Mi Jefe Antirromántico

Capítulo 3. La deuda de papá.

—TAYLOR—

—¿Ya oíste? Están buscando personal de nuevo. La mitad de los que contrataron la última vez han sido despedidos por el señor Ross —comenta una de las recepcionistas en voz baja.

Volteo hacia ellas; son guapísimas y esbeltas, como si fueran modelos impolutas, mientras recogen sus cosas listas para salir. Yo, en cambio, estoy aquí, esperando a Julia para empezar nuestro turno de limpieza en el departamento de Recursos Humanos.

Por suerte, no he tenido que volver a los últimos pisos. Algunas compañeras han tenido que subir por los turnos rotativos, pero yo he logrado evitarlo. No quiero volver a enfrentar al dueño de la empresa después de arruinarle sus zapatos, que seguramente valen más de lo que gano en todo un año.

—No hables tan alto —advierte la otra recepcionista—. A este paso, nos podrían transferir a otro departamento. ¿Te imaginas que te pongan como secretaria del jefe? Dios, no, qué pesadilla.

—Sí, pero ¿sabes cuánto pagan por ese puesto? El doble de lo que ganamos nosotras como recepcionistas —responde la primera con un suspiro—. A veces lo he considerado, pero me da miedo arriesgarme y perderlo todo.

Mi corazón da un salto al escuchar eso. Están contratando personal. Quizás, con un poco de suerte, podría conseguir algo mejor que limpiar oficinas. No pido mucho, incluso si me dieran un trabajo de mensajera, sé que ganaría más que ahora con la empresa de limpieza.

La idea me llena de esperanza, aunque soy consciente de que nada será fácil aquí.

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—Listo, ¿me veo bien?

—Sí, pero intenta sonreír un poco más. Tu boca parece rara, como si estuvieras enojada —dice Drake, apuntándome con la cámara de mi celular.

Respiro profundamente y trato de relajarme en la silla, acomodándome de espaldas a la pared más limpia de nuestro pequeño departamento.

Hoy, antes de llevar a Drake a la escuela, planeo terminar de alistar mi currículum. Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que hice uno, que siento que estoy empezando desde cero. Necesito una foto para actualizarlo, y aunque no sea profesional, tiene que servir.

Drake toma varias fotos, muy concentrado en su tarea, hasta que, finalmente, asiente satisfecho.

—La tenemos.

—¿De verdad? —me levanto de la silla rápidamente y corro hacia él.

Drake me muestra un par de fotos en la pantalla. Lucen sorprendentemente bien, considerando que las hicimos en casa. No son profesionales, pero no tengo dinero para pagar un estudio.

Esto será suficiente.

—Gracias, eres un fotógrafo increíble —le digo a Drake, dándole un abrazo rápido.

Él sonríe con orgullo mientras me entrega mi teléfono.

—Sé que vas a conseguir ese empleo, eres increíblemente buena y responsable —dice, con total convicción.

Esbozo una sonrisa esperanzada.

—Voy a dar lo mejor de mí.

Después de dejar a Drake en la escuela, me dirijo a RossProtect Services con mi currículum impreso en mano. No pienso quedarme quieta esperando una llamada que podría nunca llegar. Al menos quiero intentar hablar con alguien y entregarles mi información directamente.

Llego a recepción, vistiendo el único vestido formal que tengo. Aun así, me siento fuera de lugar cuando veo lo impecablemente vestidas que están las dos recepcionistas esta mañana. Parecen salidas de una revista de moda, y yo... bueno, solo espero dar una buena impresión.

—Buenos días —digo, tratando de sonar segura—. Escuché que están contratando personal, y vengo a entregar mi currículum.

Una de las chicas, sin apartar los ojos de su computadora, apaga el auricular inalámbrico que lleva y niega con la cabeza.

—No aceptamos solicitudes impresas. Todo el proceso es digital —responde de manera mecánica, como si estuviera acostumbrada a decirlo cien veces al día.

—Ah, ya lo hice —respondo rápidamente—. Ya envié mi currículum a la página.

La recepcionista asiente ligeramente, sin mirarme.

—Perfecto, entonces solo tiene que esperar. Si pasa los filtros, le llamarán para agendar una entrevista.

Asiento con una pequeña sonrisa deprimente.

—Comprendo, muchas gracias.

Por alguna razón, sus palabras me golpean con fuerza, haciéndome aterrizar de cara en la realidad. ¿Cuántas personas se habrán postulado para esos puestos? Ni siquiera sé cuántos cupos hay.

Respiro profundamente y me acerco a uno de los pocos muebles del lobby. Está vacío, así que no creo que moleste si me quedo unos minutos para calmar mis nervios.

Levanto la vista y observo las pantallas que adornan las paredes, mostrando comerciales sobre la empresa. Me impresiona saber que han trabajado incluso con el gobierno. Cada imagen que aparece refuerza lo pequeña e ingenua que me siento en este momento.

—Debe haber muchísima gente mil veces más capacitada que yo postulándose —murmuro para mí misma—. Estoy segura de que aceptarían cualquier cosa, incluso un trabajo archivando, con tal de estar en un lugar como este.



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En el texto hay: romance, amor, falso compromiso

Editado: 14.12.2024

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