Mi Loco Amor...

Capítulo 26*

Íker...

Ver el rostro fúrico de Franchezca y su descarada declaración de que soy suyo tan abiertamente, me molesta en sobremanera.

¿Acaso soy ganado?

¿Cómo se atreve a decir que soy suyo?

¿No recuerda el por qué nos separamos?

Me levanto y me acerco a ella, quien está tan enojada que pareciese que va a escupir fuego.

—Deja el drama por favor Franchezca. 

—Drama, drama, no es ningún drama, estoy molesta al ver como una enfermerucha quiere quitarme tu amor cariño. —farfulla mirándome—. ¿Acaso no te das cuenta de que ella quizás está contigo por tu dinero?, yo tengo el derecho de reclamarte porque tú aún me amas, solo tenemos que intentarlo, amor.

—¡Basta!—Paulina se levanta exaltada para acercarse—. ¿No tiene vergüenza y amor propio acaso?, ¿no ve que Íker ya la olvidó, por eso quiere intentarlo conmigo? — pregunta ella exaltada y con sus brazos puestos en jarra—. Y no conoce nuestros sentimientos para que vaya por ahí soltando injurias, además, no soy ninguna interesada ni arribista. — sentencia Paulina y verla toda enojada y defendiendo lo nuestro, me dan ganas de besarla y tomarla aquí mismo.

—Tú no te metas, no te incumbe nada de nuestro matrimonio, eres una entrometida, él aún me ama, es únicamente que tiene que darse cuenta. — escupe con rabia y luego me mira—. Yo tengo todo el derecho de reclamarte como mío, ya que así lo es.

—No, no tienes derecho, no soy un objeto que puedes conseguir como si estuviera en venta y adueñarse, además nosotros ya estamos separados y creo que no quieres que sepan los motivos de nuestra separación, ¿verdad? — inquiero susurrando y mirándola desafiante.

—No te atreverías. —susurra ya bajando la voz.

Alzo una ceja retándola.

—No me tientes Franchezca que no sabes de lo que soy capaz. 

—Tú dijiste que me habías perdonado. — dice y asiento con mi cabeza.

—Si, ya quedo en el pasado y por eso estoy rehaciendo mi vida con Paulina, así qué no voy a permitir qué te metas entre nosotros.

—Pero...

—Querida Franchezca. — mi padre es el que habla acercándose a nosotros—. Ustedes ya están separados y aunque yo te aprecie mucho, ya mi hijo está rehaciendo su vida con una buena mujer, ¿por qué mejor no te calmas y nos a compañas a comer? — inquiere mi papá intentando calmar la situación.

Franchezca niega y mira hacia donde Paulina está. 

—Yo no pienso compartir la mesa con esa mujercita. 

—Franchezca.— advierto.

—Mami, ¿por qué estás enojada?.—inquiere mi pequeña temerosa al ver como su madre está visiblemente molesta.

—Pequeña vamos a traer un helado para comer de postre, ¿te parece? — interviene mi nana y mi hija asiente mirando a su madre quien está mirándonos fúrica, mi nana por su parte toma en brazos a mi hija y sale con ella a la cocina.

—Van a arrepentirse por lo que me están haciendo, esto me las pagas Íker. —amenaza saliendo nuevamente de la casa haciéndome suspirar.

—Franchezca aún sigue enamorada de ti hijo, tienes que comprender. — explica llamando mi atención, me giro para mirar a mi padre, tomo la mano de Paulina y le llevo a sentarnos en nuestros puestos—. Pero me alegro por ustedes, aunque debo reconocer que yo ya me había dado cuenta de que algo pasaba entre ustedes y solo esperaba para saber cuanto se demoraban.— expresa sonriendo para luego tomar el vaso de agua y proceder a beberla.

—¿Ya se fue? —cuestiona mi nana entrando con mi hija en brazos, quien sostiene una copa de helado.

—Isis, primero tienes que comer hija, después te comes el helado.

—Pero papi. — refuta ella mirándome con esos ojitos suplicantes.

—Pero papi nada, primero la comida y luego helado. — sentencio. 

—No seas duro con la niña. — dice Paulina sonriéndome.

¿Podría acaso negarme a algo que diga ella?

—Está bien Isis, come tu helado, pero más tarde comes todo.

Ella emocionada lleva una cucharada de helado a sus labios y cuando traga asiente. 

—Sí, papito. —asegura volviéndose a meter otra cucharada de helado.

—Tendrás que compensarme. — susurro a Paulina en su oído haciendo eriza su piel.

Un carraspeo nos hace separarnos sonrojados. 

—Hey muchachos, respeten—dice mi padre—. Espero y los nietos lleguen después, ¿me oyen?.

Ante la mención de nietos, mi cuerpo se tensa al igual que el de Paulina, la única vez que me cuidé fue cuando lo hicimos en el hotel y las demás veces, aunque no fueron muchas, lo hicimos sin protección. 

Mierda, ¿acaso soy un puberto de dieciséis años para olvidarme esas cosas?, aunque toda ella me vuelve completamente loco tanto como para olvidarme ese pequeño detalle, miro a Paulina, quien está de igual manera perdida en sus pensamientos. Reconozco que la hemos cagado en grande, pues ahora un bebé no sería una buena idea, sin embargo, imaginarme un hijo con Paulina y sus rasgos no estaría nada mal, pero también sé qué sería algo demasiado prematuro, pues estamos recién empezando algo y sería cómo apresurar las cosas.




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