Mi Luna es Mayor & Difícil

38. Alfa y Luna

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El viento olía a tierra tibia, a carne asada de fondo y a destino.

Johnny se encontraba en el centro de la plaza de Tres Cruces, parado sobre la tarima elevada que habían improvisado con tablones y flores silvestres.

Su camisa blanca estaba impecable, abotonada hasta arriba. El pantalón negro hacía juego con sus botas recién lustradas.

Parecía un hombre hecho y derecho.

Pero por dentro…

por dentro, Johnny era un adolescente alfa a punto de explotar de nervios.

Salvatore no ayudaba.

“Respira, Alfa. No es como si te fueran a coronar rey… bueno, sí. Pero en plan salvaje, sexy y con mucho testigo.”

Johnny respiró hondo, clavando la mirada en el gentío reunido frente a él.

Toda la manada.

Amigos. Vecinos. Aliados.
Hasta los niños inquietos y los abuelitos en sillas plegables.

Todos estaban ahí.

Esperando.

Roxana estaba en primera fila con su abanico y una mirada de “mejor que esto sea digno de TikTok”.

Kai y Elan estaban a un lado, tragando saliva y reacomodándose el cuello de la camisa como si fueran a ser presentados como alfa.

Brian le guiñó el ojo.
Adrián le hizo un gesto obsceno.

Y Rey…

Rey estaba a su lado, vestido de forma imponente, con ese aire de leyenda viviente que se cargaba desde que tenía barba y opinión.

—¿Listo, hijo? —le murmuró Rey sin mirarlo, como si hablarle mucho le quitara autoridad.

—Más o menos.

—Perfecto. Así debe ser. Si un alfa no tiembla antes de cargar a su manada… es que no entiende el peso.

Johnny asintió.

Y justo entonces…

El murmullo de la multitud cambió.
Las cabezas giraron.
Y Johnny sintió que el alma se le salía del cuerpo para verla llegar.

Catherine.

Vestida de blanco marfil, con un vestido largo, ligero, que ondeaba con la brisa como una promesa.

Su cabello suelto caía en ondas naturales, una corona de flores silvestres reposaba sobre su cabeza.

Caminaba hacia él con la gracia de quien conoce su poder… y aún se asombra de él.

Johnny sintió que el corazón se le detenía.

Otra vez.
Maldita sea, siempre con ella.

“Santa luna bendita… estamos casados, marcados y en celo. ¿¡Por qué sigue viéndose así de letal!?” gritó Salvatore con voz temblorosa.

Cuando Catherine subió a la tarima y se paró a su lado, Johnny le tomó la mano.

No por protocolo.
Sino porque si no lo hacía, se caía.

Ella le sonrió.

Y ahí, justo ahí, todo el pueblo supo que el nuevo Alfa… no rugiría solo.

Rey dio un paso al frente.

El viento le movía apenas la chaqueta, pero su voz salió con la firmeza de quien ha mandado y amado por igual.

—Manada Colmillo de Fuego—dijo, su voz resonando como un trueno suave—. Hoy me presento no solo como su Alfa, sino como padre. Y como padre, les digo que ya cumplí mi turno.

Un murmullo se extendió entre los presentes.

—He guiado esta manada por años, con aciertos, con errores… y con más canas de las que quisiera admitir. Pero hoy… paso la antorcha. Porque ya no soy el que debe rugir en la cima. Porque ya llegó el momento del que sí.

Se giró hacia Johnny.

Y por primera vez en mucho tiempo… lo abrazó.

Un abrazo fuerte.
De hombre a hombre.
De alfa a futuro alfa.
De padre a hijo que ya no era un niño.

—Johnny —dijo con una media sonrisa orgullosa—. ¿Aceptas el rol de Alfa? ¿Prometes guiar, proteger, servir y amar a esta manada con todo lo que eres?

Johnny tragó saliva.
Miró a Catherine, que le apretó la mano.
Miró al pueblo, que lo miraba con esperanza.

Y respondió con voz firme:

—Sí. Lo prometo.

Rey asintió.

—Entonces, por derecho de sangre, legado y luna… te presento ante esta manada como su nuevo Alfa.

Un rugido de aullidos, gritos y vítores estalló como una ola.

Johnny sintió que el pecho se le llenaba hasta reventar.

Rey se hizo a un lado.
Ahora era su turno.
Johnny respiró hondo.
Y levantó la mano.

El silencio volvió.

—Gracias —dijo—. Gracias por confiar en mí… y gracias por no huir al saber que soy un adolescente con problemas de sueño, pensamientos hormonales y un lobo interior con el ego de una estrella pop.

Salvatore gritó desde adentro:

“¡EL MEJOR DISCURSO! ¡SOY UNA ESTRELLA!”

Risas. Muchas risas.

—Pero fuera de bromas… yo no estaría aquí si no fuera por la gente que me sostuvo. Mi padre. Mi madre. Esta manada. Y… ella.

Johnny se giró hacia Catherine.

Y tomó su mano con ambas suyas.

—Catherine… Mi luna. Mi mate. Mi compañera. Mi amor. Hoy te presento ante todos, no solo como mi esposa… sino como la Luna de esta manada. Nuestra guía, nuestra voz, nuestro consuelo y nuestra fuerza.

Un grito de Roxana se oyó de fondo:

—¡REINA DEL PUEBLO, BEBÉ!

Johnny soltó una risa antes de continuar.

—Y como no todo Alfa gobierna solo…

Me toca nombrar a mi Beta.

Adrián tragó saliva desde la primera fila.

—Adrián... El más fastidioso, bromista, bocón, pero leal hasta la médula… te nombro Beta de esta manada. Porque aunque me vuelvas loco, no confiaría mi espalda con nadie más.

Adrián se levantó con los ojos vidriosos.

—¿Eso significa que puedo dar órdenes?

—Significa que puedes callarte un poquito más seguido —bromeó Johnny, y las risas estallaron otra vez.




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