Mi pequeño bosque

Sin amabilidad

Nota del autor: Hola, querid@ lector/a. Si llegaste hasta aquí es porque te interesa la familia Novac, por eso agradecería que agregaras esta historia a tu biblioteca y califiques el libro para poder crear un blog, así no tendré que seguir interrumpiendo tus lecturas con mensajes como este y tendremos mayor comunicación sobre avisos. Muchas gracias, espero disfrutes el capítulo ;)

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Sábado 26 de Septiembre,                                                                                    

6:00 p.m.

Karen se fue del lugar una hora y media después ya que tenía que ir a casa para ponerse su uniforme e irse a trabajar. Se lo dije todo mientras tomábamos café, desde lo que pasó en la oficina del policía hasta el momento de la llamada hacia el número desconocido; el plan no es más que una prevención en caso de que el hombre me de mala espina, en caso de que quiera o deba irme. Karen me ayudará a poner una grabadora debajo de una mesa que esté dentro de su zona (pues al igual que en cada restaurant, cada mesero tiene su zona de mesas a las cuales atienden) así ella podrá llevar todo personalmente a la mesa asegurándonos de que no haya ninguna manipulación, tal vez suene exagerado, pero tanto Karen como yo sabemos que es mejor ser precavidas; otra de las razones por las que quiero a Karen ahí es porque quiero un testigo, alguien que grabe mentalmente el rostro del hombre, que sepa el día y hora en que nos reunimos y tenga toda la conversación grabada, todo esto por si… bueno, por si sale mal.

Claro está que todo esto, este plan relativamente poco elaborado que tenemos, depende principalmente de la respuesta que me llegue (si es que la recibo) pues si no accede me quedaré por mi cuenta y desprotegida. En todo el día no me ha llegado el supuesto correo de confirmación y mi miedo a que lo rechace crece a cada segundo.

11:00 p.m.

-¿Cómo te fue hoy en el trabajo? – pregunto mientras toma su pijama para ponérsela y venir a dormir, por su expresión entiendo que ha tenido un día tan estresante como el mío.

-Pues, ¿qué puedo decir? Las citas que había cancelado me cayeron de golpe sobre los hombros sumando las innumerables que tenía programadas para hoy, fue dar miles de pláticas, escuchar otros cientos de ellas y aprobar o desaprobar decenas de proyectos – explica. Está de espaldas a mí y se desabrocha la camiseta dejando a la vista su amplia espalda sin un solo vello, recuerdo que siempre ha sido así, no le sale excepto en la barba y un poco en las piernas y aun así siempre tiene el rostro rasurado meticulosamente lo que le quita años de encima. – Los de la cede en México quieren abrir cuentas de ahorro familiar con prestaciones para familias numerosas con un seguro que los cubra a todos y sea accesible; los de Londres quieren abrir otra sucursal; en Moscú piden más financiamiento para sobrepasar a los bancos de la competencia… en fin, de seguro te estoy aburriendo con todo esto.

-Si te soy sincera, si me aburre un poco – y por primera vez en el día, rio. Baco se quita el pantalón de vestir y lo pone en una esquina, se pone los de pijama y se gira hacia mí.

-Y ¿cómo te fue a ti con los policías? – pregunta y se recuesta junto a mí en la cama; el pensamiento de que él siempre ha dormido a la izquierda (al fondo de la habitación) me aborda de repente, sin importancia pero presente en mi mente, como una tienda por la que siempre pasas pero no notas que está ahí hasta que prestas atención al camino.

-No muy bien – admito -. No me ayudaron en nada, solo que deben pasar cuarenta y ocho horas por lo que tendremos que soportar hasta que acabe el día de mañana para intentar volver a poner la denuncia de desaparición -. Siento el impulso de decirle, de contarle sobre el hombre, el número, el correo esperado, el plan…

-Bueno, no hay nada más que puedas hacer además de esperar, si insistes demasiado tal vez puedan negarse a ayudar cuando llegue el momento – el corazón me da un vuelco y me apoyo sobre mis codos.

-Eso… ¿pueden hacer eso?, ¿pueden negarnos la ayuda? – no creo que puedan… ¿o sí?

-No lo sé, pero si son lo suficientemente antipáticos como para no querer colaborar aunque sea haciéndo una mínima búsqueda, no creo que les importe mucho la justicia.

-Pero… ¡SON LA LEY!, se supone que ayudan a las personas y…

-Ya, no te preocupes – me interrumpe y me envuelve en sus brazos, a pesar de tener el torso al descubierto y que el frío empiece a llenar la habitación por las noches, su piel se siente tibia, casi caliente en comparación con mis brazos enfriándose que al entrar en contacto con él los recorre un cosquilleo, agradeciendo ser descongelados -. Sé que estás preocupada, yo también lo estoy, pero encontraremos la manera de traerlo a casa. Recuperaremos a nuestro hijo de un modo u otro.

Y yo ya tengo un modo. No más esperas, no más retrasos. Esto se resolverá de una vez por todas, sin importar si me debo meter en la boca del lobo.

Domingo 27 de Septiembre,

1:00 a.m.

Baco duerme apacible a mi lado, ronca profundamente y esa es mi señal. Me levanto lentamente de la cama y salgo de la habitación de puntillas y en silencio, cierro la puerta detrás de mí y voy hacia la sala con mi celular en la mano. Pensé en ir a la habitación de Bosco pero a pesar de tener las dos puertas cerradas podría escucharme y lo despertaría. Mi plan de ser discreta se iría por el caño.




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