Capítulo 23
Sabine
La voz de Leslie resonaba atreves de mi telefono, con esa chispa característica que siempre lograba sacarme una sonrisa. Estaba acostada en el sillón cuando me llamó, preguntándome cómo estaba y lanzándome preguntas rápidas, como si no me hubiera hablado en años.
—¿Y cuándo voy a conocer a tu misterioso esposo? —preguntó de repente, con un tono lleno de curiosidad.
Sentí un escalofrío recorrerme. Todavía no estaba acostumbrada a referirme a Dorian como mi esposo, aunque, técnicamente, lo fuera.
—Ya lo conoces. —respondí, mientras jugaba con un mechón de mi cabello, intentando sonar casual.
Hubo un breve silencio, y luego, una risa baja.
—¿Qué? ¿De qué estás hablando?
—Es el hombre que vimos en el café hace unos días, el que te pareció guapo. —admití mientras sentía que mi rostro se calentaba al recordar lo que Leslie había dicho de él.
Hubo un jadeo exagerado al otro lado de la línea.
—¿Qué? ¿El tipo guapo?, por eso te pusiste así. ¡Sabine! Agarraste un buen partido, ¿eh?
Me llevé una mano a la frente, sintiéndome entre divertida y avergonzada.
—No es tan simple como crees, Leslie.
—Pues yo digo que ya quiero verlo otra vez. Organiza algo. Quiero ver cómo vives ahora con tu marido guapote. —dijo con un tono burlón pero curioso.
……….
Y así fue como me encontré organizando una pequeña reunión en casa con la ayuda de Martha. El día acordado llegó más rápido de lo que esperaba, y para cuando Leslie tocó la puerta, ya todo estaba listo.
—¡Esta casa es espectacular! —exclamó Leslie, abrazándome con fuerza antes de entrar. Su mirada recorría cada rincón con fascinación.
Le di un recorrido por la casa, mostrándole los detalles elegantes pero acogedores. Cuando llegamos al jardín, su expresión se iluminó aún más.
La mesa estaba puesta a un lado de la piscina, con un mantel blanco impecable y pequeños bocadillos que Martha y yo habíamos preparado. La piscina brillaba bajo el sol, y el jardín, lleno de flores perfectamente cuidadas, parecía sacado de una postal.
—¡Esto es como un sueño, Sabine! —dijo Leslie, sentándose frente a mí mientras se servía limonada en su vaso. —Es más grande que la casa de tus papás.
—Lo es, y es muy bonita. —respondí con una sonrisa, mirando el jardín mientras hablábamos.
Pasamos un rato charlando, riéndonos de cosas tontas y recordando anécdotas de nuestro tiempo en el intitulo. Era agradable tener a Leslie aquí, una parte de mi antigua vida normal, mezclándose con mi nueva realidad.
………………….
Dorian
Cuando llegué a casa, lo primero que me recibió fue el suave aroma de las flores que rodeaban la entrada. Martha apareció casi de inmediato, con esa eficiencia que siempre me impresionaba.
—Su esposa está en el jardín con su amiga, me pidió que le digiera cuando llegara, para que fuera a saludad. —me informó, con una pequeña sonrisa antes de regresar a la cocina.
—Gracias. — le dice mientras daba media vuelta
Caminé hacia el jardín, y lo que vi desde la distancia me dejó sin aliento.
Sabine estaba riendo, como no la había visto reír así, tan fuete tan vibrante en todo este tiempo. Había algo en su risa, en la manera en que lanzaba la cabeza hacia atrás mientras sus ojos brillaban, que me atrapó por completo. Estaba relajada, cómoda, completamente en su elemento.
Su amiga la miró y luego me vio a mí, sonriendo con curiosidad.
—Sabine. —dijo dándole un codazo y señalándome con la cabeza. —Creo que tu esposo está aquí.
Sabine levantó la vista y, al verme, se puso de pie con una sonrisa que no pude descifrar del todo. Caminó hacia mí, tomándome del brazo con una naturalidad que me desconcertó.
—Leslie, él es Dorian, mi esposo. —dijo presentándome con un tono tranquilo, pero noté un leve sonrojo en sus mejillas. —Dorian, ella es Leslie, mi mejor amiga.
Nos saludamos, y pronto nos sentamos juntos en la mesa. Leslie era el tipo de persona que no se detenía ante nada, lanzando preguntas con descaro pero con un encanto que hacía que no te molestaras con ella.
—Entonces, Dorian. —comenzó a decir con una sonrisa traviesa. —¿Qué es lo que más te gusta de Sabine?
Sabine me lanzó una mirada, con la que supe de inmediato que ella también quiera saber que le diría a su amiga.
—Toda ella. —respondí, observándola de reojo mientras ella trataba de evitar mi mirada. —Su cabello rubio, especialmente cuando la luz del sol lo ilumina. Sus ojos, que me recuerdan a los campos en primavera, llenos de vida y esperanza. Su sonrisa, cálida y contagiosa. Y, por supuesto, su carácter. Fuerte, decidido... y fascinante, aunque llega ponerse difícil, aun así me encanta.
Pude ver cómo Sabine se sonrojaba aún más, mirando su vaso como si fuera lo más interesante del mundo.