Tiempo atrás
Después de lanzar su mayor ataque contra el ser que gobernaba las profundidades del abismo, Rainer salió despedida por los aires, desapareciendo en la lejanía ante la mirada de sus cuatro compañeros de combate. Mientras volaba sin rumbo, su cuerpo, junto a su ropa y su arma, regresaron a la normalidad momentos antes de que cayera al suelo, rodando hasta detenerse finalmente.
Apenas se detuvo, intentó ponerse de pie sin éxito. Era como si toda la fuerza de su cuerpo la hubiera abandonado después de aquel ataque. Lejos de rendirse, tomó su arma entre sus manos, usándola como bastón para arrodillarse. Con un esfuerzo máximo, logró poner un pie delante, pero al intentar levantarse, sus piernas cedieron, provocando que cayera al suelo nuevamente y que su espada cayera lejos de su alcance.
—Esto aún no acaba. Mis compañeros están en peligro… ellos necesitan mi ayuda… por mis compañeros caídos y por los que aún siguen con vida—Rainer trató de levantarse—. Debo luchar, ellos me necesitan.
Por más intentos que hacía para levantarse, siempre fracasaba. Sentía un gran cansancio en su cuerpo que hacía que sus párpados se sintieran pesados y empezara a cerrarlos lentamente. Negándose a quedarse dormida, comenzó a arrastrarse lo más que pudo hasta que finalmente su cuerpo cedió al cansancio, provocando que cerrara los ojos. Aunque escuchó el sonido de alguien caminando a su lado, no tuvo la fuerza para abrir los párpados nuevamente.
—Finalmente te encontré, Kyomi. Espero desde el fondo de mi corazón que esta semilla sagrada pueda sanar tanto tu cuerpo como tu mente—habló un chico antes de dejar caer algo al suelo—. Por favor, dioses del cielo, que ella se sane.
Al principio, Rainer creyó que estaba en peligro, por lo que intentó moverse con todas sus fuerzas, pero aquella persona comenzó a sobarle la espalda con cariño y delicadeza, mientras con la otra mano le tomaba la suya.
—¿Qué es esta sensación cálida? ¿Por qué las caricias de esta persona se sienten tan relajantes?—se preguntó mentalmente Rainer, sintiendo cómo sus fuerzas volvían—. Siento mis fuerzas volver a mi cuerpo.
Mientras se recuperaba echada en el suelo, Rainer se preguntaba por qué tener a aquella persona cerca se sentía tan reconfortante. Era como si su mente no lo conociera, pero al mismo tiempo su cuerpo sí lo hiciera y estuviera relajado por sus caricias.
—Ahora que lo pienso, él me llamó Kyomi. Ese no es mi nombre y tampoco lo conozco. ¿Qué está pasando aquí?—se cuestionó Rainer mentalmente—. ¿Esto tendrá que ver con esa voz que escuchaba en mi cabeza? ¿Acaso… esa voz era la dueña original de este cuerpo? No puede ser… nos dijeron que crearían cuerpos desde cero para no alterar el orden de este mundo. ¿Es posible que nos mintieran con tal de que tuviéramos una vida ya hecha?
Mientras se cuestionaba esto, se levantó del suelo, sentándose de rodillas. Al hacerlo, quedó cerca del desconocido, pudiendo verlo con más detalles. Era un chico de uniforme militar blanco, con cabello corto y negro, ojos azules, de 1,82 metros de altura y con una apariencia delgada pero fornida.
Al ver su cara de confusión, el chico estiró sus brazos, abrazándola y acercándola a su pecho. Una vez allí, el chico frotó su mejilla con la cabeza de Rainer, quien se ruborizó ligeramente ante tanta cercanía. Aunque sabía que no lo conocía, algo en su mente le decía que todo estaba bien y que se relajara.
—Kyomi, desde que te fuiste de nuestra guarida porque perdiste la memoria, no ha habido día que no recorriéramos la región en búsqueda de alguna medicina para que recuperaras tus recuerdos—explicó el chico, apartando su cabeza para mirarla a los ojos—. Espero que aquella medicina de los alabadores del dios juez haya funcionado.
Al verlo directamente a los ojos, algo dentro de ella le hacía pensar que no quería que él la soltara. En ese momento, el chico empezó a acercar sus labios a los suyos, dejando a la pobre de Rainer muy nerviosa sin darse cuenta de que ella también se estaba acercando a él. Lo último que sintió fue el beso que ese chico le dio en sus labios antes de que reaccionara y lo empujara hacia atrás, separándose ambos.
—¿Kyomi? ¿Te pasa algo?—preguntó el chico, confundido al verla cubrirse la boca con su antebrazo.
—¡Yo no soy Kyomi! ¡No sé de qué me estás hablando!—gritó Rainer, alterada.
—¿En serio no me recuerdas? ¿No recuerdas a ninguno de nuestros compañeros?—cuestionó el chico, un poco triste.
—¡No te recuerdo ni a ti ni a tus compañeros! No te golpeo simplemente porque fui yo la que se dejó llevar—dijo Rainer, levantándose para luego escupir al suelo.
—Ya veo, la medicina milagrosa de esos nobles no funcionó. Kyomi aún no ha vuelto a su cuerpo, como me temía—el chico se levantó—. Solo eres la Kyomi falsa que se formó al perder sus recuerdos.
—Tengo nombre, ¿sabes? Me llamo Rainer, no Kyomi—replicó Rainer, ligeramente enojada.
—La verdad es que no me importa saber tu nombre. Después de todo, tú desaparecerás cuando Kyomi vuelva, por lo que no eres más que una personalidad descartable—dijo el chico con sinceridad—, que en algún momento quedará en el olvido.
—¿Sabes qué? No tengo tiempo para perder contigo—Rainer tomó su espada—. Tengo que volver al campo de batalla con mis compañeros.
—¿Crees que lo voy a permitir? Estás usurpando el cuerpo de mi amada y lo estás poniendo en riesgo de muerte—dijo el chico, sujetándola del brazo—. No me importa qué le pase a esos desconocidos, tú vendrás conmigo.
—¡No pienso abandonarlos!—gritó Rainer, soltándose de su agarre—. Si quieres, puedes irte solo, pero ellos me necesitan.
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Editado: 15.07.2024