Era la tercera vez que volvía a cambiar de posición en la cama. Pero el sueño no llegaba.
Mi mente no estaba tranquila y mucho menos sabiendo que alguien había querido atentar contra nuestras habilidades.
<< Un propósito malo… >>
Nada bueno podía pensar con eso y relacionado a las plumas negras.
Mire a Eider que dormía profundamente y Sali de la habitación, recorriendo los pasillos y otra vez encontrándome afuera de la casa.
¿Por qué te arriesgas Dacia?
Solo el pensamiento que afuera estaría mejor que adentro me hacía tener el valor para ir afuera.
Me senté sobre el césped y una mala idea había sido salir solo con el pijama de verano.
Levante mi cabeza observando el cielo oscuro estrellado, esas hermosas estrellas tan brillantes y relucientes.
El pensamiento que muchas veces aparecía en mi mente vino a mi. Ese era otro mundo y se podía percibir tan solo con el aire que respiraba.
Pero como todo sitio que tiene algo bueno también había algo malo.
Era obvio para todos por más de que quisieran demostrar que lo tenían todo bajo control, que algo sucedía y eso se veía con los alumnos que desaparecían.
Y lo más extraño de todos que algunas de esas personas que en su mayoría eran alumnos, volvían pero los encerraban en un sector aparte.
—Aún me sorprendes fantasmita —dijo una voz gruesa a mis espaldas.
—¿Qué te sorprende? —pregunte a lo que el se sentó a mi lado.
—Verte aquí… ¿Acaso no sientes miedo? —volví a mirarlo y aprete mis labios.
—Le temo más a mi habilidad que a cualquier cosa… —dije bajando mi cabeza observando el césped entre mis dedos.
El soltó una risita y se tiro hacia atrás recostando su espalda en el césped.
¿Qué podía causarle gracia a ese imbécil?
Puse mis ojos en blanco y solo escuché su suspiro.
—Debes relajarte y dejar de estar a la defensiva pienso que tienes bastantes razones para darte cuenta lo fuerte que eres —sus palabras fueron directo a mi corazón.
¿Había oído mal? ¿Brais había dicho eso?
Sin pensarlo me tire hacia atrás de la misma forma que el.
Y lleve mi mirada al cielo lleno de estrellas.
—Son hermosas pero no infinitas eso es lo más lastimoso de todo —murmuro el.
Gire mi cabeza para observarlo, el perfil de Brais se veía perfectamente definido. Su nariz, sus labios y sus cejas, el mentón que poco a poco parecía definirse más.
<< Es guapo… >>
En ese momento el también me miro y yo aparte mi mirada, sintiendo mis mejillas enrojecerse. Estábamos a pocos centímetros uno del otro.
Sentía su mirada sobre mi y unas extrañas cosquillas en mi estómago.
—También me sentía perdido y vacío… pero creo que últimamente siento —el hizo una pausa y yo lo miré— que encontré algo…
—¿Como si tu energía estuviese completa y fuese del doble más fuerte? —dije sin dejar de mirarlo a los ojos.
El tímidamente sonrío pero volvió a fruncir su ceño, sentía mi corazón latir a toda velocidad. Algo totalmente extraño para mi.
Solo sentía tranquilidad y era tan extraño, como lo que estaba sintiendo, y no era la primera vez que sentía eso estando con Brais.
Cerré mis ojos llevando mis dos manos a mi abdomen y tomé aire.
Abrí mis ojos y la luz era tan fuerte, la luz del sol directo sobre mi rostro. Me incorpore y a mi lado estaba el dormido.
Mis mejillas ardían por el sol que le había llegado a mi cara y lleve mi mirada a Brais su rostro estaba igual de rojizo que el mío.
—¡Brais! —mire mi torso y aún tenía el pijama puesto.
Los estudiantes empezaban a salir del edificio y el abrió sus ojos de repente.
—¡Diablos! —dijo tocando su rostro para luego mirarme y mirar a nuestro alrededor.
—¡Hay que irnos de aquí! —dije para ponerme de pie.
Los dos rodeamos el edificio ya que nadie podía vernos así.
—¡Por allí! —dije señalando unas escaleras.
Al llegar al último escalón me percate que daba al despacho de la profesora Merila.
Mire a Brais que tenía el rostro demasiado rojizo, el asintió y entramos sigilosamente.
—¡Dacia! ¡Brais! —grito la mujer al vernos.
Parpadeé varias veces y sonreí al ver a Merila con sus lentes colgando de una tira en su cuello.
—¡Necesitamos llegar a nuestros dormitorios! —hable rápidamente apoyándome sobre una mesita.
Ella frunció el ceño y miro a Brais, y otra vez me miro a mi.
—¿Dónde estuvieron? ¿Que estuvieron haciendo? —preguntó recorriendo otra vez con su mirada nuestras prendas.
Mire a Brais que sonrío de manera picara y yo aparte la mirada.
—Nada de qué preocuparse —respondió el.
—Sabes cuales son las normas Brais… —dijo ella cruzándose de brazos.
A lo que yo mire a Brais que asintió de mala gana.
Merila hizo una mueca y dudosa salió de su despacho dejándonos solos otra vez.
El miro hacia afuera y luego me miro a mí.
—La práctica —dijo con seriedad.
¿Acaso me estaba culpando indirectamente?
Me cruce de brazos y lo mire con seriedad, pero el roce de mis brazos todos rojizos por las quemaduras me hizo soltar un quejido.
Bastaron unos minutos para que la profesora Merila apareciera con unas prendas.
—Espero poder escuchar una explicación de esto —dijo ella extendiéndonos la ropa.
Brais y yo comenzamos a vestirnos, pero no faltaron los quejidos.
—Gracias profesora —dijo Brais mirándola con una sonrisa.
Me acerque a ella que todavía parecía algo molesta por la situación.
—Te esperare después de clases —dijo ella a lo que yo asentí.
Los dos salimos del despacho de Merila rumbo al salón de prácticas.
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Editado: 17.07.2024