Este es otro sitio.
Al ella haberse ido, tomamos caminos separados por el resto del día, yo seguía completamente asombrado por la tranquilidad del pueblo a diferencia de como era antes, un par de niños que no había visto antes por el pueblo se acercaron a mí y me preguntaron:
- ¿De dónde vienes tú? – Me cuestionaron al unísono como si lo hubieran practicado antes.
- No sé cómo responder a eso… - Dije yo, pues es una isla que nadie conoce… - ¿Te sirve si digo que vengo de un lugar bastante lejos de aquí?
- No en realidad… - Respondió uno de ellos. – ¡Vamos dinos de donde vienes! – Repitió con insistencia.
- Está bien, mira hacia ese sitio. – Agregué y señale a la izquierda de nosotros. - ¿ves algo?
- Mmm – Ambos se pusieron a mirar con demasiada atención hacia donde había señalado y no podían ver más que el enorme bosque que cubría gran parte de la isla. - ¿El bosque?
- No, intenta mirar más allá, detrás del bosque. – Dije insistente, también yo a sabiendas de que era imposible que miraran algo. - ¿logran verlo? ¡está justo ahí!
- No podemos ver algo… - Dijeron nuevamente juntos, sincronizando sus voces. - ¿Qué hay allá?
- En esa dirección, está la isla de la que provengo, es un sitio como este, solamente que esta debajo del mar. – Cualquier pensaría que sería mentira, pero yo mismo vi cuando se hundió.
- ¿Debajo del mar? – Ambos niños se rascaban la cabeza y se miraban alternadamente, sospechando que les dijera la verdad. – Somos niños, pero aun así, jamás creeríamos algo como eso, tú estás mintiéndonos.
- ¡No, no! – Alegué rápidamente agitando las manos. – La isla donde nací es un sitio mágico, miren. – Al terminar de decir esto último saque el colgante de mi cuello e incite a los pequeños a tomarlo.
Claro está que ninguno pudo tocar el colgante y cuando veían que sus manos le traspasaban se asombraban y abrían su boca tan grande que parecería que se dislocarían su mandíbula.
- ¡Es mágico! – Gritó uno de ellos señalando el colgante.
El otro simplemente asintió con la cabeza y al intentar tocarlo de nuevo fue llamado por su madre para ir a cenar, y al ir los dos juntos, se regresaron igual, juntos. Yo me quede simplemente observando como caminaban por un poblado cubierto de sangre y con un olor realmente horrible como si fuera un pueblo hermoso, aun y cuando aún se estaban limpiando varios cadáveres del suelo…
- ¡Eh, tú! – Dijo una voz a mi espalda. - ¡Ven, ayúdanos!
- … - No pude responder, por no saber si se dirigían a mí, pero al girar la cabeza vi que quien hablaba era el sujeto que hace no muchos días incendio una carreta con sus dueños en el interior… Su rostro parecía calmado al igual que su voz, y definitivamente me estaba hablando a mí.
- ¡Vaya pero si es el extranjero! – Comentó alegremente mientras se bajaba de una carreta descubierta cargando varios cuerpos. - Ayúdanos a cargar a este gordinflón de aquí – Agregó señalando con sus ojos a un cadáver en el suelo detrás de la carreta, donde no lo había visto. – Este hombre tenía la costumbre de robarse los cultivos de Hirugu, y pues el buen Hirugu termino por cansarse de que este sujeto se fuera sin pagar y aprovechando lo bello de la isla, le clavo su mejor tenedor en el cuello.
- ¿Tenedor? – Pregunté yo, porque parecía decirlo en broma.
- Ajá… Un simple pero muy afilado tenedor. – Reiteró ese sujeto sacando de su saco un tenedor dorado con las puntas realmente afiladas y con el mango aun cubierto de un poco de sangre. - ¡Apoco no es hermoso! – Dijo agitando el tenedor para que lo mirara.
