Mi pasado... me obligo a cambiar

Seguiré siendo yo.

La isla estaba completamente sepultada en el océano, ya no se veía ni la sombra de lo que antes fue, aquél barco esperaba a que abordara y aun indeciso pensé si en verdad debería subir… Ahora sé que por alguna extraña razón no puedo morir, por lo que seguramente si intento nadar en este sitio hasta encontrar tierra seré capaz de hacerlo, aun y cuando eso signifique agonizar de dolor por más tiempo del que poseo.

  • ¡Sube! – Gritó uno de los piratas desde el casco del barco y haciendo gestos con sus manos. – Estas aguas seguramente tienen tiburones y no creo que quieras encontrarte con alguno de ellos hambriento…

Sus palabras si he de ser sincero fueron muy convincentes, nade hacia el barco y comencé a treparlo con dificultad, pues el agua hacia que mis manos se resbalaran y algunos de esos resbalones causaban que algunas astillas se incrustaran en mis manos. Cuando por fin logre llegar a la cima del barco aquel mismo sujeto que una vez me dijo que subiera, me dio una fuerte patada en la cabeza haciéndome caer al agua y estando a vario metros por debajo del casco caí completamente de espalda sofocándome una vez más y esto hizo que mi respiración se viera afectada al grado de estar tragando agua, lo altamente salada que estaba calaba mi garganta y podía sentirla ingresando a mis pulmones, el dolor era terrible y en esta ocasión me fue imposible nadar hacia la superficie, pero yo no moría… Era un dolor insoportable y constante, aunado a la falta de oxígeno y sigo sin entender cómo fue que no perdí el conocimiento por la falta de aire o por el exceso de dolor que sentía. A varios metros de profundidad un brazo rodeo mi cuerpo y me ayudo a salir a la superficie, era el sujeto que me había lanzado la piedra, cuya siniestra sonrisa no desaparecía y a eso sumarle que era como si nunca parpadeara, sus ojos se veían muy resecos y aun así no parpadeaba… e intrigado me fije la razón por la que no lo hacía: Él no tenía parpados, parecían haber sido cortados desde hace tiempo, pues se veían claramente las cicatrices.

Estando en la cubierta del barco el sujeto me lanzo hacia uno de los mástiles y después se metió por el centro del barco hacia la parte interna del piso inferior, el capitán se acercó a mí, sosteniendo de la camisa al sujeto que me había dado la patada y mirándome con coraje pregunto:

  • ¿Cuál quieres que sea su castigo? – Sin mirarlo saco un cuchillo de su bolsillo y lo acerco a su garganta. - ¿Matarlo? – y moviendo ese cuchillo conforme hablaba continuo. – Probablemente, ¿cortarle un brazo?, o seguramente la pierna que fue con la que te golpeó, o seguramente…  - Hizo una pausa y bajo el cuchillo hacia su entrepierna clavándolo un poco, pero aquel sujeto no se quejó ni un poco.
  • Nada… - Respondí yo, tosiendo toda el agua que había tragado. – No quiero que le ocurra algo.
  • Antes te dije que te unieras a nosotros, y lo has hecho. Somos piratas pero eso no significa que no tengamos nuestras propias reglas y la más importante de ellas es esta: El único que tiene derecho a lastimar a nuestros compañeros, dentro o fuera de este barco. ¡Soy yo!

Al terminar de hablar parecía realmente molesto, y volteo a mirar a aquel sujeto con un rostro lleno de odio.

  • Quizás el chico, no quiere que seas castigado, pero eso no significa que no lo serás. – Regreso el cuchillo a su cadera y posteriormente soltó a aquel sujeto a lo que instantáneamente se colocó en posición fetal cubriendo su cabeza con sus brazos.

Después de unos segundos el capitán, grito con una voz que parecía rascar su garganta: “¡Castigo!” y todos en el barco detuvieron sus actividades, absolutamente todos incluidos los que estaban en la parte de abajo del barco subieron y se colocaron en un círculo rodeando a aquel sujeto que me había golpeado, y al momento en el que llego el ultimo, todos comenzaron a golpearlo con una brutalidad muy alta, pero aun así aquel hombre nunca se quejó ni una sola vez, se mantuvo en silencio recibiendo el castigo hasta que este concluyo.

  • He dicho castigo. – Refunfuño el capitán mirándome a mí. – Levántate y golpéalo.
  • No. – Dije con seguridad yo. – Podré estar en este barco como parte de ustedes, pero eso no significa que haré todo lo que me dicen.
  • ¿En serio? – Dijo el capitán sacando de su cadera el cuchillo. – No puedes morir, pero si hago esto. – Dijo y posteriormente clavo el cuchillo en mi muñeca haciéndome gritar. – Es evidente que sentirás dolor, lo cual significa que solo tienes dos opciones, hacerlo sufrir a él, o que yo te haga sufrir a ti. ¿Cuál será?
  • El tiempo pasará, pero seguiré siendo yo. – Dije por última vez y colocándome en la exacta posición que aquel sujeto al que golpearon.

Ante esta actitud el capitán rio fuertemente y grito eufóricamente: “En serio me agradas.”, guardo su cuchillo y saco su látigo y apenas lo hizo absolutamente todos comenzaron a correr en todas direcciones realmente asustados… Y basto que comenzara a utilizarlo para saber la razón, empezó a golpearme en todo el cuerpo a una velocidad impresionante, arrancándome la piel de varios sitios de mi cuerpo pero justo como antes, no sangré ni siquiera solo un poco; el capitán con cada golpe que daba se tornaba cada vez más violento al menos hasta que mi cuerpo se acostumbró al dolor y pude sobrellevarlo sin gritar, y en ese momento aquel armonioso silbido que escuche en la caverna comenzó a sonar nuevamente, salvo que en esta ocasión todos lo escucharon.

  • ¿Quién está haciendo ese sonido? – Dijo furaco el capitán, deteniendo el castigo y dejándome en el suelo con la carne a plena vista en algunos sitios de mi cuerpo. (Piernas, costado, cuello y antebrazos)

Todos los tripulantes se colocaron en una fila dejándose ver, y demostrándole al capitán que ninguno de ellos hacia ese sonido, ya que aun y cuando todos estaban visibles aquel ruido permanecía sonando.

  • ¡Cállense! – Grito con fuerza una vez más, aun mas enojado que antes.
  • No somos nosotros capitán. – dijo temeroso uno de ellos hasta uno de los extremos de la fila.
  • ¿Qué dijiste? – Agregó el capitán acercándose a esa persona. - ¿estás diciendo que soy estúpido y que escucho cosas? ¡Híncate!
  • Capitán, en verdad ninguna de nosotros es. – repitió ese mismo hombre tartamudeando por el miedo de ver a su capitán en ese estado, pero obedeciendo la orden de hincarse.
  • El sonido viene de allá… - Habló otro de ellos y señalando hacia la parte donde está la posición del vigía.



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En el texto hay: batallas, barcos, batalla interna

Editado: 22.11.2020

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