Mi general

Pánico

Misato entró en pánico al tirar el cuerpo hacia adelante, cayó de la silla. Quedó sentado en el suelo, sonrojado y avergonzado, mientras Tori no podía dejar de reírse. Sus ojos, llenos de sorpresa, se encontraron con los de Tori, que brillaban con picardía.

—Eyyy, vamos, levántate. Solo era una broma.

Tori ayudó a Misato a levantarse.

—Usted siempre está bromeando conmigo. Me gustaría que entienda que si fuera mujer, esto sería acoso laboral.

Misato lo miró con desdeño y pensó: "Maldito pervertido".

—JAJAJAJA, dale, siéntate y procura no caerte.

—Veo que hoy está muy elocuente.

Misato se puso a cargar los planes estratégicos, intentando no pensar en lo que había pasado. Levantó la mirada y se dio cuenta de que el general no estaba. Consultó su reloj: eran las 00:10 pm. —Mierda, otra vez me quedé hasta tarde... Ya es tarde para comer. Mejor salgo a estirar las piernas.

Se levantó y salió de la tienda. Se sentó en el pasto y se encendió un cigarrillo. —Dios, qué paz... Ahora que lo pienso, pasaron muchas cosas... ¿Qué pensará el general?

Mientras Misato estaba inmerso en sus pensamientos, Tori apareció sorpresivamente.

—Desde cuándo fumas?

—Desde que me gradué...

Tori se sentó a su lado y le habló mientras contemplaba el cielo. Misato giró la mirada suavemente y no pudo evitar contemplar la belleza del general bajo la noche estrellada. La luz de la luna proyectaba sombras suaves sobre su rostro, delineando sus pómulos y la línea de su mandíbula. Sus ojos, oscuros y profundos, parecían reflejar el cielo nocturno. Misato sintió un calor invadir su cuerpo y se sonrojó.

—Ey, ¿te sientes bien? Estás colorado... Hoy no descansaste, hace calor y te estoy explotando. Perdón.

—No se preocupe, soy su subordinado y trabajaré hasta que usted me diga.

—Mmm, no quiero que te sobreexijas.

—Bueno, ya terminé de fumar, mejor regreso a terminar.

Se levantó, pero Tori lo agarró de la mano y le dijo: —Te espero en mi tienda.

Misato se sonrojó y no pudo evitar entrar sin decir una palabra.

Eran la 1:00 am y Misato seguía dentro, vagando en sus propios pensamientos. —No pude trabajar, no paro de pensar... ¿Qué carajos le pasa? ¿Será lo que pienso? No, es imposible, es muy masculino para eso... ¿Para qué querrá que vaya? No podía más del nerviosismo. Golpeó la mesa con sus manos y se golpeó los cachetes. —Vamos, Misa, no te vas a enterar si no vas.

Se dirigió a la tienda del general. La noche estaba cerrada, envuelta en un silencio casi tangible. Las estrellas brillaban con intensidad en el cielo oscuro. De a poco, vio una luz tenue al acercarse. Era Tori, fumando un cigarrillo, su silueta recortada contra la luz de la tienda.



#6696 en Novela romántica

En el texto hay: amor, amigos compañeros

Editado: 03.11.2024

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