No hubo tiempo para explicaciones, Valkyon y Heks se miraron por segundos y rápidamente siguieron a Erika.
Ezarel seguía debajo del agua a la espera de que llegaran sus compañeros lo cual sucedió a los pocos minutos. A lo lejos el moreno advirtió que el rostro de su camarada ya no era el de un niño, esto hizo sonreír su estoico semblante. Ahora el problema a solucionar era que había varias mujeres en el lugar, atraídas por el rumor de un hombre desnudo en el riachuelo.
El obsidiano se abrió paso entre la muchedumbre gracias a su envergadura, trataba de hacer que se dispersaran invitándolas a regresar a sus casas, lo cual no logró. Muchas estaban curiosas y otras más indignadas, entre ellas la madre de la niña que había dado la alerta. Heks y Erika también intentaron ayudar al obsidiano, pero las mujeres hacían oídos sordos a las peticiones de los integrantes de la guardia.
—por favor hermanas, regresen a sus hogares—atrás del tumulto se escuchó la voz de Helga—este joven padeció lo mismo que mi madre.
A diferencia que con Valkyon y las chicas, ella fue escuchada. Las mujeres empezaron a dispersarse después de un suspiro de estupor. La madre de la niña chismosa se disculpó haciendo una reverencia a los integrantes del CG para irse enseguida como las demás. A lo lejos Valkyon agradeció a la valquiria que los ayudó haciendo un gesto con la cabeza, esta solo esbozó una leve sonrisa más se le veía algo triste.
Erika corrió en dirección a Ezarel, pero al recordar la condición de este se detuvo a medio camino, al percatarse de esto Heks tomó una sábana que estaba en un tendedero de la casa más próxima al lugar. Finalmente ella hizo lo que la castaña no se atrevió y llegó al riachuelo.
—cúbrete
Le dijo lanzándole la manta. Ez la atrapó con una mano y se resguardó detrás de un árbol, a los pocos segundos salió con una toga improvisada.
—¡Ezarel! —se acercó el de la obsidiana sonriente.
El elfo le sonrió por igual, estaba feliz, no sabía cómo, pero había vuelto cuando pensaba que todo estaba perdido.
—estoy de vuelta amigo—dijo feliz para que Valkyon le diera unas palmadas afectuosas en la espalda que casi lo tumban de frente por la fuerza. Al poco tiempo pararon las sonrisas para pasar a las explicaciones.
—pero ¿cómo pasó?
—no lo sé Valk...solo estaba hablando con Erika y de repente crecí en un segundo.
La castaña y la azabache escuchaban a un lado. Esta última miraba fijo al elfo de pies a cabeza.
—¿esa es tu verdadera apariencia? .... me parecías más simpático de niño—comentó Heks tranquila.
Ezarel frunció el ceño, prefirió ignorarla desviando los ojos llevándolo a encontrar a Erika justo a un lado, se veía que estaba contrariada, feliz y más que nada avergonzada. La joven sin saber que era observada miró en dirección a este, al chocar sus miradas se sonrojaron.
—pero tuvo que haber un detonante—Valkyon seguía muy intrigado.
—¿de qué hablaban? —preguntó Heks a Ezarel—Dices que charlaban cuando regresaste a la normalidad, esto puede darnos una pista.
El alquimista regresó su vista a la conversación, aunque sentía sus mejillas cálidas.
—solo de que mi vida apestaba y que lo más seguro que me iba quedar en miniatura para lo que restaba de mi vida—arregló un poco la versión el elfo.
Erika decidió callar, no tenía ganas de meter su cuchara por esta vez. Helga que aun permanecía no muy lejos se acercó a Ezarel, su rostro mostraba una sonrisa agridulce.
—realmente estoy feliz por usted señor elfo, logró lo que mi madre no pudo.
—Muchas gracias
Detrás de ella estaba Eir acompañada de otra mujer muy anciana. La pequeña con curiosidad se acercó a Ez y lo observó con detenimiento, fijó sus ojos en la mano grande que sobresalía de entre las sabanas y la tomó como si estuviera inspeccionando su fisionomía.
—¿qué pasa Eir? —le dijo aquella mujer anciana.
De los ojos de la niña emanaron lágrimas.
—no sé...me siento ...tiste*
La pequeña no entendía lo que pasaba en su interior, llevó una de sus pequeñas manos a apretar su pecho. Ezarel subió su mano a la cabeza de la menor y le removió los cabellos.
—creo que te entiendo.
Los demás no dijeron nada, solo observaron. Aunque Eir seguía sin recordar nada de su vida pasada, todavía quedaba algo de la vieja valkiria en ella. Helga rompió el silencio ofreciendo que regresaran a su casa para que buscaran ropa para Ezarel, aceptaron agradecidos. De regreso la niña no se separó del elfo y él tampoco se lo impidió, haber sido víctimas de aquella bruja había creado un lazo entre ellos.
Cuando llegaron Eir soltó a Ezarel y corrió a su habitación para ponerse a jugar, ya se veía de mejor ánimo.
—al parecer le agradaste a mi madre—sonrió Helga