Me despierto con los ánimos renovados, después de pensar y pensar, descubrí que definitivamente jamás me había topado con algún hombre tan siquiera parecido a Íker y no lo digo de una buena manera precisamente, sino todo lo contrario. Con mi ex en el tiempo que estuvimos juntos, jamás me humilló o me hizo sentir que era menos para él y es ahora que cuando sé que a pesar de que si me sentí mal al descubrir sus... gustos, él no tiene la culpa de nada, evidentemente necesita una disculpa mía por haber sido una persona inmadura y comportarme cómo tal.
¿Destruir sus trajes?.
Vaya inmadurez.
Así que voy a citarlo para conversar y pedirle disculpas, claro está, el domingo que es mi día libre.
Me levanto y me arreglo lo mejor que puedo, con la cabeza en alto salgo y como lo he estado haciendo voy a despertar Giuseppe, quién lo hace de inmediato y se le nota un semblante mejor.
—¿Por qué tan feliz Giuseppe? — inquiero sonriendo mientras lo ayudo a sentar en su silla de ruedas.
—Mi nieta va a venir y tal vez llegue hoy. —responde y de inmediato mi sonrisa se borra.
—Oh. — es lo único que puedo articular.
¿Vendrá sola o con la madre?.
—Sí, mi hijo vino temprano en la mañana a saludarme y dijo que se iba a arreglar unos papeles en el trabajo y que después iría a esperar al aeropuerto. — contesta y yo asiento llevándolo hacia el comedor, ya que hoy amaneció el día frío.
—Qué bueno por ustedes Giuseppe.
No preguntes si viene sola Pau.
No preguntes si viene sola Pau.
—¿Y viene sola o, con la madre?.
Ahhh.
Tonta.
Te dije que no preguntaras.
Oh, ahora recuerdo la sillita de bebé en su auto, claro es de su hija.
—Viene con Franchezca su madre, es todavía muy pequeña para venir sola.
Asiento y lo acomodo en la mesa.
—Voy a buscar tu desayuno, espérame ¿si?.
Asiente y sonrío, voy hacia la cocina y en ella está Antonella y la otra chica que no sé como se llama.
—Buenos días. — saludo para empezar a tomar unas frutas y llevarla para proceder a picar.
—Buenos días, picolina. — saluda una sonriente Antonella, quien acomoda todo, incluida mi fruta en una charola, yo me sirvo una taza de café tomándola en la cocina.
—¿Se encuentra bien, señorita Paulina? — me pregunta la chica.
— Si —respondo asintiendo con mi cabeza, pero me avergüenzo al no saber su nombre y ella si conoce el mío. —disculpa, pero... ¿Cómo te llamas? — inquiero avergonzada.
—Ámbar señorita. — me responde con una sonrisa.
—Mucho gusto Ámbar, tienes un lindo nombre, pero quítale ese señorita, solo Paulina, estamos.
Asiente y vuelvo a sonreír, creo que seremos buenas amigas, estoy segura de eso, termino mi café y le pregunto si ella no va conmigo, pero niega argumentando que tiene cosas que hacer, yo asiento para salir dejando lavando mi taza.
—¿Por qué te demoraste? — inquiere Antonella.
—Estaba conociendo a Ámbar, parece una buena chica.—musito empezando a untar mermelada en una tostada y se queda en medio camino al darme cuenta de que no he llamado a Viky, que mala amiga soy, me hago una nota mental de llamarla luego.
—Sí, es buena chica y no le gusta desayunar con nosotros, ni comer, varias veces le hemos dicho que haga, pero nunca a querido.—contesta Antonella llevándose el vaso de jugo a su boca.
—Es una muchachita terca esa pequeña. — esta vez el que habla es Giuseppe quien está comiendo sus huevos.
—Oh, bueno, quizás tiene vergüenza en comer con los dueños y parece que es bastante tímida.
—Lo es. —asegura Antonella y Giuseppe asiente de acuerdo.
Desayunamos tranquilos y debo decir que la ausencia de Íker me permitió disfrutar de la mejor manera el desayuno, sin embargo, la llegada de su hija y la madre de ella me tiene un tanto inquieta ¿Cómo será?, me preguntaba. Antonella dijo qué Franchezca había llamado ayer y que le había dicho que iba a venir de visita, deduzco que por la forma tosca que pronuncia su nombre se ve que, no le cae para nada bien a ella, por el contrario, de Giuseppe, quien está ansioso por su llegada, cuando él hablaba de lo emocionado que estaba yo podía notar como Antonella ponía los ojos en blanco a cada tanto, esa acción por parte de ella me causó gracia.
Después del desayuno empezamos hacer los ejercicios y me alegro al ver que Giuseppe ya no hace las muecas de dolor, ahora sé que está funcionando la rehabilitación y depende mucho del esfuerzo que sé que está haciendo él, ya que está haciendo lo posible por volver a caminar y lo admiro mucho por esa fuerza que pone cada día en intentar caminar, independientemente de que lo llevó a ese estado ahora quiere ponerse de pies y al paso que vamos sé que lo va a lograr.
Hoy pensaba llevarlo a la piscina, pero como amaneció haciendo frío se me estropearon los planes y bueno tuve que improvisar, así que llené la bañera y en medio de ella hice que empezara a moverlas bajo el agua, ya que con el peso, hace que haga un poco de fuerza para mí lo hizo perfectamente.