No sé cuánto tiempo llevo caminando, pero tengo frío, varias veces me he planteado salir a buscar un abrigo y volver, sin embargo estoy segura que si me devuelvo, no entraré otra vez.
Mis oídos humanos captan un sonido metálico, me detengo. El sonido es casi imperceptible, pero lo suficiente para mí. Dudo en si ir a ver o no. Mi teléfono marca la hora, ya es tarde y a fuera está anocheciendo, no tengo la necesidad de usar algo que alumbre mi camino debido a que hay lámparas a cada cierta distancia. Otra vez oigo ese sonido, metal chocando.
Vamos, que no eres una cobarde.
Me digo armándome de valor, camino sigilosamente en la dirección del sonido y cada vez que me acerco más fuerte de hace ese sonido, junto a ese sonido que parecen ser cadenas chocando se escuchan quejidos. Me oculto detrás de una pared, porque no quiero que lo que sea que esté haciendo ese sonido me descubra.
—Sé que estás ahí —Una voz fría, ronca y aterradora me hace estremecer— ¿Christopher eres tú? —preguntó aquella voz y pude distinguir un poco de esperanza en su voz.
Respire profundo, me pare recta y acomode mi careta dispuesta a enfrentar quien sea que este ahí.
—No soy Christopher —Me felicite porque mi voz salió justo como quería, ruda y firme.
Salí de mi «escondite» para ver a un hombre de rodillas, con fachas realmente deplorables, todo su ser está impregnado de sangre y mugre. Sus brazos están llenos de heridas cicatrizadas y otras aún abiertas, sus manos están alzadas en extremos opuestos, sujetadas por cadenas. Un collar le aprieta el cuello enrojecido, su pelo cae sobre sus hombros y una especie de bozal impide que le viera el rostro.
—¿Y quién eres? —pregunta en el mismo tono de voz, su cabeza sigue agachada.
—Aquí las preguntas las hago yo —digo firme y una risa brota de su garganta, para luego soltar un quejido de dolor— ¿De qué te ríes?
—Eres una niña —Escupe esas palabras, yo ruedo los ojos y di un paso más cerca de él, pero aún estoy a mucha distancia.
—¿Una niña? —pregunto intrigada.
—Sí, se nota en tu voz, no pasas de medio siglo de edad, eres una licantropa que probablemente no ha encontrado a su loba, o no se ha transformado.
Joder, tiene razón.
—Puedo escuchar los latidos de tu corazón —Continua diciendo—, aumentaron levemente lo que significa que estoy en lo cierto. Pero eres astuta y al parecer tienes experiencia, tus latidos no aumentaron drásticamente y te has mantenido serena.
—¿Lo que significa? —pregunto burlona.
—Que eres una niña, con experiencia.
Las cadenas vuelven a sonar haciendo que las mire, las veo tomar un color rojizo, mi ceño se frunce.
—¿Te gustan? —pregunta el desconocido— Son de plata.
Eso explica porqué no puede soltarse. Su cabeza se levanta y yo veo sus ojos, dos filosas pupilas rojas me observaban, su mirada me recorrió de arriba a abajo.
—Nghmm —Ese quejido es de...
—¡Riana! ¡Por la Diosa! Estas bien —Hubiera sollozado de no ser por la persona que tengo al frente—No hagas esfuerzos Riana, recupera tu fuerza —digo emocionada, claro que no se notó nada por mi careta.
—Linda careta —dice forzosamente.
—Gracias —musito viendo como sus cadenas estan agarras a la pared— ¿De dónde conoces a Christopher?
En lo que espero su respuesta observo mi alrededor, tiene toda la pinta de una celda y miles de cosas para mantener el frio que estoy sintiendo, la temperatura esta como a cinco grados Celsius, no sé cómo él lo soporta.
—Nuestra relación es un poco complicada —Las cadenas vuelven a sonar y yo miro en su dirección, vuelve a tener la cabeza abajo— No sé cuánto tiempo llevo aquí, pero hace no mucho tiempo vino un tipo que reconocí por todo el daño que me hizo en el pasado.
—Christopher supongo —Interrumpo su relato.
—¿Tus padres no te enseñaron a no interrumpir a los mayores, niña?
—Mi relación con mis padres es un poco complicada —respondo con socarronería, su vista se alza para volver a fijar sus pupilas filosas en mí.
—Mmm La...y.
—Riana no te lo voy a repetir, no hables, debes recuperar tus fuerzas —Le repito mentalmente.
—Como te estaba diciendo antes de que me interrumpieras, niña —Gito los ojos y me dispongo a callarme para poder escuchar su relato—. Yo estaba en una especie de coma se puede decir, Christopher me despertó y llevo casi una semana aquí.
—¿Por qué me cuentas todo esto? —pregunto acercándome más a él, evitando mirarlo a los ojos.
—Me preguntaste, te respondí —dice, de alguna manera esquivando también mi mirada.
—¿Por qué confiar en mi para contarme todo esto? —Resisto las ganas de abrazarme a mí misma, hace mucho frio.
—¿Por qué quedarte aquí y escuchar mis respuestas? —Las cadenas volvieron a sonar y sus pupilas rojas, lo único que podía distinguir de sus ojos volvieron a conectar con los míos.
—Lay...la...él... —Ignoro a mi loba, a pesar de que estoy emocionada por ella, no debe hablar, tiene que recuperar sus fuerzas.
—Yo pregunte primero —digo al desconocido encadenado.
—Llevaba varios años en este especie de «coma» —Comienza a explicar—, cuando Chris me despertó lo primero que hice fue buscar a mi lobo, no sentía su presencia, pero sabía que estaba ahí sino fuera así, estas cadenas no me harían daño, era como si mi lobo estuviera...
—Apunto de morir —Completo por él, al darme cuenta que de alguna forma somos similares en eso, el desconocido asiente.
—Tus ojos despertaron a mi lobo —dice de pronto con su mirada clavada en la mía.
—Layla... e...
—¿Qué?
—Justo ahora, cuando te miro a los ojos, mi lobo se remueve e intenta hablarme —Me quedo callada— ¿Te pasa algo similar no?
—Si te libero... —Comienzo la frase sopesando la idea, desviando mi mirada para pensar mejor.
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Editado: 08.08.2022