Horas después.
Washington, donde todo mi dolor empezó y también donde fui feliz, miro antes de cruzar la calle, si mal no recuerdo este es el momento dónde el presidente está jugando en su enorme patio.
Años antes.
- hija mía - dice pegándole a la pelota- no pensé que fueras a venir.
- que es lo que quieres Rodrigo - él rueda los ojos con fastidio - no tengo tu tiempo
- seré claro - asentí- necesito que dejes que un gran cargamento entre por el puerto - niego mientras rio- el 15% será tuyo.
- señor presidente no todos somos como usted- digo mirándolo con superioridad- yo si soy honesta, papi- le recuerdo.
- Mía por favor todos tenemos un precio - asiento - ¿cuánto quieres?
- te lo pondré así padre - desenfundó mi arma - si estás metido en ese negocio y soy yo la que los está cansando serás mi segundo blanco - le apuesto y sus guardias me apuntan a mí
-no seas tonta Mia - dice levantando la voz - con ese pensamiento nunca llegarás a ningún lado, te matarán si disparas el arma - le apunto a su cabeza.
- que no senté olvide que respiras porque yo lo hago querido presidente- pongo mi arma en su lugar - si se antoja aparezco y mueres.
En la actualidad
- señorita- dice un hombre alto - ¿tiene cita previa?- niego - no puedo dejarla entrar entonces.
- dígale a su presidente que su hija está en casa - el hombre habla por el auricular que tiene en su oreja.
- disculpe señorita- se hace a un lado - el señor la espera en la sala principal.
Camino por el enorme patio que tiene, mirando a todos lados más de 100 guardias, seguro que ahí después de todo es el presidente, la máxima autoridad y el hombre más corrupto que conozco.
Entro a la casa, mis ojos viajan a todo lo que alguna vez soñé tener, una gran casa, mi mamá, mi papá y yo siendo felices, un gran patio y una gran alberca.
- Hola - digo entrando a la sala principal - ¿qué tal pad...- mis palabras quedaron en el aire cuando veo a Nicolás Maldonado poniéndose de pie mirándome fijamente.
- hija mía -habla Rodrigo- ven a salud a tu esposo- me cayó un balde de agua fría.
- hola de nuevo Hazinem- mi padre tiene una gran sonrisa
- hija no seas maleducada- su calidez al hablar me da asco - tu esposo vino a verte.
-No es mi esposo- digo mirándolo - para qué me llamo señor presidente- él se sienta.
- tu marido vino a buscarte - él sonríe, ¿cuánto le habrá dado?
- pasaron muchos años Hazinem- asiento poniendo distancia entre nosotros- pensaste que podrías huir toda la vida.
- no estaba huyendo- me cruzo de brazos- es más, siempre estuve en el mismo lugar que tú seas un fracaso para localizar a una simple niña estúpida, no es culpa mía.
- los dejaré solos - dice mi padre, pero Maldonado le apunta con el arma.
- volvamos a casa - niego mientras camino por la sala- te vas conmigo o él muere.
- okay- digo mirando al presidente temblando como el cobarde que es - que el disparo sea en la cabeza.
Salgo de la sala y escuchó un disparo, sonrió negando con la cabeza mientras bajo las escaleras a paso velos.
- suéltame -me pega a él y siento su calidez.
- te vienes conmigo - intento deshacerme de su agarre, pero no lo logro, me carga como un costal de papas.
- desgraciado- grito y lo escucho reír - señor presidente acaba de obtener un enemigo muy poderoso cuídese las espaldas - él solo mira desde la puerta " mi marido" ríe pegándome una nalgada
El camino fue bastante largo más porque me ató para que me quedara quieta, me puso una mordaza para que dejara de gritar mientras el habla por teléfono para que mañana tengan listo el avión necesito salir de esta lo antes posible o no podré volver a escapar.
- bienvenida- cierra a puerta de la camioneta- ¿te gusta tu nueva casa?
Habla y habla demasiado, no puedo contestar, pero estoy obligada a escucharlo, me temo que voy a terminar en la cama del mafioso más tenido, siendo yo quien tiene que casarlo y meterlo en la cárcel.
- ¿te gusta? - pregunta mientras me quita la mordaza- la decore a tu gusto
- es horrible- él sonríe dejando un beso en mis labios- desátame.