Capítulo 40
{No me dejes.}
Yull.
Me ardían los ojos de tanto llorar. Estaba en la sala de espera. Ya que Valeri entro primero a ver a William.
Nunca pensé que llegaría este día. Recibir una llamada de una desconocida, diciendo que a mi novio lo habían tirado de un auto en movimiento y estaba todo golpeado.
Mientras la policía nos hacía preguntas referente al historial de William
¿Se metió en drogas? ¿Las vende? ¿Las consume? ¿Debía dinero?
Todas esas respuestas eran un rotundo no. De mis labios y los de Valeri, salían la misma frase.
“William es bueno. Es el mejor ser humano que existe.”
Y ahí venia la gran pregunta ¿Quién le haría esto? ¿Por qué si es tan bueno? ¿Un robo? ¿Un secuestro que salió mal?
Y la respuesta es, porque yo estoy en su vida. Aunque no lo dije, pero es la verdad.
Sé que Damián, tuvo algo que ver con esto. Él muy maldito hijo de puta sabe de Will.
Se me hace un nudo en la panza al pensar que también sabe de Azucena. Pero si lo supiera ya hubiera venido por ella.
Todo esto es mi culpa. Si no estuviera en la vida de William, nadie lo hubiera herido. No lo hubieran tirado de un auto en movimiento y no estaría en sala de urgencias con dos costillas rotas, muchos moretones y raspones.
Es todo mi culpa. Es mi culpa el pensar que yo puedo ser feliz.
Tomo mi cabeza entre mis manos y sigo llorando. Ese bastado infeliz.
¿Nunca va a parar?
No me va a dejar vivir en paz, ni ser feliz, ni siquiera tener una vida normal.
No mientras siga vivo.
En mi mente, en un lugar muy escondido, me grita “él es tu padre”. Pero si en verdad lo fuera, no me lastimaría. Ni hubiera hecho todo lo que me hizo y sigue haciendo.
No sé cuánto tiempo tarde Valeri en salir. Pero no puedo ver a Will a la cara y saber que todo lo que le está pasando es mi culpa.
Miro mi celular, mi tía me mandó un mensaje diciendo que ya había llegado al pueblo junto a Azucena. Después de enterarme lo de William, no quise que le pasara nada a ella también.
Así que le dije a mi tía que se la llevara. Y que no la trajera de vuelta, no hasta que fuera seguro.
Tomo mi bolso, con intención de irme.
Escucho la puerta de la sala en donde Will se encuentra. Pero no me paro, sigo caminando más rápido. Ni siquiera me doy la vuelta cuando escucho a Valeri decir mi nombre.
***
Mi corazón palpita con fuerza en mi pecho. Siento mis manos sudadas y calientes. Mis piernas tiemblan y siento muchas cosas en mi interior.
Lo iba a hacer.
Lo voy a enfrentar.
Ya no quiero que me siga manejando.
No soy ese elefante al que tenía atado de un palo. Ahora me solté y estoy lista para aplastar su cabeza.
Entro a la casa, esa casa de mis pesadillas. La misma en la que viví tantos años.
La misma de la que un día me escape. Y ahora regreso para revelarme.
<<Es hora preciosa. >>
Sentía el frio del arma en mis dedos.
¿Estoy lista para esto?
La respuesta era No. Pero no me quedaba otra opción. Venia dispuesta a terminar con todo. Si eso significaba terminar con su vida, que así fuera.
Llegue a la puerta y la abrí sin preguntar. Solo había silencio. Mucho silencio. Sabía que estaba aquí, porque su auto y guardaespaldas estaban afuera.
Seguro que sabía que yo me encontraba en su casa.
Guardo el arma en la cintura de mi jeans. Con pasos lentos me dirijo a su oficina.
No me equivoque al pensar que allí estaría. Ya que al abrir la puerta. Lo vi sentado en su sillón, cruzado de brazos.
Con su sonrisa repugnante llena de soberbia. Mientras en sus labios había un habano gigante.
Parecía un mafioso como el de las películas viejas. El ambiente es tenso.
Antes me hubiera acobardado, mejor dicho no estaría aquí. Pero se metió con quien amo, y no estoy dispuesta a tolerarlo.
— Si soy sincero, me sorprendí al saber que estabas aca — habla exhalando el humo por sus labios. — pensé que no te importaba tanto.
No podía decir que no o mentir. Ya que si estaba acá, era porque evidentemente me importaba William.
— Ya vez que si— dije tajante. — Y ahora te pido de forma amable. Que dejes de meterte con las personas y las cosas que me importan — mi tono fue mordaz.
Por un segundo vi sorpresa en sus ojos. Vi su temor al darse cuenta de que lo estaba enfrentando.
— ¿Qué mierda acabas de decir? — pregunto.
Me acerco al escritorio. Apoyando ambas palmas de mis manos sobre el mismo. Me inclino quedando muy cerca de su asqueroso rostro.
— Que te pido que dejes de meterte en mi vida y de dañar a quienes amo — espete. — ¿No te basto con mi mamá? ¿No te basta con lastimarme a mi cada vez que me vendes? — grito histérica.
— No me grites, pendeja de mierda — gruño.
Me había cansado. De un rápido movimiento le quito el habano de los labios. Y le presiono la parte encendida en el cachete. Haciendo que suelte un alarido.
— ¡HIJA DE PUTA! — me grita. Levantándose de golpe.
Veo que busca en su cajón el arma. Pero soy más rápida y saco la mía.
— Quédate quieto, maldito bastardo de mierda — dije.
Su rostro fue épico. No esperaba que tuviera un arma, el no esperaba que lo enfrentara. Ni mucho menos que lo acorralara.
— ¿Qué haces con eso? Sos una estúpida, una inútil, una puta — siguió insultándome. Con cosas que me dolían, porque al fin y al cabo era mi padre.
— Seguí insultado, pero la que tiene el arma acá soy yo — dije con una sonrisa sínica. Sabía que podía llamar a sus guardaespaldas. Pero hasta que lleguen, podría haberlo matado…
— No sabes cómo u…
No lo deje terminar, ya que dispare directamente a su mano derecha. Atravesando su palma.
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Editado: 26.01.2022