Rebeca se levanto como un resorte en cuanto escucho la alarma de su teléfono, era jueves y ya casi podía saborear el fin de semana, que quedo rápidamente descartado por recordar a su hermana menor visitándola. Suspiro pesadamente y fue al baño arrastrando los pies, mientras el gato seguía acostado en la cama, la vio entrar al baño y cerrar la puerta, así que volvió a hacerse bolita de nuevo en la cama.
Se quito la ropa rápidamente, pero con pesadez y entro a la ducha, para despejarse, alistarse e irse a la escuela. Rebeca tenía claro que no podía faltar ese día, pero aun así no quitaba que quería hacerlo. Salió de la ducha y se puso ropa interior, que tenía en los cajones del armario en el baño, así que salió sin toalla al cuarto, Umar levanto la mirada cuando la escucho salir.
Mierda, mierda, mierda. Pensó Umar al verla salir solo con ropa que ni cubría mucho así que salió corriendo del cuarto maullando, topándose con Jesica en el pasillo, que también iba con ropa interior, pero al menos con una bata encima.
La siguió a la cocina, donde la muchacha le dejo en el suelo un plato con comida, del mismo material del que Rebecca le había dado el día anterior.
-Apenas son las 6- Escucho a Jesica mientras veía el reloj de la cocina. EL aun así se enfoco en comer por que, aunque no tenía hambre, no quería tenerla durante la ausencia de ambas chicas en la casa.
Escucho pasos por la escalera y no paso mucho hasta que Rebeca llegara a la cocina. La muchacha tenía una toalla en el cabello. Llevaba una bata de baño y unas pantuflas blancas que no había visto a pesar de que el día anterior husmeo por toda la habitación.
- ¿Vas a prepararte algo? -Pregunto Jesica mientras metía un pan a la tostadora.
-No, solo te encargo esto- Dijo sacando un empaque de la nevera y dejándolo en la barra. También saco una caja pequeña color rosa y la dejo a un lado. Metió el empaque al microondas y Jesica asintió.
- Ve tranquila, pero apúrate- Agrego únicamente Jesica mientras volvía su vista a su celular. Rebeca volvió a su habitación para vestirse con el uniforme.
-Ah cierto, Susan viene el fin de semana- Jesica hizo una mueca, señal de que aquello no le gustaba, en especial por que su compañera se ponía de un humor de los mil demonios cada que su madre o su hermana la veían. La historia con su padre era distinta.
-Olvídalo, desapareceré todo el fin de semana- Aviso Jesica, Rebeca soltó una queja mientras desaparecía escaleras arriba, luego vio al gato- Y si tienes suerte, te llevo conmigo, pequeño. No quieres estar aquí esos días- Le dijo como si la entendiera, lo que no sabía es que realmente la entendía.
Rebeca en cambio se apresuró a vestirse, debía ir a la preparatoria y después pasar a comprar cosas para Susan. Envió mensaje a sus otras dos compañeras avisando de la llegada de Susan y como era de esperarse, solo Miranda se alegro de la llegada de la fastidiosa de Susan.
Una vez se puso la blusa del uniforme, que ese día era la de color azul, se puso unos jeans y unas botas sin tacón. Ya que a pesar de que parecía que no llovería, no podía asegurar nada en esa ciudad. Además, o quería problemas con los vigilantes esos días, en especial por que no quería que Susan le fuera con una queja a la pesada de su madre.
Bajo de nuevo encontrándose con su almuerzo ya empaquetado, junto a la caja de cartón que tenía leche saborizada a fresa. Se despidió únicamente con palabras de Jesica y acaricio al gato antes de irse tras meter el almuerzo a su bolsa y caminar a la escuela. Eran a penas las 6 con treinta de la mañana. Pero estaba bien ir tranquila y llegar temprano a casa.
Rebeca vivía actualmente en la ciudad de Puebla, una ciudad de la republica mexicana. Aunque no nació ahí, se había criado en otra ciudad llamada Querétaro, aunque realmente estaba a las afueras, una familia bastante católica, bueno, al menos por parte materna. A su padre en cambio siempre había sido un hombre ateo, lo que era muy extraño para ella, ya que cuando era joven no entendía por que se había casado con su madre, hasta que, sacando cuentas, se dio cuenta que fue por ella misma.
Ningún bebé prematuro de 7 meses y medio pesaría casi los 4 kilos.
Aquello había sido para su madre, el principio de toda su amargura; su padre era policía, casi nunca en casa, así que su madre siempre la crio con sus ideales católicos, pero Rebeca jamás le intereso realmente el tema, solía pasar mas tiempo pensando que había más allá de los 4 muros de lo que era su casa, aparte de la iglesia y la escuela.
Cuando estaba con su padre, el solía llevarla a parques o lugares aledaños, eran sus mejores momentos. Luego nació su hermana menor, Susan Brutts, la adoración de sus padres; pronto Rebeca paso a segundo plano, pero eso solo significaba mas libertad para salir al jardín o jugar en la calle, así que no le molesto en absoluto.
Rebeca creció con mas libertad por que su madre estaba ocupada con su hermana y su padre con el trabajo, Rebeca se juntaba con las malas amistades de baja educación, como solía llamar su madre a sus amigos. Pero ellos eran realmente agradables con ella, nunca se sintió realmente asustada por ellos, a su padre incluso le agradaban, así que su madre y su hermana pasaron a segundo plano. Se hizo muy cercana a uno de ellos y como consecuencia, su madre la mando a estudiar a otra ciudad.
-Como si quisiera estar allá- Gruño pateando una piedra. Se dio cuenta que ya iba por el callejón donde encontró al gato hace dos días, los chiquillos ya deberían incluso haber olvidado el tema.
Como sea, agradecía a su madre por mandarla lejos. Podría hacer lo que quisiera sin la necesidad de estarle dando explicaciones, por que, a fin de cuentas, quien le depositaba el dinero extra, era su padre, no ella. Y a su padre le encantaba escuchar sus historias con sus amigos.