortar a su amiga.
Caroline cree en sus palabras, aunque en el fondo, el miedo
sigue intacto. Besa la sien de su mejor amiga y se aleja más
calmada. Intentará no olvidar la sonrisa de Sam después de
esta noche.
—Debemos irnos, Caroline —le dice Emily, sintiéndose mal
por cortar este momento, pero es necesario.
—No te preocupes. Yo me quedo con Sam. —Daniela
sorprende a las tres. Habían acordado que ella iría con
Caroline y Emily hasta el hospital. Simplemente no puede
hacerlo, no puede dejar a su amiga.
Emily y Caroline se apresuran a salir por la ventana. Sam
suspira, esperando que todo salga bien con el parto de su
amiga y que pronto ella y Daniela puedan salir para conocer al
bebé.
—Gracias por quedarte conmigo —le dice Sam a Daniela.
En realidad sintió miedo al pensar que se quedaría sola, pero
no quería admitirlo en ese momento. Después de todo,
Caroline tiene prioridad.
—Siempre —le asegura Daniela sentándose junto a ella y
pensando en otra manera de quitarle las esposas a Sam para
largarse de allí.
Jenna comienza a moverse en el suelo y a emitir sonidos de
queja. Sam entorna los ojos. «Lo que me faltaba», piensa.
—Sam…, ¿qué demonios? —dice Jenna sorprendida—.
¿Qué rayos está pasando?
—Lo mismo me estoy preguntando desde que me
secuestraron —le contesta Sam sonriendo falsamente.
—Oh, no, Dios santo —dice Jenna haciendo una mueca—.