HANNA.
Hoy era un día lluvioso, horrible para algunos pero simplemente perfecto para mi. Uno de esos días donde con esté clima, simplemente se antoja quedarte tirada en tu cama, relajada y sin ninguna angustia. En lo personal, me encantaba apreciar este tipo de días, era una manera de despejar mi mente. ¡Estos eran buenos días, carajo!
Me encontraba en mi habitación, observando por la ventana como las gotas de agua se deslizaban por la misma. con una manta que cubría mi espalda y hombros, acompañada de una gran taza de chocolate caliente. Si, así era como una chica de apenas 17 años, pasaba un viernes por la noche, súper divertida, ¿no?.
Si algo había que recalcar, era que yo no era la típica chica que salía de fiesta de viernes a domingo, tampoco era una chica que tuviera muchos amigos, sólo tenía los justos y necesarios. Siempre he pensado que es mejor tener un amigo, que a diez que sólo están contigo por beneficio de ellos. Mi mentalidad no a cambiado respecto que, en la actualidad, la mayoría de las personas ya les vale madres el significado de una amistad, y por eso mismo trato de no ser como ellos. Sigo teniendo fé en la humanidad, fé en que para algunos sigue siendo fundamental la confianza, la lealtad y la honestidad. Confío en ello. Así que con mi pequeño, pero verdadero grupo de amigos, me era más que suficiente.
—¡Hanna, baja a cenar! —gritó mi mamá, presionandome para ir a comer.
Era la cuarta vez que me llamaba y ya se le oía un poco irritada.
—¡Ya voy, mamá! —exclamé cerrando la puerta de mi cuarto y caminando hasta el comedor, donde ya se encontraban todos sentados, sólo faltaba yo—. Ya estoy aquí, mamá.
—Que sea la última que vez que tenga que gritarte más de tres veces, Hanna. —asentí.
No podía discutir con esta mujer, a pesar de que era testadura (igual que yo), la amaba a más no poder. Le di un beso en la coronilla a mi madre, para después ir a tomar lugar cerca de la mesa.
—¿Cómo está el hombre más apuesto del mundo? —cuestioné acercándome al amor de mi vida; mi papá, al mismo tiempo que le daba un corto y cálido beso en su mejilla.
—Muy bien, princesa —respondió con entusiasmo—. ¿Cómo está la más hermosa de esta casa? —preguntó con una gran sonrisa en su rostro.
La sonrisa que anhelaba ver todas los días de mi vida.
Mi padre en verdad era apuesto. Ojos color miel, al igual que los míos. Piel blanca, alto y delgado.
Entendía perfecto el porqué mi madre se había enamorado completamente de él.
Y mi mamá, ella no se quedaba atrás. Mi madre es de piel bronceada, cabello negro, un negro intenso. Sus ojos eran de un color azul, hermosos. A pesar de su edad (aclarando que tiene 41 años), su cuerpo poseía un gran estado. La admiraba demasiado a esta mujer.
—¡Hey, pensé que esa era yo!, ahora entiendo que todo ha sido una mentira. —interrumpió mi madre.
Trató de poner cara de enojada, acompañada de un puchero. Al instante, una risa salió de sus rosados labios.
Los tres reímos al escuchar su comentario. Mi padre hizo un ademán con su mano, mientras que con la otra sostenía mi mano.
—Vengan aquí, par de hermosa —pidió mi padre, abriendo sus brazos dándonos entrada a un cálido abrazo—. ¿Saben que son el amor de mi vida, no es así? —preguntó en cuanto estuvimos en sus brazos.
El siempre se encargaba de que en esta casa no faltase el amor. Era su primordial objetivo, después del duro pasado que le tocó, él no quería que su familia pasara por lo mismo que el, y vaya que ha conseguido hacernos feliz, inmensamente feliz. Sólo hacia falta ver la intensidad con la que sonreímos.
También él a sabido ser feliz nuevamente. Estoy segura que para nadie a de ser fácil superar su pasado, y sobre todo, si te fue difícil.
Las dos asentimos como repuesta.
Y es así como pasó la cena, entre risas, bromas y palabras de esas que con escucharlas a algunos les daría diabetes, aunque eso no me importaba, en verdad amaba a mi familia. Nunca me avergonzaría de las dos personas que me han dado todo. Siempre me encargo de presumirlos. Estoy realmente orgullosa de ellos.
—Listo, ya he llevado los platos —anunció mi madre saliendo de la cocina— Vamos a dormir, amor.
—Vamos, hermosa.
Sin duda alguna, la relación que llevaban mis padres, era la que algún día, yo quisiera tener con mi pareja.
Después te terminar de lavarme los dientes y haberme despedido de mis padres con un: Buenas noches, los amo, acompañado de un beso, me subí a mi habitación para llamar a mi mejor amiga, Emma.
Al entrar a mi habitación, busque mi teléfono encima de cama. No estaba.
—Mierda, ¿dónde deje el puto teléfono? —maldije para mis adentros.
Estaba segura que lo había puesto sobre mi mesa a un lado de la cama, pero no, ahí no estaba. ¿Bajo la almohada?; Tampoco.
Me recosté en el suelo para buscarlo bajo la cama y si, ahí estaba mi maldito celular. ¿Cómo rayos había llegado ahí?, No tengo ni la menor idea.
Inmediatamente lo tomé y pude notar que tenia 8 llamadas perdidas de la pelirroja, así que rápidamente marqué su número
No tardó mucho en contestar y empezar con un gran sermón que ya era usual en ella. Digamos que ya era costumbre que yo nunca contestara el celular.
—Maldita. ¿¡Dónde carajos estabas, estúpida!?, sabés, estuve a punto de llamar a la policía para reportarte como desaparecida.
Si, mi amiga era sólo un poco dramática cuando se trataba de no atender sus llamadas, y por no contestar sus mensajes era lo mismo. En ocasiones era abrumador, ahora solo me ocasionaba diversión. Amaba a esta chica.
—Dios, ¡pero que exagerada eres, Emma! —espeté entre risas y pude escuchar un "idiota" a través del teléfono de su parte.
—¿¡Exagerada!?, sólo me preocupo por ti, maldita ingrata —mencionó fingiendo llorar.
—Agh, sólo estaba cenando con mis padres, ¿ok?. Ahora dime cómo te fue en tu cita con Miguel.
Una gran carcajada salió de mi garganta al concluir mi pregunta. Podía jurar que ella estaba rodando los ojos y anatemizando en mi nombre.
Miguel era un compañero del Instituto que había estado tras los huesitos de mi amiga desde hace meses, aunque ella nunca había aceptado una cita con él, hasta que perdió una apuesta conmigo y el castigo que le di fue ese, aún recuerdo su cara cuando le revele que castigó había escogido para ella.