Mi pasado... me obligo a cambiar

Solo los Huesos.

La tormenta azotaba todo el barco con una furia sin igual, era como si literalmente el mar estuviera enojado con nosotros, Hoenn aturdido por el golpe que le había dado la gran ola que lo golpeo y regreso al interior de la sala de navegación se encontraba tambaleante y no pudo dirigir a sus hombres quienes aterrados por una tormenta que nunca habían presenciado antes únicamente gritaban y corrían intentando socorrerse a ellos mismos y a algunos otros que podían…

El único que permanecía tranquilo era aquel horrible hombre de olor repugnante que rara vez salía de la cocina, en este momento se encontraba exactamente al centro del barco mirando hacia arriba y entonando una melodía con su silbido… Una melodía que estoy seguro ustedes saben cuál es, aquella que Güilé gustaba silbar en muchas ocasiones y que causaba terror en los hombres (según comentaba el); este sujeto no dejaba de mirar aquellas nubes negras y atemorizantes y era como si ese silbido fuera dirigido hacia ellas, no por estarlas mirando mientras lo hacía, sino por su mirada, era penetrante e inamovible ayudado por su falta de parpados lo que le impedía cerrar los ojos, su silbido aunque no era exactamente como Güilé lo entonaba podía sonar realmente similar con la diferencia de que en vez de dar miedo, daba algo de paz; salvo que por la situación de las personas a nuestro alrededor la paz no era una opción… todos parecían (con justa razón) más concentrados en salvar sus vidas que apreciar la melodía que aquel sujeto que les mantenía con vida con su cocina les tocaba con sus labios.

  • Es un tono bastante lindo. – Dije yo acercándome a él y silbando en conjunto.
  • Lo es. – Respondió sin mirarme y continuando con su vista hacia arriba. – Siempre supe que este día llegaría, aunque para serte sincero pensé que sería antes, mucho antes. – Sus ojos comenzaron a humedecerse (por el agua de la lluvia) y lo rojizo de los mismos a bajar de una forma impresionantemente rápida regresándolos a la normalidad.
  • ¿Qué día? – Pregunté ligeramente confundido. - ¿esta tormenta es alguna especie de profecía?
  • … - El cocinero se quedó pensando un poco y después mirándome apenas unas milésimas de segundo y regresando su mirada hacia el frente dijo. – El día que nos llega a todos. – Señalo hacia el cielo abriendo sus brazos. – La muerte.

Apenas decirlo una ola golpeo de lado el barco arrancando un trozo de madera que le golpeo y lo arrastro hacia el mar con tanta rapidez que apenas y pude percatarme de ello, únicamente me quede en shock mirando un espacio vacío donde hace unos segundos hubo una persona; la tormenta se hizo aún más fuerte y los rayos eléctricos se encontraban golpeando muy cerca del barco a escasos metros en el mar a nuestro alrededor, uno de esos rayos golpeo al vigía en la cima del barco causándole quemaduras fatales y haciéndole caer desde lo alto golpeándose contra la cubierta, no hubo alguien que hiciera un solo comentario… El capitán ya recuperado del golpe anterior salió del cuarto de navegación y retando al cielo grito con fuerza: “¡Si mi cuerpo muere, mi nombre permanecerá!”, tomo aire y con aun más fuerza volvió a gritar: “¡No puedes ganar!” y comenzó a reír; ante estas palabras los demás piratas rieron junto con él y el miedo anterior desapareció instantáneamente. Sin lugar a dudas es un capitán formidable con un control sobre su tripulación tan alto… Les logro remover el miedo simplemente retando al cielo y confirmándole que es tan inmortal como yo, pero las cosas no podían salir bien, el cielo tomo el reto y aquellos rayos comenzaron a acercarse a nosotros, parecía que golpearían a todos los piratas sin piedad pero en ese momento mis piernas comenzaron a moverse por su cuenta, mis brazos le hicieron caso a ellas y la escalera que se encontraba frente a mí para llegar a la estación del vigía empezó a ser escalada por un cuerpo que no parecía querer obedecerme cuando intentaba decirle: “¡No vayas para allá!”, no sé por qué razón no pude detenerme pero estaba seguro de una cosa… Mi cuerpo estaba queriendo protegerlos a todos llevándome hacia la cima para ser un pararrayos humano, soy inmortal y eso no me mataría, pero eso no significa que no me dolería; una vez en la torre y sin detenerme ahí trepe hasta lo más alto llegando a la zona donde Güilé gustaba descansar y mirar el mar, me quede de pie y con un equilibrio que no sabía que tenía aun y cuando el mar se movía bruscamente solté los brazos extendiéndolos para “abrazar” el aire, aquellos rayos que parecían dirigirse hacia los tripulantes no tuvieron opción más que dirigirse hacia mi… Y una cosa puedo decirles: Sufrí.

Cada golpe que daba podía sentir como paralizaba mi corazón y me quemaba por dentro, pero segundos después todo se reiniciaba, mi corazón latía una vez más impidiéndome morir y los rayos volvían a golpearme, excepto por un cambio que ocurrió ahora, ya no grite de dolor; me dolía como nunca, eso no lo negare, pero nuevamente mi cuerpo no me obedecía yo quería gritar pero mi boca permanecía cerrada y mis pulmones no expulsaban ni un poco de aire, con cada golpe podía ver como mi piel se quemaba poco a poco y los músculos de mis brazos y cuerpo se mostraban, la sangre ahora podía verse correr por dentro de las venas iluminada por los rayos que viajaban entre las venas pero nunca salió de ellas, mas rayos caían en mi cuerpo y ahora los músculos se estaban disolviendo ahora podía incluso ver un poco mis huesos de un color realmente blanco, la tormenta se intensifico y a sabiendas de que no podía hacer más que quedarme soportando esto comencé a silbar aquella melodía, pues no se me ocurrió hacer algo más. Apenas empezar a entonarla pude notar como todas las personas que se encontraban en la cubierta me miraban con angustia, era como si esa melodía les causara miedo, pero no deje de entonarla, al contrario de alguna manera eso me hizo continuar con más intensidad.

Mi cuerpo ya no era más que simplemente hueso, los rayos dejaron de caer y con un cansancio sin igual por resistir todo esto caí al suelo impactándome con fuerza en la cubierta, en mi pecho estaba únicamente un corazón carbonizado por los rayos aun latiendo y con cada latido podía verse un pequeño rayo de electricidad recorriendo velozmente estos huesos, las cuencas de mis ojos estaban vacías pero aun podía ver, mis dedos no tenían piel o terminaciones nerviosas y aun podía sentir, en mi rostro no había una nariz pero el olor del mar penetraba mi mente, por dentro de mi cráneo no sentía mi cerebro pero pensaba igual que antes, nada había cambiado… Solo mi apariencia, era yo pero ya no lo era. La tormenta empezó a bajar de intensidad, la marea se tranquilizó un poco y aquellas oscuras nubes comenzaron a irse, al salir el sol una última gota cayo desde las alturas colocándose justo frente de mí, intente tomarla con mis manos pero ella me evadía el tacto por lo que simplemente la deje estar, una vez deje de intentar tocarla esa gota cristalina se metió en mi frente y pude ver en mi cabeza un recuerdo… Era de Güilé.



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En el texto hay: batallas, barcos, batalla interna

Editado: 22.11.2020

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