Luego de esa extraña charla, y sin mucho que hacer les ayude a levantar el cadáver, y vaya que ese sujeto era realmente pesado, éramos 5 personas intentando cargarlo y aun con tantos tuvimos muchas dificultades para subirlo a la carreta pues como ya habían varios cuerpos ahí, subirlo hasta la cima fue muy complicado; evidentemente esta acción hizo que mi estómago se revolviera como nunca antes en la vida y me gire para vomitar lo muy poco que había comido durante el día. Absolutamente todos los que estaban por ahí cerca se comenzaron a reír, algunos cayeron al suelo y se sostenían el estómago, supongo yo que por el dolor de la risa que les causaba.
- ¿Pues de dónde vienes? – Preguntó el sujeto que había incendiado la carreta. - ¿Nunca habías visto sangre?, ¿O cadáveres? – Me miraba como si en verdad no pudiera creerlo y abría los ojos con un gran asombro.
- Si… - Respondí un poco molesto por recordar. – He visto demasiada… - No quise hablar más y comencé a alejarme de ahí.
- ¡Espera! – gritó aquel mismo sujeto antes de que me alejara mucho. – Toma. – Me entrego unas cuantas monedas y sonrió amablemente. – No lo tomes personal chico. – respiro un poco y después continuó. – Lo debiste haber visto cuando llegaste, esta isla tiene una tonalidad carmesí bastante natural… - No se refería al atardecer claramente… sino a algo más evidente. – Compra algo de comida para ti y para la chica, aprovecha que estamos festejando que tu amiga ha sido elegida, anda.
Al terminar de hablar se giró hacia donde los demás sujetos y comenzó a guiarlos para cargar los demás cuerpos en la carreta, al terminar de cargarlos todos (los que estaban cerca) se subieron y se dirigieron hacia donde algunos más para cargarlos también. Comencé a mirar las monedas y posteriormente gire la cabeza en todas direcciones buscando algún sitio que vendiera comida, lamentablemente parecía que no había uno por los alrededores, o al menos por aquí cerca; me adentré al pueblo y aunque sé que soy muy insistente: El cambio era exagerado, justo en lo que yo pensaba era el centro del pueblo había un parque gigantesco que cubría una gran zona, justo en el centro se encontraba un Quiosco muy bellamente adornado y varias personas cargando una gran variedad de instrumentos caminaban hacia su interior subiendo las escaleras, todos se pusieron en posición y cuando el dirigidor llego la melodía comenzó a sonar, ¡Era realmente bello! Si hay algo que amo tanto como a mi familia en este mundo es la música, olvide lo que tenía que hacer con el dinero y me acerque para escucharlos tocar, los pueblerinos bailaban alrededor de quiosco, algunos otros tenían partidas de ajedrez, otros más usaban los alrededores para comer en el suelo, y los demás como yo: disfrutábamos simplemente la melodía.
- Curioso, ¿no? – Dijo una voz conocía en mi oreja derecha.
- Sin duda. – respondí secamente pues, sabia de quien era la voz.
- En eso somos idénticos tú y yo. – Agregó la voz. – Amamos la música con todo nuestro corazón, alma, cerebro o como quieras llamarle.
- ¿Esa es la razón de que silbes? – Le pregunté.
- No en realidad… - Dijo él. – Silbo para avisar que estoy cerca, solo eso. Como te dije antes. – Siguió después de una pequeña pausa. - A todos les asusta mi melodía… Les hace sentir, tristes y con miedo, pero en tu caso fue diferente, por eso decidí conservarte con vida.
- ¿Solo por eso? – agregué. – Dudo que sea solamente esa la razón… Debe haber algo más que no quieres decirme.
- Lo hay, pero es algo que no puedo decir, pues al momento que lo haga no se cumplirá, debo ser paciente y esperar que lo que quiero que hagas, simplemente lo realices sin estar consciente de ello.
- De acuerdo. – Dije sin intentar convencerle, pues seguramente no podría lograrlo.
- ¿Puedo quedarme contigo un momento? – Güilé sonaba un poco melancólico…
- No creo que pueda evitar que lo hagas. – respondí en tono de burla.
- Jeje, de hecho no. – termino por decir mientras se reía un poco.