Spencer
—Esa sí no me la esperaba— dijo mi tío.
—Yo si —comentó mi primo.
Me le quedé mirando un momento. Algo en él había cambiado y no me había dado cuenta cuándo. A pesar de su comentario sarcástico, algo típico de él, su mirada no estaba en mí, en ninguno, de hecho, estaba atorada en algún punto de la pared que está a mi espalda. Su semblante se volvió algo extraño, se veía pensativo, totalmente ido.
Aun así, el maldito fue capaz de lanzar uno de sus comentarios sarcásticos. Que no le sorprendía dijo, lo peor, es que algo me dice que no está bromeando.
Me tenté a hablarle, pero Aza me llamó más la atención con su pregunta.
— ¿Quieres que esté en la manada? —me preguntó. Su cara había perdido la sonrisa, no supe si fue porque no quería a una Rogue en la manada o solo porque el tema era serio. Espero que sea la segunda
—Ese es el problema —contesté— no es que no quiera, pero ella no se quedará sin su hermano.
— ¿El otro Rogue? —asentí. Aza suspiró y arrugó la frente— eso es…no lo sé.
—Lo tomes a mal, Spencer, por tu Mate no tenemos problemas, menos ahora que sabemos que es inocente, pero con respecto al otro chico, no tenemos motivos para dejarlo integrarse —prosiguió mi tío. Aza se dejó caer en el respaldo de su silla, juntó sus manos sobre su regazo y subió y bajó la pierna. Una mala manía familiar, supongo.
—Lo íbamos a dejar libre en un par de días más, pero integrarlo a la manada será diferente. Con tu Mate es tema distinto, nadie sabe que ella está encerrada y tampoco saben el porqué, en cambio el chico…bueno, es un Rogue y todos lo saben, todos saben que se metió sin permiso, todos saben que te faltó el respeto, no creo que sea bienvenido aquí —le eché una mirada fugaz a Cassandra. Se veía tensa, no miraba a nadie, pero con solo ver su postura corporal sé que está luchando consigo misma por mantener la calma.
—Aparte —dijo mi tío Damon llamando mi atención— hay algo en él que no me agrada —apreté los labios ocultando una sonrisa divertida. Mi tío se cruzó de brazos parado al lado de Aza y arrugó la frente— no lo sé, pero hay algo que no me deja pasarlo.
“¿Cómo no? Tío, ese chico es que le viene a robar a su princesita, sépalo.”, pensé.
—Pero, terminemos un tema primero —Aza se enderezó y miró a mi amiga, si es que aún lo era— Michaella Philps —la susodicha se encuadró al tiempo que se tensaba. No me atreví a mirarla más, era el momento del castigo y, aunque sé que no será nada muy grave, no creo que sea algo que le vaya a gustar— te despojo de tus servicios durante dos semanas —miré a Aza sorprendido.
— ¿Qué? —escuché a Michaella.
—En dos semanas es tu cumpleaños ¿No? Hasta entonces no quiero verte metida en el campo de batalla ni entrenando —apreté los labios sintiéndome culpable. Nadie decía nada y yo no me atrevía a mirar a Michaella— más que un castigo tómalo como un descanso bien merecido.
—Está bien —contestó. Por su tono supe enseguida que nada estaba bien.
—Michaella, eres importante para nosotros, lo sabes, pero no puede volver a ocurrir otro de estos errores, no hagas que nuestra confianza en ti se estropee, por favor —esta vez sí me giré a ver a Mica, tenía la cabeza agachada y miraba el suelo, sus manos estaban tensas, pero no hechas puños— Chana te remplazará durante ese periodo, así que no tendrás de qué preocuparte —ella asintió en silencio.
Chana fue la primera aprendiz de Michaella, estoy seguro de que ella confía en que lo hará bien y yo también.
—Ve a casa, Michaella —la mencionada subió la cabeza y asintió.
—Sí, Beta —se encuadró— con permiso —se giró hacia un costado y se detuvo justo en mi dirección.
Mi corazón inevitablemente comenzó a palpitar con rapidez, me puso nervioso su mirada, tenía miedo de que me recriminara algo, estaba seguro de que me culpaba por muchas de las cosas que le estaban pasando y no es que estuviera equivocada, es por eso que me daba tanto miedo de que me lo dijera a la cara. Sabía que gran parte de la culpa la tenía yo, y aunque el error fue de ella, si no fuera por mí, nadie se habría dado cuenta y ella seguiría desempañando su papel.
Tragué saliva cuando el tiempo en el que su mirada estaba clavada en la mía se hizo demasiado largo para mi gusto. Finalmente se volvió a girar y salió por la puerta con el semblante serio.
No me dijo nada en voz alta, pero esa mirada, esos ojos mirándome con miles de sentimientos encontrados me lo dijo todo.
“¿Por qué?”, me preguntaron y yo no les supe contestar.
Mi atención se fue a Dracul quien se paró y se dirigió a la puerta.
— ¿A dónde vas? —pregunté curioso tratando de hacer que mi pulso volviera a la normalidad. Michaella podrá no ser mi Mate, pero aun así me pone los nervios de punta y me da miedo perderla.
— ¿Eh? —preguntó deteniendo su paso y girando su cabeza hasta mí, hizo una mueca— Se me olvidó llamar a papá, me va a matar —dijo. Elevé una ceja, incrédulo— nos vemos después —dijo saliendo por la puerta rápidamente.
…No le creo nada.