"Now go stand in the corner and think about what you did
Ha, time for a little revenge."
~ Taylor Swift ~
En el mismísimo instante que mi mirada hizo contacto con la suya, sentí como si me quitaran una venda de los ojos. La realidad me pegó de frente y con fuerza, llegando a casi hacerme doler realmente. No podía ser cierto. No podía ser él. Allí, por segunda vez cruzándose en mi camino de la manera que jamás hubiera imaginado.
Todo debía formar parte de una maldita pesadilla. Sí, sería eso. En cualquier momento mi alarma sonaría en tiempo y forma. Me prepararía con calma y todos los hechos desafortunados que me ocurrieron no sucederían.
Cerré los ojos con fuerza deseando despertarme en mi cama…pero nada. Esas cosas sólo ocurrían en las películas. Suspiré frustrada y volví a cerrar los ojos pero esta vez para intentar tranquilizarme. No me llevaba bien con los espacios cerrados.
Era él. El desconocido de hace unas noches atrás. El mismo que se había burlado de mí, diciéndome en la cara que no era su tipo y que me veía como una niña. ¡Será de Dios!
Por supuesto que no me interesaba en lo más mínimo ser su tipo. Pero a cualquier chica adolescente le dolería escuchar de boca de un chico adolescente palabras despectivas sobre una. En fin, me lo había tomado como de quién venía. Pero ahí estaba de nuevo removiendo mis malos recuerdos.
Respiré hondo una y otra vez, necesitaba mantener la calma o sufriría un ataque de pánico. Y no quería eso sabiendome encerrada allí. Ahora no solo me perdería mi primera clase en mi primer día en la nueva escuela, sino que además, temía que nadie me encontrara allí hasta quién sabe qué hora.
Observé el pequeño salón en el que me encontraba. Era muy estrecho, demasiado. Apenas entraba yo y alguien más si hiciéramos el esfuerzo. Estaba abarrotado de útiles de limpieza, tantos y de tantos estilos que desconocía podían existir.
Me sentía una tonta por no haberme dado cuenta antes de tiempo que todo se trataba de una trampa. Pero mi ingenuo corazón solo fue capaz de creer que un chico había sido amable conmigo a pesar de su apariencia extraña. Una vez más me había equivocado.
Me lamenté por no llevar el móvil conmigo. Yo y mi bendita filosofía creerme capaz de no andar con ese aparatejo esclavizante para todos lados. Intentaba no usarlo, aunque papá no se cansaba de repetirme que debía tenerlo encima por cualquier emergencia.
(No importa cuando leas esto, los padres siempre tienen razón.)
Alisé la falda plisada color chocolate a juego con mi larga cabellera recogida en un lazo del mismo color. No podía perder la compostura ni dejarme llevar por los miedos. Pero aquel sitio estaba demasiado oscuro y pequeño.
Respiré hondo de nuevo. Cada segundo que pasaba allí dentro se volvía más difícil.
《 Inhala, exhala, Maca. Inhala, exhala. Tú puedes. 》
Pero los recuerdos de esa mañana, años atrás, comenzaron a aparecer en mi memoria como si de los capítulos de una serie se tratara.
El miedo se apoderó de mis músculos. Sentí como cada uno se adormecía provocándome una sensación de letargo que detestaba. Ese día me sentí así.
Respiré hondo. La cabeza comenzó a zumbarme y los latidos de mi corazón se aceleraron. Los músculos dormidos y el corazón despierto. Las manos me sudaban y los ojos se me cerraban. Por favor, no. No allí.
Respiré hondo pero el aire comenzó a faltarme y el miedo se incrementó. Mi espalda pegada a la pared de aquel cubículo con forma de nada, fue descendiendo sin esfuerzo hasta hacerme tocar el suelo. Me iba a desmayar.
Respiré hondo. No podía. Me sentí pequeña. Pequeña como ese día. Me iba a desmayar. Estaba segura. Cuando no podía enfrentar una situación mi cuerpo se apagaba. Y ahí estaba de nuevo. Como ese día…todo se apagó.
Silencio. Silencio. Silencio y calma. No había dolor, no había nada que enfrentar. Ya no estaba allí.
De pronto la voz de papá casi provoca que mi cuerpo reaccione. Pero no. No quería. No podía despertar. La voz de papá buscándome por toda la casa. Pero no. Yo no quería escuchar lo que tenía para decirme porque sabía que esa noticia cambiaría mi vida para siempre.
“Mamá ya no está, cielo.” “Ahora es un ángel que nos cuida.” “Tenemos que ser fuertes, hija.” “Tú puedes.”
Pero la realidad es que no. No podía. No podía y no quería poder. Pero ahí estaba su voz. Papá y su calma aún mientras atravesaba la peor tormenta que podíamos pasar como familia. Su voz me despertó.
¿Era su voz?
— Cariño, despierta. No hay caso…
— ¿Está muerta?
— ¿Pero qué dices? Solo está desmayada. Ayúdame a sacarla de aquí.
— ¿Es ella, Génesis?
— ¡Qué si! Es la chica nueva, lo sé porque he estudiado a la perfección su antecedente escolar y la foto carné de su archivo no me deja lugar a la duda.
Voces desconocidas. Pero papá ya no estaba. ¿Dónde estaba? Unos golpes en mis mejillas comenzaron a despertarme de aquel sueño cuasi voluntario al que mi mente me sometía físicamente cada vez que no quería enfrentar una realidad. Y ahí estaba, una vez más despertando.
Abrí los ojos con dificultad y el rostro de una niña con una sonrisa amplia frente a mis ojos me quitaba cualquier otro tipo de visión. No sabía quién era aquella chica pero me transmitió calma. Esperaba esta vez no equivocarme con mis frecuentemente erróneas percepciones en lo que a desconocidos se refiere.
— ¡Por fin! Bella durmiente, ¿te encuentras bien?
— Mmmh… — el sabor metálico en la boca me hizo pensar que estuve demasiado tiempo perdida. — ¿Cuánto llevo aquí?
— Desde que te encontramos, han pasado unos cinco minutos. Pero por si te sirve de ayuda — miró la hora en el reloj que llevaba en su mano izquierda— ya casi es la hora del medio tiempo.
《 ¿QUÉ? 》
— No puede ser… — intenté ponerme de pie rápidamente pero el mareo que experimenté hizo que me vuelva a sentar en el suelo. — Han pasado casi dos horas.
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Editado: 10.07.2024