Sandra. 🍉
Ese día en la escuela comenzó como cualquier otro, con el sonido familiar de las campanas anunciando el inicio de las clases.
Estaba a un par de cuadras de la institución y solo pude observar los carros abarrotados parar continuamente en busca de pasajeros y todo el griterío que se ocasionaba por tal acción. La hora punta siempre era un caos, personas caminando rápidamente de un lado a otro y el frío típico de la mañana recorriendo las calles.
Mientras caminaba hacia la entrada, me perdí en mis pensamientos, repasando mentalmente lo que Naomi me había dicho la noche anterior. Su mensaje fue breve pero significativo.
"Hablaremos mañana".
Estaba ansiosa por hablar con ella, pero sabía que tendría que esperar hasta el momento adecuado. Posiblemente en la hora de descanso, en un lugar algo apartado.
Ingresé a mi colegio bajo la atenta mirada del auxiliar que me recordaba que estaba a la hora justa y debía apresurarme. Asentí y recorrí los pasillos, mi salón estaba casi al fondo y eso a veces era considerado como algo bueno o malo, dependiendo de la situación.
De repente, sentí una mano en mi hombro y me giré para encontrarme con Naomi, quien me miraba con una expresión seria pero determinada.
"¿Podemos hablar un momento, Sandra?", preguntó, llevándome un poco lejos de la entrada del penúltimo pasillo hasta un gran árbol que ofrecía algo de privacidad.
Bajé lentamente la cabeza, esperando escuchar lo que Naomi tenía que decir. Me apoyé en el frondoso árbol junto a ella, preguntándome qué podría estar pasando por su mente.
"Sandra, sé que dije que te contaré lo que pasó, pero aún no estoy lista", comenzó Naomi, con un tono de voz tranquilo pero firme. "Necesito más tiempo para procesarlo y poner mis pensamientos en orden. Por favor, ¿podemos dejar el asunto por ahora y seguir adelante?"
Asentí comprensivamente, aunque no estaba completamente convencida. Pero sabía que tenía que respetar los límites de Naomi y esperar a que estuviera lista para hablar.
"Está bien, Naomi. Entiendo", respondí, tratando de ocultar mi decepción. "Si necesitas hablar en algún momento, estoy aquí para ti."
Con una sonrisa de agradecimiento, Naomi asintió y nos abrazamos para dirigirnos a nuestras clases. Sin embargo, noté las miradas curiosas de las demás estudiantes, que observaban con atención nuestra interacción. Reconocí los rostro de las chicas de esa vez en el pasillo con dirección al laboratorio de química, irónicamente el mundo parecía ser tan pequeño.
Lo último que necesitaba era el regaño de la docente por llegar unos minutos tarde a su clase, al parecer, si mejor amiga adivinó mis pensamientos y lanzó un comentario.
"La profesora no vendrá hoy, tiene autorización".
Me relajé y pensé en que hacer en ese tiempo, podía conversar con el grupo sobre las últimas novedades o jugar por un aplicativo en mi dispositivo. Unos fuertes pasos me distrajo, pero lo ignoré al estar a nada de mi sección, una hora era un buen tiempo para dedicarse completamente a algo.
Antes de entrar al aula, Alenda apareció con una radiante sonrisa y algunos snacks en la mano, tratando de levantar un poco el ánimo. Agradecí su gesto con una sonrisa sincera, sabiendo lo mucho que significaba tener amigas que se preocupaban por mí.
"¡Hola chicas! ¡Traigo algunos bocadillos para alegrarles el día!" exclamó Alenda, ofreciéndonos algunos snacks.
Aún no podía acostumbrarme a su presencia celestial, estoy segura que incluso con una bolsa de saco de papas se vería estupenda. El uniforme del colegia ceñía perfectamente su cuerpo y su cabello parecía brillar, incluso su rostro y especialmente su mirada contagiaba tranquilidad.
"¡Gracias, Alenda! Eres un sol", respondí, aceptando uno de los snacks con gratitud.
Naomi aceptó el bocadito y se sentó a mi costado, mirando atentamente a Alenda.
Alenda se sentó atrás, la carpeta a su lado seguía solitaria. No podía entender el motivo detrás de eso, Alenda era una chica amable y bondadosa, si no fuera por Naomi, no dudaría en sentarme a su lado y hacerle compañía, no era agradable verla en la soledad.
Empezamos a consumir los aperitivos, mientras conversábamos de temas triviales. El snack picante que tenía en mis manos era de mi preferencia, así que estuve animada en todo ese momento.
De repente, en todo el alboroto de la clase, un adulto ingresó. El silencio inundó la habitación y solo un mordisco de una papita crujiente se escuchó, causando la risa en todas las presentes. Volteé y Alenda estaba agachada, sus orejas rojas indicaban la vergüenza que sentía, así que atiné a darle unas palmadas en su hombro.
"Tenía un presentimiento y era cierto", comenzó el docente "Debemos planear algo a último minuto de una vez por todas, así que presten atención", añadió.
Durante su explicación, nuestro tutor nos informó sobre la próxima celebración del día de la madre y nos pidió que comenzáramos a planificar algo especial. Toda una lluvia de ideas se escuchó, y solo fueron eligidas algunas por el poco tiempo con el que se disponía.
Entre risas y canciones, nos sumergimos en la tarea de decorar el aula y preparar la música que íbamos a cantar ese día.
Se acordó que la canción sería "Una carta al cielo", en conmemoración por todas las madres ausentes y representación realista de lo que es el labor de una madre. También se dictaminó un equipo que se encargaría de la decoración del aula con objetos de la tienda, el resto haría algo manual.
"Miren qué lindos quedaron estos corazones de papel", comentó Naomi, mostrando sus creaciones mientras decorábamos.
Mi mejor amiga no disfrutaba mucho del arte, pero le gustaba hacer actividades en grupo.
"¡Sí! Y estas flores de papel también se ven geniales", añadí, admirando el trabajo de Alenda.
Los tulipanes perfectamente diseñados tenían cierto brillo por la escarcha, al parecer, Alenda era la estudiante que destacaba en manualidades.