Inmortal.
Mientras me adentraba en aquel lúgubre y extraño bosque, volteaba ocasionalmente hacia atrás, intentando ver si alguien me seguía pero no importa cuántas veces lo hiciera; ni una sola persona se veía. Cansado de correr y con mis pulmones exigiéndome un descanso me detuve en seco y recargue mi cuerpo en uno de los arboles cercanos; mis piernas temblaban rápidamente y mis ojos estaban algo resecos por la falta de lubricación al no poder parpadear con constancia por intentar permanecer alerta, de pronto un disparo impacto en el tronco del árbol donde estaba estando muy cerca de mi mano.
- ¡jajaja! – Se alcanzó a escuchar con dificultad una risa a la distancia. - ¡De nuevo! – Y apenas decir esto último otro disparo volvió a sonar y milésimas de segundo después uno de mis dedos fue impactado arrancándolo por el golpe.
Comencé a gritar de dolor y aun con mis piernas tambaleantes corrí tanto como pude, se podría pensar que los causantes eran aquellos deshonestos piratas que me perseguían, pero no. El disparo provenía de un sitio completamente diferente y de hecho era en dirección a donde yo me dirigía; el interior de la isla.
No lo pensé dos veces y di la media vuelta para regresar por donde vine, pero apenas girar vi frente de mi a una mujer con un rostro que no denotaba ni una sola emoción, mirándome con esos ojos sin vida me dio un golpe en la cabeza y me dejo inconsciente, no sé por cuanto tiempo… Al despertar estaba completamente amarrado y frente de mi había una chimenea encendida, el calor me golpeaba la cara muy cerca y aunque sentía calor este fuego no me hería, de hecho era agradable…
- ¿Qué eres? – Dijo la voz de una mujer y al voltear mire a aquella señora que antes me golpeo.
- … - No respondí e intente hacer fuerza para soltarme, pero fue en vano.
- Hemos intentado de todo para asesinarte, pero no importa que hiciéramos no lo logramos, ni siquiera el fuego ha sido capaz de hacerte daño. ¿Qué eres? – Pregunto con insistencia una vez más.
- … - Solo permanecí en silencio.
La señora sin dar señales faciales de algún tipo se levantó de la silla donde estaba, camino hacia una de las habitaciones contiguas y regreso con un cuchillo carnicero en la mano, ni siquiera me intento amenazar o algo, simplemente lo clavo en mi muslo y corto con el hasta mi pantorrilla.
- Podrás no morir, pero sé que sientes dolor. – Agregó ella con tranquilidad. - ¿Qué eres?
- … - en esta vez no conteste, pero ahora por no poder hacerlo, el dolor me impedía hablar y al estar completamente atado no podía hacer algo más que no fuera gritar.
- Estoy perdiendo la paciencia.- Agregó esa mujer sacando el cuchillo y observándolo meticulosamente, al no tener ni una sola gota de sangre. – Esta será la última vez que lo pregunte, después de esta ocasión no importa que tanto grites, llores o supliques, te lastimaré hasta que mi alma se escape de mi cuerpo. ¿Qué eres? – Al terminar hizo el cuchillo hacia arriba para clavarlo nuevamente.
- ¡Espere! – Dije rápidamente entre quejidos. – Soy humano… - No sabía si me creería, pues evidentemente lo que están presenciando sus ojos podrá ser de cualquier cosa excepto de un humano.
- ¿Humano? – Comento ella con una evidente sospecha. – Los humanos mueren, tu parece ser que no.
- He sido maldecido… - Continúe, ahora mirando toda la habitación donde estaba, dándome cuenta de que aquel hombre que me disparo antes, no se encontraba por aquí.
- Él no está aquí. – Dijo ella, dándose cuenta de lo que buscaba. – Pero no creo que debas preocuparte por él, seguramente si llega intentara a toda costa que te lastime, después de todo un ser inmortal podría venderse a muy buen precio e independientemente de que no puedas ser herido, no querría dañar la mercancía. Pero bueno, ¿maldecido? – Al terminar de hablar, soltó su cuchillo se recargo cómodamente sobre sus piernas y me miro directamente a los ojos (estando yo en el suelo y ella sobre la silla a unos metros de la chimenea, justo detrás de mí).
- Provengo de una isla que según mis padres, no podía ser encontrada por gente externa a ella… - No sabía si esta historia era siquiera real, pero no tenía más que decir. – Hasta hace un tiempo un navío pirata atraco en ella, asesinaron a todos y me tomaron como botín, pero al salir un sujeto de nombre Güilé me entrego esto. – Haciendo señales con mi mentón al colgante que me entrego aquel tipo.
La mujer acerco la mano a mi cuello descubriendo el colgante, pero al intentar tocar la correa esta solo traspaso su mano imposibilitándole tocarlo, ella levanto el cuchillo y empezó a rasgar la camisa para descubrir mi pecho y poder ver el colgante.
- Interesante símbolo. –Dijo apenas verlo, se levantó y camino hacia otra de las habitaciones, y al regresar en sus manos cargaba un cuadro pequeño volteado hacia ella, se sentó en la silla y al estar cómoda dejo caer el cuadro frente de mí mostrando un símbolo… El mismo de mi colgante. – Ese símbolo pertenece a un ser que todos conocen y que aquellos que han visto mueren, excepto claro, tu.
- ¿quién? – Pregunté con duda.
- Piensa, un ser que al verlo mueres, ¿Quién se te ocurre? – Agrego esa mujer, haciendo una señal extraña con su mano; paso el dedo índice de su mano derecha por su cuello simulando cortarlo y después ladeo la cabeza.
- ¿Muerte? – Pregunte a lo que ella asintió. - ¿El dios de la muerte?
- Si. Eso explicaría el por qué no puedes ser eliminado, después de todo has sido maldecido por la única “criatura”, “aparición” o como quieras llamarle en este universo que puede verdaderamente matarte. Aunque si he de ser sincera es algo que jamás se ha visto. Probablemente ha visto tu futuro y decidió dejarte con vida, aunque solo ella sabe la razón.
Cuando dijo la última palabra, tomo el cuadro que dejo caer en el suelo, regreso a la habitación de donde lo había tomado y camino hacia mí, corto con su cuchillo la soga que me detenía y posteriormente dijo:
- Eres libre de irte. No puedo mantener aquí a una persona como tú. – Y sin dar más explicaciones me empujó hacia la entrada de la casa y me pateo para sacarme de ella.