Mi pasado... me obligo a cambiar

Mi pequeña familia.

  • ¡Jacob! ¡a desayunar! – Son siempre las primeras palabras que escucho al despertar, no hay día que pueda ganarle a esa amorosa voz que me indica que ya debo comenzar mi día.

Mi madre siempre se levanta desde temprano para preparar el desayuno; ha habido muchas ocasiones en que mi hermana o yo le hemos dicho que ella descanse y nosotros lo hagamos, y aunque nos dice que si a la mañana siguiente esa misma cariñosa voz nos despierta para ir a sentarnos a la mesa.

  • Madre… - Comencé a decir, insistente. – Te hemos dicho que nos dejes algún día a nosotros prepararte el desayuno… Sé que apenas duermes por la noche y a las 3 de la mañana ya está despierta trabajando.
  • … - Mi madre parecía estarme ignorando, pues se encontraba sirviendo la comida y no me respondió, ni siquiera me volteo a ver.
  • Madre… - Repetí caminando hasta colocarme frente a ella. – Sé que me estas escuchando, ¿Por qué me ignoras?
  • Ya sabes la razón, pero no es momento para eso. Anda toma tu desayuno que tu día también empieza temprano.
  • Madre… - Dije por última vez.

Por las escaleras bajo mi hermana limpiándose los ojos por las lagañas. Es un poco extraña; una chica de estatura media, cabello largo color negro, ojos de tonalidad miel y si he de ser sincero, a pesar de tener 22 años de edad (7 años mayor que yo) No parece tener intenciones de conseguir pareja, o siquiera un solo amigo, mi madre y yo somos las únicas personas con quienes habla y aun así es poco lo que platica… Mi madre por otro lado tiene 47 años de edad, es una mujer fuerte, disciplinada de cabello corto color castaño claro y ojos marrón, siempre sonríe y rara vez se enoja aunque cuando lo hace las cosas tienden a salirse de control… y siempre es para mal y con un gran corazón pues se enternece fácilmente cuando mira a alguien hacer el bien. Y, quisiera platicarles sobre mi padre, pero lo cierto es que no lo conozco… Mi madre nos ha platicado que fue un hombre de alta estatura, 1.97 metros de alto, cabello negro muy oscuro, de ojos verdes claros, y que fue un maestre, pero es todo… Cierto día al salir en un viaje para entregar mercancías no regresó, no sabemos si está vivo o muerto pero tras más de 15 años lo más probable es que ya haya muerto hace mucho tiempo… Afortunadamente no puedes extrañar a quien no conoces (Pero si una relación que hubieras querido tener…)

La rutina en la isla era básicamente siempre la misma, al terminar de desayunar nos quedábamos un tiempo juntos en la casa platicando o simplemente estando cerca el uno del otro y cuando la hora llegaba, todos nos íbamos a nuestros trabajos, mi madre y hermana se encargan de cuidar nuestros cultivos y yo me adentro al pueblo a venderlos, afortunadamente solo existen dos familias en esta isla que cultivan y como ambas cultivamos cosas diferentes la competencia no es una palabra que se encuentre en nuestro vocabulario. Nosotros estamos más involucrados con lo que son las verduras y la otra familia con lo que son las frutas, y gracias al extenso terreno que tenemos para lograrlo, nunca le hemos quedado mal a la gente. La hora se llegó y ya era tiempo de cargar la carreta para irme al pueblo.

  • ¿Olvidaste algo? – Preguntó mi mama, haciéndome pensar que si estaba olvidando alguna cosa.
  • No. – Respondí secamente pues ya había surtido todo lo que siempre llevo.
  • ¿Seguro? – Agregó ella mirándome fijamente.
  • Demasiado… Ahí están las Zanahorias. – Empecé a decir señalando todo. – Allá las calabazas, acá está el trigo, ahí los tomates, de este lado las lechugas, debajo de esto están las papas, dentro de ese costal las cebollas y allí juntas las calabazas y la coliflor… ¿Qué me falta?

En esta ocasión mi madre no respondió y en cambio solo sonrió como usualmente lo hacía, asintió con la cabeza y después se regresó junto con mi hermana, dejándome solo con la duda: “¿Pues qué se me olvidó?” Evidentemente no pude dar con una respuesta y tras mirar detenidamente una y otra vez la carreta no encontraba aquello que mi mama me hizo pensar que estaba dejando atrás.

La hora para irme estaba cada vez más cerca, el sol ya estaba cerca de llegar a la mitad del día y este era el momento para estar ya en la plaza del pueblo acomodando la mercancía, y nunca he llegado tarde, ¡Nunca! “Vamos Rey” le grite a mi caballo y agite las cuerdas que lo sostienen junto la carreta, el completamente listo para correr tal cual viento comenzó a galopar como nunca antes, estaba seguro que no llegaría tarde hoy tampoco; a los minutos ya podía ver el pueblo a lo lejos y por suerte aun no estaban las personas en el lugar donde solía vender, eso me daba tiempo de llegar y acomodarme con calma, pero justo cuando pensé que todo iba bien, vi como algunos comenzaron a llegar, otros al no verme ahí se fueron y algunos más decidieron esperar, ellos sabían que en ese sitio estarían sus ingredientes para sus platillos, pero por alguna razón no aun: “¡Ya voy!” Gritaba a lo lejos con ayuda de Rey que relinchaba intentando hacernos notar, pero la distancia era demasiada y nuestros intentos eran en vano. “¡Aquí estoy!” Seguía gritando con mi garganta rasposa y mis pulmones dando lo último, hasta que la luz ilumino la cueva y uno de mis clientes me vio a lo lejos haciéndole señales a los demás, por fortuna todos regresaron lo que hacía que mi venta estuviera asegurada.

  • ¡Pensé que nunca llegarías! – Grito impaciente uno de ellos al verme acercarme a la distancia.
  • Jamás habías llegado tarde, ¿Sucedió algo? – Preguntó una señora metiéndose en la fila.
  • Tranquilos, simplemente tuve una pequeña broma de mi madre… - Respondí con algo de vergüenza.
  • ¿No planearas que creamos eso…? – Agrego otro de los sujetos en la fila
  • Bueno, bueno. El chico ya está aquí, dejen de molestarlo. – Añadió fuerte e imponentemente un hombre que no hay día en que no compre 3 Zanahorias, y se las coma ahí mismo haciéndome compañía y en ocasiones ayudándome a vender.



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En el texto hay: batallas, barcos, batalla interna

Editado: 22.11.2020

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