Mayuri estaba sentada en una silla frente a un espejo en su habitación. Su cabello suelto caía sobre su espalda mientras Sara lo cepillaba con delicadeza. Aunque ese momento siempre la relajaba, en esta ocasión su mente estaba lejos de la tranquilidad, lo que alertó a su guardiana.
En su mente, los recuerdos de más de veinte grupos diferentes en los que se había infiltrado pasaban uno tras otro. Todas esas personas la habían aceptado en sus respectivos equipos, ofreciéndole amor y protección. Sin embargo, ella siempre los traicionaba, entregándolos como bocadillos a su madre.
—No importa cuánto intente contentar a mi madre, nunca me ha expresado ni una pizca de amor... En cambio, todas las personas a las que he traicionado siempre me trataron como una familia —reflexionó Mayuri—. ¿Realmente valió la pena traicionarlos a cambio de nada? Ya no sé qué pensar.
—Señorita Mayuri, ¿pasa algo? —preguntó Sara sin detenerse—. ¿Hay algo que la esté incomodando en estos momentos?
—La verdad es que sí, Sara, pero quiero que me respondas una pregunta con total sinceridad. ¿Crees que mi madre en algún momento pueda llegar a amarme como su hija? —preguntó Mayuri, confundida. Sara se detuvo por unos momentos antes de continuar.
—Si tengo que dar mi opinión, no importa lo que usted haga o lo que sacrifique con tal de ganarse el amor de su madre. Si su madre no la quiso de pequeña, nada hará que la ame ahora que es una adolescente. Estoy segura de que ella no la ve más que como un peón desechable y sin valor sentimental —respondió Sara con franqueza.
Esas palabras duras pero sinceras hicieron que Mayuri recordara cómo, desde pequeña, había intentado ganarse el amor de su madre de diferentes maneras: desde un collar de flores hecho con sus manos limpias y con intenciones inocentes, hasta sacrificios con sus manos ahora manchadas con sangre de inocentes. Esto hizo que Mayuri comenzara a llorar.
—Princesa Mayuri —pronunció Sara preocupada, soltando el cepillo para abrazarla—. Le ruego me disculpe, no debí ser tan franca con usted… después de todo, solo es una niña que quiere que su madre la quiera.
—¿Sirvió de algo pasar veinte años traicionando a diferentes grupos para darle de comer a mi madre? ¿Valió la pena sufrir todas las noches pesadillas donde veo las caras de todos los que murieron por mi culpa? —Mayuri alzó la cabeza ligeramente—. ¿De qué sirvió tanto esfuerzo y sufrimiento, Sara?
—No sirvió de nada, princesa Mayuri. Estuvo todo este tiempo queriendo el amor de una persona que solo la estaba usando —respondió Sara, sobándole la cabeza para que pudiera desahogarse.
—Mis manos están manchadas de sangre de inocentes. Aunque me liberara de mi madre, no podría hacer nada para redimirme por mis pecados —expresó Mayuri con tristeza—. Los últimos compañeros a los que traicioné ahora deben estar muertos.
—Aún existe esperanza de redención para usted, princesa Mayuri. Sé que no debería decirle esto, pero su madre no ha devorado a Rea ni a Rainer. Se las comerá cuando despierte de su sueño reparador. Ellas dos están en el área de los prisioneros —dijo Sara, soltándola para mirarla a los ojos—. Todavía puede hacer lo correcto y salvarlas a ellas dos para quitarse al menos un poco de peso de encima.
—¿Hacer lo correcto? ¿Acaso estás insinuando que traicione a mi madre? —preguntó Mayuri, temerosa.
—Comprendo que, en el fondo, a pesar de todo, le sigas guardando cariño a tu madre. Pero si te quedas aquí, lo más probable es que ella acabe contigo cuando despierte. Por eso, la única opción que tienes es escapar —habló Sara, sujetándola del hombro—. Huir lejos, a un lugar donde tu madre no pueda encontrarte. Si estás dispuesta a escapar, con gusto escaparé contigo para protegerte.
—Pero si haces eso, también te querrá matar a ti —dijo Mayuri, preocupada.
—Desde que fui secuestrada de mi aldea y forzada a unirme a las tropas de su madre, le juré lealtad aunque mi corazón no quería seguirla. Pero cuando la conocí a usted, siendo aún una niña necesitada de afecto materno, me juré a mí misma, con el corazón, criarla y protegerla sin importar qué pasara —respondió Sara, sincerándose—. Por eso, mi espada está para proteger y seguirla solo a usted, aunque eso signifique una muerte segura.
—Realmente eres una caballera muy leal, Sara. Si no fuera por ti, sentiría que realmente estoy sola en este lugar que llamo hogar. Eres la única que me ha mostrado su apoyo y lealtad desde que era una niña —dijo Mayuri, cuando la elfa le secó las lágrimas—. Por eso, siempre te estaré agradecida, Sara.
—Aunque no soy nadie para darle órdenes, le suplico que haga lo correcto por su propio bien. Solo así podrá encontrar la paz y la verdadera felicidad que tanto necesita —suplicó Sara, arrodillada.
—Yo quiero seguir creyendo en mi madre… pero mi corazón está cansado de esperar una muestra de afecto. Así que, por primera vez en mi vida, pensaré en mí misma de manera egoísta y tomaré tu palabra, Sara. Escapemos lejos de este infierno —habló Mayuri con firmeza.
—He estado esperando siglos a que dijera esas palabras, señorita Mayuri. Con gusto la escoltaré hasta el reino de Windhelm, que es el lugar más seguro para nosotras dos —habló Sara con seriedad.
—Sin embargo, no quiero huir sola. Quiero llevarme a Rea y a Rainer conmigo. Yo las metí a ambas en este infierno para morir, pero seré yo misma quien les devuelva su libertad —dijo Mayuri, lo que enorgulleció a Sara.
—Como usted ordene, princesa Mayuri. Si usted desea eso de corazón, no tengo ningún motivo para oponerme —habló Sara, levantándose del suelo.
—Gracias, Sara. Dime una cosa, ¿la legión está buscando una manera de destruir la barrera que creó mi mamá con un artefacto, verdad? —preguntó Mayuri con malicia.
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Editado: 15.07.2024