El pasillo estaba tan oscuro como a la vez silencio cada paso que dábamos solo se escuchaba la suela de nuestros tenis.
—Esta muy oscuro… necesitamos algo de fuego —dijo la profesora Armenia.
En las manos de Brais apareció una llamita de fuego que alumbro parte de aquel camino. En el suelo pequeños charcos de agua se habían formado entre las piedras.
Seguimos camino hasta que en frente nuestro cruzaba otro pasillo que estaba alumbrado por una tenue luz.
Al acercarnos mas metido en la pared había una pequeña celda con gruesas rejas oxidadas.
—¡Los alumnos! —exclamo el profesor Gaslor al ver a unos tres alumnos inconscientes.
Miramos hacia nuestro lado y el pasillo continuaba una antorcha al lado de una puerta que estaba abierta.
El pasillo oscuro… iluminado por esa antorcha… esa era la habitación…
—¡Alla están los demás exclame! —recordando el sitio.
El profesor Gaslor extendió su mano intentando abrir el candado donde habíamos encontrado a los primeros estudiantes.
—¡Vayan a buscar a los demás! —ordeno el.
Algunos se quedaron a ayudarlo y los demás fuimos hacia la otra habitación.
Al entrar el sitio parecía un laboratorio una fuerte luz alumbraba sobre nosotros. El sitio era antiguo y se notaba por las cosas que había allí, repisas con libros y sobre un escritorio varios libros.
Hasta que mi vista llego al rincón donde se encontraban los demás estudiantes encadenados.
—¡Aquí están! —señales a los alumnos.
Los profesores Armenia y Lorenz corrieron junto con los demás.
—¡Están heridos! Nosotros somos cinco y ellos seis —señalo Eider.
Cloe que había venido con nosotros se acerco a uno de los alumnos tomando sus manos y poco a poco recuperaban la conciencia pero sus energías seguían débiles.
El grupo era de diez estudiantes y tres profesores y lo alumnos eran nueve.
Todos empezaron a ayudar para poder sacarles las cadenas.
—Sepárense este sitio no es seguro ustedes vigilen la entrada —ordeno el profesor Lorenz.
De repente los alumnos aparecieron con el profesor Gaslor. Estábamos todos en ese espantoso laboratorio.
—Están encantados… tienen todo controlado —se quejó Louis— sabían que vendríamos.
Me hice hacia atrás chocando con el escritorio pero el libro que había encima llamo mi atención.
Las piedras preciosas… seis piedras se encontraban en imágenes y debajo de ella la imagen de la gran casa Fiimburg.
<< Piedras preciosas >>
¿Pero por que había una imagen de la casa?
Otra de las tantas incógnitas que ya tenia apareció. Habían demasiadas cosas sin explicación.
— Alguien viene —hablo Brais en voz baja.
Mire hacia donde estaban los demás y habían liberados a los demás alumnos, aunque algunos de ellos no podían caminar.
Sus rostros totalmente demacrados que mostraban un gran cansancio y sus cuerpos sucios.
Y fue hasta que mi mirada llego al muchacho que el profesor Gaslor tenia entre sus brazos inconsciente.
Era el niño de la bata azul que había visto esa noche.
—¡Vamos debemos irnos! —exclamo el profesor Lorenz.
Salimos de ese viejo laboratorio y apuramos el paso por el pasillo.
El portal apareció nuevamente en frente nuestro y todos logramos cruzarlo.
El miedo de todos porque aparecieran los culpables de todo eso era evidente en nuestros pasos torpes y apurados.
Una vez todos otra vez en el bosque ya no había sol y la luna otra vez se aproximaba. El aullido que hizo erizar lo pelos de mis brazos indicaba que se habían percatado que los estudiantes no estaban allí.
—¡Corran! —exclamaron los profesores a cargos de todos.
Todos empezamos a correr pero muchos estaban débiles y los que si podían correr debían ayudar a los demás.
—Nosotros podemos adelantarnos profesora —dijo Brais señalando también a otro chico.
Ambos poseían la habilidad de la velocidad algo que estaba a nuestro favor.
Pero la profesora lo miro a los ojos deteniéndose en la mitad del camino.
Todos disminuyeron el paso al ver la actitud de la profesora.
—¿Qué sucede Armenia? —pregunto el profesor Lorenz que estaba agitado.
—Ustedes tienen que hacer un escudo —comento la profesora Armenia mirándonos a mi y a Brais.
Mire a Brais confusa por lo que acababa de decir la mujer.
—¡¿Qué?! ¡Ellos no pueden hacer eso! —grito el profesor Gaslor que llevaba al alumno dormido en sus brazos— ¡Por dios Armenia hay que salir de aquí!
La desesperación en el rostro del profesor era obvia tanto que no parecía querer mantener la calma.
Volví a mirar hacia el cielo y las estrellas estaban siendo testigo de todo.
— ¡No se detengan! ¡Hay una bestia! —grito uno de los alumnos que había quedado atrás.
—¡Hazlo Brais! —exclame dándole a entender que debía ir corriendo con los demás estudiantes.
Todos seguíamos corriendo pero Brais y el otro chico a esa velocidad anormal empezaron a llevarse a los alumnos más débiles.
Admiraba la fuerza que tenían el y el otro chico que iban y volvían.
Nadie podía detenerse pero ya nos estábamos quedando sin energías.
— ¡Corran no se detengan! —exclamo los profesores que ya iban más adelante.
Mire hacia atrás y dos compañeros más se habían quedado atrás y divise a Cloe entre ellos.
No iba a dejar que se quedase atrás me volví hacia ella que no daba más del cansancio por tanto correr.
— ¡Corre Cloe no te detengas! —dije tomando su mano.
Brais apareció a mi lado y tomo su mano alejándola de allí. Seguí corriendo hasta que un presentimiento me decía que aquellas bestias estaban más cerca de lo que pensaba.
Los ojos azules brillantes… la serpiente saltando sobre mi…
Tropecé cayendo hacia adelante y para mi suerte a metros de mi había un tronco que lo tomé entre mis manos. Al voltearme de entre los árboles y la oscuridad aquellos ojos rojos aparecieron abalanzándose hacia mí.
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Editado: 17.07.2024