LA TORRE FELIZ
Era lunes, hoy me iba a París. Sí, hoy. Y, ¿con quién voy a ir? Sí, con los hermanos Johnson.
Me levanto a las 6.00 am, llevo dos semanas sin ver a Paris, no se donde se ha metido. La vi un día entrenar cuando fui a hablar con Summer, ni siquiera me miró. Ahora me siento con Summer para comer, y Paris me esquiva tanto que se sienta con Clara, incluso una vez se llegó a sentar con Evelyn en lugar de sentarse conmigo. Le pregunté el otro día a Summer sobre Paris, pero ninguna de las dos sabe nada, desde mi incidente con ellas en la cafetería no hablamos, ni siquiera nos dirigimos la mirada. En parte, esto es bueno, porque he conocido muchísimas más facetas de Summer y ahora somos más unidas. Dejando a un lado a Paris, ahora me llevo muchísimo más con los chicos de mi equipo de baloncesto, a veces me siento a comer con ellos, otros voy con Summer, y otros directamente voy a comer con Will fuera de esas cuatro paredes. Mi relación con Will es más unida, nos llevamos muy bien. Hablamos todos los días, sino por WhatsApp, en los pasillos del instituto y sino quedamos para estudiar o tomar algo. Había quedado con él en vernos directamente en París, él irá con sus hermanos y yo... Bueno, yo iré sola, sola y con un buen libro para el viaje.
Después de ducharme y vestirme con unos vaqueros blancos y un suéter rosa chicle, combinado con unas converse blancas. Salgo de mi habitación, cojo la mochila para dirigirme al aeropuerto. Antes de subir al avión llamé a mis padres y me despedí de ellos. Tras muchos "lleva cuidado" de mi madre, y muchos "pórtate bien" de mi padre, subo al avión y el capitán puso rumbo a París, la supuesta ciudad del amor.
El viaje fue largo, pero junto a Elle Evans y Noah Flynn, todo se hace más ameno, si no sabéis de quienes hablo, ellos son los protagonistas de "The kissing booth", es uno de mis libros favoritos y me encanta sobre todo la escena de la piscina, donde Noah y Elle tiene un encuentro un poco desafortunado.
Bajo del avión, junto con mi maleta para nada grande (notar el sarcasmo). Una limusina negra con ventanillas tintadas me esperaba en la entrada del aeropuerto parisino, me subo y un hombre de unos 50 años me lleva hasta mi hotel. Tiene barba kilométrica y el pelo negro, tenía un acento francés precioso, no se porqué pero me encanta este acento.
Entro a mi habitación tranquilamente. Aún no me he cruzado con ninguno de los hermanos Johnson, lo que es bastante raro. Aunque lógico, ¿no? El hotel es súper grande. Mi habitación constaba de dos plantas, era más bien un ático o algo así. Tiene dos plantas, en la planta baja estaba el salón y la cocina y subiendo las escaleras estaba la habitación, el vestidor y el aseo. Mientras colocaba toda la ropa que había traído en el vestidor, oí un ruido, bueno, más bien oí a alguien arrastrar una maleta con dificultad por la moqueta de la planta baja.
Iba bajando las escaleras para ver quién era, cuando me choco con alguien. Nos tropezamos y acabo encima suya al final de las escaleras.
—¡Hola, princesa! —solo con ese apodo ya se de quién se trata.
—¡Hola, principito! —me burlo.
—Diría que lo siento, pero estoy demasiado contento por esto —dice con una amplia sonrisa, dejándome a mí con el ceño fruncido.
—¿A qué te refieres?
—Ah, ¿no lo sabes? —negué con la cabeza. Era obvio que no sabía de qué me hablaba, sino no le preguntaría.— Tenemos que compartir habitación no quedan más.
—¿¡CÓMOOOOO!?
—Sí, y...
—¿Cómo, hay más? —mi voz ya suena relajada y noto que él también se relaja.
—Sí, bueno, quería decir que solo hay una habitación —no me quedan palabras, ¿tengo que compartir la cama con él? ¿No puede dormir en el sofá?
—Hay un sofá, sabes.
—Tengo mal la espalda, princesa —siempre tiene una maldita excusa para todo. ¡Agh!
No sé qué me molesta más, si el hecho de que este maldito viaje estuviera tan mal planeado como para que falten habitaciones; o el hecho de que me encanta la idea de dormir con él. ¡Nora contrólate!
—Bueno, está bien. Pero, ¿ahora que hacemos?
—Había pensado, ya que mis hermanos están ocupados, que podríamos dar una vuelta por la ciudad. Tú y yo, solos.
—¡Me encantaría! —exclamo haciendo caso omiso a sus últimas palabras.
—Muy bien princesita, usted primero —hace una reverencia para que yo pasase primero por la puerta. Me cuelgo el bolso y salimos.
La chica que está en el mostrador de la entrada nos recomienda un par de sitios los cuales visitar y algunos restaurantes donde la comida es exquisita. Nick lleva algunos planos de museos y esas cosas, así que él manda. Nos dirigimos a la boca de metro más cercana para ir al Museo del Louvre, desde muy pequeña he viajado con mis padres a distintos lugares donde acababa metida incluso en 5 museos distintos el mismo día, al principio era una mierda, pero cuando fui creciendo me apasionaba más y más cada una de las pinturas, esculturas o escritos que podías encontrar en cada uno de los museos. Es todo un mundo nuevo de secretos y misterios, historias detrás de cada uno de esos cuadros de artistas famosos o incluso anónimos. Y ahora, es algo que me apasiona visitar, pero tranquilamente, no vuelvo a ir a 5 museos distintos el mismo día. ¡Es una locura!
— Las damas primero —dice de forma cortes Nick para que subiera al vagón del metro.
— Vale, entonces pasa tu primero —respondo riendo. Pasa anonadado por mi ingeniosa respuesta y luego entro yo.
—¿Qué pasa? ¿He ofendido tu masculinidad? —intento sonar sería, pero unas cuantas carcajadas salen por mis labios y arruinan el momento.
—No —dice algo cortante— ¿Puedes parar de reír, foquita? —Ahora es él quien ríe. El hombre de enfrente deja su periódico aun lado para observarnos, parece divertido de vernos.