—No quiere hablar con nadie hace días que no me dirige la palabra… la profesora Merila vino a verla pero —escuchaba a lo lejos la voz de Eider murmurando.
—Pero hace casi una semana esta asi… —dijo Cloe que apenas se escuchaba su voz.
Abrí mis ojos para luego observarlas por un momento.
—¿No iras hoy tampoco a la práctica? —pregunto Eider a lo que solo negué con mi cabeza.
Volví a acurrucarme para cerrar mis ojos.
Los últimos días habían sido los más intensos de todos, no me sentía yo misma y mucho menos con energía.
Me puse de pie y me metí al baño, cepillé mis dientes y me di una ducha. A penas sentía que podía mantenerme de pie.
Había ido a la enfermería cuatro veces y nada no encontraban explicación a lo que me estaba sucediendo.
Miré por la ventana hacia el bosque y comí un poco del desayuno que había traído Eider.
Otro día más que decidía quedarme encerrada en la habitación. Tome uno de los libros que me había traído Merila.
Lo que había aprendido de aquellos momentos que no me sentía tan débil y podía leer, era el descubrimiento de las personas que nacieron con habilidades y como comenzaron a manifestarse en la población.
Aquellos que poseían habilidades psíquicas eran como los más afortunados, pero no lo consideraba en mi caso como una fortuna.
Las pesadillas seguían allí perturbando mis sueños y las visiones comenzaban a manifestarse a lo largo del día sin la necesidad de tener contacto con nadie.
Hasta que la puerta de la habitación se abrió de repente sacándome de mis pensamientos.
—¿Qué diablos ocurre contigo? ¡Otra vez faltaras a la práctica! —exclamo Brais enojado.
—¿Qué pasa contigo idiota? —lo mire con cara de confusión.
Él se acercó a mi cama donde yo seguía sentada.
—¡Levántate! —dijo acercándose a mi cama.
Un extraño sensación de energía recorrió mi cuerpo. El aparto la sabana y tomo mi almohada.
Me senté sobre la cama mirando con el ceño fruncido.
—¡No perderemos esa competencia por tu culpa! ¡No estas enferm… —y su mirada se detuvo en la cabecera de la cama.
Mire hacia el mismo sitio y una pluma de color negro brillante se encontraba ahí.
Me puse de pie, miré a Brais con el ceño fruncido.
—¿Qué es eso? —dije con temor de pie al lado de Brais— yo no lo puse ahí.
Tome la pluma con cuidado y una extraña energía se percibía. Volví a mirar a Brais que también lucia confundido.
Él se acercó a la cama de Eider y levanto la almohada, una pluma pequeña cayó al suelo.
Los dos volvimos a mirarnos, era obvio que alguien había dejado esas plumas allí.
El salió de la habitación y yo me dirigí hacia el despacho de la profesora Merila.
—Creo que encontré la causa de mi malestar —dije mostrándole las plumas.
A los segundos apareció Brais detrás mío con pequeñas plumas en sus manos.
—Entren —dijo ella señalando hacia adentro.
Merila se acercó a una mesa con una lampara y una gran lupa.
—Santo cielo… —murmuro.
Empecé a sentir una extraña sensación recorriendo mi cuerpo.
—¿Qué es eso? —pregunto Brais.
A lo que Merila se giró mirándonos a los dos con cara de preocupación.
—Es mejor que vayan con sus compañeros —dijo ella parándose y dirigiéndose a la puerta.
¿Y ahora que estaba pasando?
La actitud de Merila claramente indicaba que nada bueno significaban esas plumas que habíamos encontrado.
Seguimos a la profesora Merila que había salido a paso apurado de allí.
Pero no se giró a vernos ni tampoco dijo otra palabra.
—Quizás debamos ir con los demás —dijo Brais frunciendo el ceño.
Asentí para los dos salir de la casa hacia la playa encontrándonos con los demás.
Eider al verme corrió a mí en su rostro mostrando una débil sonrisa.
—¿Qué ocurrió? ¿Por qué esas caras? —pregunto Tigor mirándonos a los dos.
Brais recorrió con su mirada el grupo hasta que llego a mí. Estaba indeciso porque ninguno de los dos sabíamos que significaban esas plumas.
—Creo que lo mejor es que suspendamos la práctica de hoy —dijo el para luego dar la espalda y volver a entrar a la casa.
Parpadeé y lo seguí con la mirada. ¿Por qué no les decía la verdad?
—¡Brais! —dije para correr detrás de él.
Él se detuvo y me miro con el ceño fruncido.
—¿Por qué no les dijiste? —pregunte también frunciendo el ceño.
—¿Por qué debería asustarlos? ¡Ni siquiera sabemos quién puso esas cosas debajo de nuestras almohadas! ¿Quieres generar más preocupación e inseguridad?
Lo mire a los ojos y ese celeste se tornó de un color más oscuro rozando el azul.
¿Acaso cambiaban de acuerdo a como se sentía Brais en esos momentos?
<< Debemos pensar en los demás… >>
Trague saliva y baje mi cabeza sintiéndome algo mal por no haber pensado en eso.
Regrese a mi habitación con la esperanza de sentirme segura. Ya no sentía esa energía negativa envolverme.
La pluma negra…
<< Esa maldita pluma >>
A mi mente vino aquel día que vi salir a alguien del cuarto. ¿Quizás esa sombra había dejado las plumas?
¿Pero cuál era el propósito de debilitarnos?
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Editado: 17.07.2024