Capítulo 1
{La realidad te golpea.}
William
El sonar de mi alarma me despierta de mi mal sueño. Mi rostro esta humedecido por la transpiración. Refriego mis ojos con las yemas de mis dedos.
<< Necesito dormir tres horas más>>
Pero para mi desgracia es hora de levantarme. Con parsimonia quito las sabanas de mi cuerpo, el aire fresco pone como gallina la piel de mi torso desnudo.
Me encamino hacia el baño. Me quito mi bóxer en el suelo junto a mis calcetines. Me meto bajo el agua caliente, la cual relaja mi cuerpo y mente.
La ducha me ayuda despertarme del todo y estoy listo para empezar el día. Salgo del baño con una toalla a la mitad de mi cintura comienzo a secarme el cuerpo. Mi cabello gotea eso me recuerda que debería cortármelo más seguido pero me gusta tenerlo hasta la mitad de la frente y bajo las orejas. Es un tono rubio casi dorado, igual al de mi madre.
Busco mis lentes negros, los cuales están en mi mesa de noche.
Me empiezo a cambiar tomo lo primero que encuentro. No soy como eso chicos que tardan más que una mujer en vestirse. Si muchos de nosotros tardamos una eternidad en vestirnos como mi amigo Javier siempre se toma su tiempo para cambiarse .En fin, termino poniendo me una camisa a cuadros rojo y azul, un pantalón de vestir verde oliva y mis zapatos negro de cuero.
Observo mi cuerpo en el espejo de mi cuarto. Me veo decente, pero mi cabello está demasiado largo. Tengo que ir a la barbería a que me lo recorten un poco.
Tomo mi mochila, que está algo pesada pues estamos a mitad de semestre y estoy cargado de libros de todas las asignaturas.
Bajo hasta la cocina, no es una gran cocina si no una habitación lo bastante amplia. Para mí, mi mama, mi papa y mis hermanos nosotros cinco entramos bien aquí. Es de color amarillo claro con adornos rústicos. Muebles de madera casi todo en este lugar es de madera porque mi papa es carpintero, lo único que no es de madera es la cocina y la heladera (aparte de los aparatos electrónicos).
Al encaminarme hacia el comedor me encuentro a mis hermanos. Mellizos de cabello castaño y ojos pardos igual a mi padre, estaban desayunando mientras miraban tele. Mi papá un hombre de pelo canoso que alguna vez fue castaño, sentado en su silla mirando el diario. Los tres estaban inmersos en su mundo.
Mi mamá de aquí para halla limpiando la cocina, mientras hacia el desayuno. Parecía una maquina como hacia tantas cosas sin cansarse. Al darse cuenta de mi presencia, me mira con una amplia sonrisa.
—Ah hola hijo — Beso mi frente con dulzura. — No te vi cuando llegaste siéntate ¿Te hago tu café? — me pregunto.
— Hola mama, no importa lo hare yo — Me acerco a la cafetera para servirme un poco de café. Le agrego leche y dos cucharadas de azúcar. Según mi opinión la mejor bebida del mundo es esta.
Se escuchan un par de gritos proveniente de los mellizos; quienes pelean por un criollo con manteca.
—Chicos, por favor — dice mi padre en tono severo. Haciendo que los dos dejan de molestar, mi papa tiene ese tono autoritario que hace que dejes de hacer las cosas que haces para hacer lo que él dice.
Termino me desayuno en menos de quince minutos. Pongo mi tasa en el lavadero. Veo a mi mama quien se acerca a lavar un par de tasas y vasos que estaban allí. Pero le hago una seña para decirle que se siente. Ella me sonríe en forma de agradecimiento.
—Chicos por favor, recojan...— intenta decir mi mama a los mellizos en un intento en vano porque ellos ya se fueron. —No importa.
Antes de que separe y recoja las cosas, lo hago yo y las empiezo a lavar, termino y me seco las manos con una rejilla.
Mi papa, nos mira a mama y a mí. Con cara de fastidio y molestia.
—Valeri, tendrías que hacer tú las cosas del hogar no tu hijo. No quiero que lo vuelvas Maricon — ordena mi papá. — No seas holgazana y haz tus quehaceres.
Lo miro perplejo.
— No por ayudar a la mujer que me dio la vida seré un maricon. — Le respondo. — En todo caso serias tú el holgazán. Que ni siquiera levantas una cuchara.
Sé que mi tono no es para nada respetuoso. Pero me enerva que le hable así a mi mamá.
— ¿Cómo te atreves a hablarme así? — Me cuestiona enojado. Se levanta furioso de su asiento. Para salir con rapidez de la casa, serrando de un portazo la puerta de en frente.
Mi mama resopla, para luego mirarme con esos ojos verdes que emanan furia.
Como si yo tuviera la culpa de que él se fuera.
— ¿Qué?—pregunto.
— ¿Por qué lo desafiaste? Él ahora está enojado— suspira angustiada. — No quiero ni imaginar cómo se pondrá si no se le pasa el al humor— dice poniendo sus manos delicadas, en su cara.
Sé que papa le grita, a veces los chicos y yo nos metemos en mi pieza y ponemos música a todo volumen para no oírlos gritar. Hasta ahora papa no le ha pegado pero no falta mucho para queso suceda, lo sé muy bien casi paso un día, sacudo mi cabeza para olvidar esos recuerdos.
La verdad es que si a mí progenitor no se le pasa el mal humor. Todos los habitantes de la casa tendremos que soportarlo.
—No te puedes quedar así, mientras él te grita mama ¿Por qué lo soportas?— le pregunto. No entiendo por qué lo hace ella se podría separar e irnos los cuatro. Si a kilómetros se nota que ella ya no lo ama.
— ¿Por qué ? — Pregunta incrédula. — ¿Me preguntas en serio? Yo hago todo por ustedes. — Su respuesta me deja confundido por unos instantes. —. ¿Qué haríamos si él nos deja? No tendríamos ingresos, yo lo aguanto solo por ustedes. Que son mis amores, ustedes son mi luz en este mundo y no quiero que les falte nada...
Siento un nudo en la garganta, al escuchar a mi madre hablar de esa forma. No quiero que viva así, no es vivir simplemente es sobrevivir a una dura realidad.
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Editado: 26.01.2022