Sucesor.
Mientras era cargado de regreso al barco mis ojos pudieron ver a todos aquellos hombres caminando contoneándose como niños pequeños que habían logrado una excelente hazaña, parecían realmente felices por haber destruido y asesinado a todo un pueblo, mi cuerpo y mi mente no pudo más y cerré los ojos quedándome completamente dormido.
No sé cuánto tiempo habrá pasado; mis ojos comenzaron a abrirse una vez más y mi vista era borrosa, no podía identificar mis alrededores, poco a poco comencé a clavar mi mirada intentando ver con claridad hasta que supe dónde estaba: En una playa, el sol estaba justo delante de mí y aunque cegaba un poco mis ojos, no me dolía. Comencé a moverme para reincorporarme y una voz dulce me dijo que me detuviera.
- Aun estas muy débil. – dijo la voz de una mujer que se escuchaba detrás de mí. – Recuéstate Jacob.
- … - No respondí y voltee para mirar quien era, y al girarme vi a Karla sentada a unos pasos de mi a la orilla del mar. - ¿Karla? – Pregunté con duda. ¿Eres tú? – Continúe cuestionándole. - ¿Cómo es que estas viva?
- Parece ser que el capitán tiene una debilidad, una de la cual ya se hizo cargo… Respeta a las personas seleccionadas por la isla y eso le impide hacernos daño, entonces lo que hizo fue simple: acabar con las posibilidades de que la isla seleccione a alguien más.
- Entiendo… - Agregué yo, regresando la mirada al frente e intentando moverme un poco más, pero mi cuerpo aun no respondía.
- En verdad eres alguien extraordinario… - Dijo Karla. – Tu cerebro fue completamente destruido y tras 2 meses aquí estas entre los vivos una vez más, durante ese tiempo el capitán simplemente te lanzo a la bodega del barco como un costal de huesos más, no te alimento ni te dio cuidados y aun así gozas de tanta vida como cualquier ser vivo… ¿Qué rayos eres?
- No lo sé, quisiera decir que soy humano, pero lo cierto es que mentiría. Sé lo que fui más no lo que soy ahora…
Continuamos un poco la plática y cuando mi cuerpo ya fue capaz de responderme, me levante y comencé a caminar por la isla, le dije a Karla que me dejara solo un momento y sin tomarlo a mal ella lo hizo. Ni siquiera sabía a donde quería ir, simplemente sentí que debía estar solo, me adentre un poco en la isla y tras un tiempo caminando llegue a un sitio que me hizo tener recuerdos, una gran pared de piedra con un agujero en el centro que llevaba a una cueva, seguramente. Me metí en ella y aquel silbido que escuche antes no se hizo presente, aunque aun recordándolo comencé a entonarlo yo, la cueva transmitía el silbido de una forma perfecta y al rebotar en las paredes regresaba a mi haciéndome escuchar a mí mismo de una forma sin igual.
- Me sorprende que hayas aprendido a silbarlo. – Dijo la voz de Güilé. – No es que sea muy difícil, pero solo lo escuchaste un par de veces y ahora lo repites sin complicaciones y sin errores.
- ¿Qué soy? – Pregunté, sabiendo que él conocía la respuesta.
- Humano. – respondió secamente el, tocando con sus manos las paredes de la cueva.
- ¿Qué soy? – Pregunté insistente.
- Humano. – repitió el, ahora golpeando las paredes.
- No me hagas volver a preguntarlo, por favor… - Estaba un poco impaciente y me acerque a él sin pensar en algo más que no sea la respuesta.
- Mi sucesor. – Dijo por ultimo a la vez que desapareció, yo ya había dejado de silbar y aun así aquel silbido comenzó a escucharse, como si dos personas lo entonaran.
“¿Su sucesor?” Comencé a cuestionarme ahora, ¿Quién es el como para necesitar un sucesor?, La respuesta siempre la tuve, pero aun no podía verla, aun y cuando él ya me lo había dicho y no solo eso: Ya lo había visto con mis propios ojos.
Me quede inmerso en mis pensamientos y por la entrada de la cueva el capitán entro, silbando una melodía melancólica y bastante triste, llego hasta donde yo estaba y mirándome con unos ojos llenos de rabia simplemente siguió su camino, dándome completamente la espalda, yo no estaba armado pero en el suelo podía ver varias piedras, por mi mente paso un solo mensaje: “Mátalo”, pero mi cuerpo dio media vuelta y se dirigió hacia la salida, mi cerebro se quedó mirando hacia atrás, y mis ojos hacia delante, mi mano derecha me golpeaba el costado avisándome que el capitán era vulnerable, pero mi mano izquierda me abrazaba diciéndome: “No lo hagas”, uno de mis ojos miraban con furia, el otro de ellos miraba con tristeza: “Hazlo”, “¿En qué te convertirás si lo haces?”
Salí de la cueva y regrese al barco, al estar en cubierta mire a Karla platicando con todos los piratas como si fueran amigos de toda la vida, parece encajar bien por aquí… Yo simplemente seguí mi camino y me dirigí hacia la cocina; entre y vi a aquel desaseado sujeto pelando papas como siempre.
- ¿No te aburres? – Le pregunté.
- ¿De qué? – Respondió, sin darse cuenta a lo que me refería, se quedó pensando un rato hasta que cayó en la cuenta. - ¡Oh!, ¿de pelar papas?, ¡Jajaja! – Comenzó a reír. – Me gusta, es mi trabajo, y aunque mi apariencia diga lo contrario, odio asesinar gente, pero al capitán le agrada como cocino, entonces me permite estar dentro del barco, siempre y cuando nunca salga de él y tenga la comida lista para el momento exacto cuando la pide…
- Nunca… - Empecé a preguntarle. - ¿Nunca has matado a alguien a pesar de estar en la tripulación de aquel hombre?
- Mira. – Dijo señalando sus ojos, resecos y muy heridos. – Supongo que te diste cuenta desde el día 1 que me viste, que no tengo parpados. ¿Sabes por qué?
- No… - Dije con sarcasmo, pues era evidente que no lo sabía.
- El día que el capitán llego a la isla donde yo vivía y una vez masacrando a todos me volteo a mirar, usualmente siempre deja a uno con vida en cada isla a la que va y le permite decidir si se une a él o no, en mi caso no fue diferente a ti, yo tenía una esposa y un hijo de quizás 3 años mayor que tú, el asesino a todos y yo completamente lleno de furia intente asesinarlo, pero como puedes deducir, fracasé. El capitán motivado por mi acción me dijo que podía unirme a él, claro que me negué, pero tuve una idea… estar cerca de el para regresarle lo que me hizo… Acepté con la condición de que nunca mataría a alguien a lo que rápidamente el corto mis parpados diciendo: “De acuerdo, pero tendrás que mirar como nosotros lo hacemos.” Entonces comencé a viajar con ellos, mis ganas de vengarme con el pasar de los años se desvanecieron y ahora únicamente espero ansioso a que los marinos prueben mi comida.
- Espero que no me pase lo mismo… - Respondí interrumpiéndolo y saliendo de la cocina.
- Seguramente si… - Agregó el a la distancia.