Empoderada. Así es como me sentí cuando hicimos acto de presencia en la terraza del hotel. Los invitados arremolinados junto a la entrada. Los fotógrafos pendientes de nosotras. Tres bellas potras salvajes caminando a paso firma. Con nuestras melenas al viento y disimulando el dolor que podrá Ian aquellos tacones baratos. Hacía muchísimo tiempo que no me arreglaba de aquella manera. Que no me sentí atractiva. Había perdido la ilusión. Y si no hay ilusión, ¿qué nos motiva? Desde que mi boda se había cancelado, había abandonado a mi amante y me había refugiado en el exilio sentirme atractiva no era una prioridad. Ahora puedo entender que el principal motivo por el que actúa de esa manera era no tener a nadie a quién querer atraer. A quien resultarle atractiva.
Desde que Ginebra y yo nos habíamos digamos conocido de una manera más especial, mi ilusión y mi coquetería habían vuelto cogidas de las mano. Pero yo, que me considero una chica del montón, no sé como gustar a los demás. Siempre he sido una chica mona que vestía de forma correcta. Elegante y con presencia. Pero nunca que he considerado sexy. Laura, sin embargo, era la típica chica que se quitaba las gafas, se soltaba la melena y se transformaba. Un autentico diamante sin pulir. Sus años en Nueva York y su historia con Gabriel le habían dado, sin saberlo, el empuje necesario para salir de su cascaron. Laura llamaba la atención sin ningún esfuerzo. Su fuerte era su inocencia. Ese aire de inocencia que resultaba tan irresistible a los chicos. A chicos como Gabriel o como Martin. Chicos que gustaban a todo el mundo. Para mí resultaba más complicado. Mi punto fuerte era pasar desapercibida. En serio, es lo que mejor se me da. Odio llamar la atención y soy más tímida de lo que parezco. Solo cuando me pongo mi traje de los juicios , o mi toga, me transformo en alguien decidido y con determinación. Y ahora, que mis años de abogada habían quedado atrás, ¿qué me quedaba?
Me quedaba ella. La contemplo, mientras ríe. Es extrovertida por naturaleza y nunca puede dejar de relacionarse. Es aniñada, despreocupada y una autentica loca. Un torbellino que puede poner toda tu vida patas arriba. Justo lo que yo necesitaba. Ginebra es pura ilusión, la que a mi me falta. Ginebra es independencia, la que yo nunca había tenido. Ginebra es coraje, el que yo intentaba sacar a relucir. Ginebra era maravillosa. Porque había conseguido lo que yo no pude. Sacarme del fango y hacerme resurgir, como un ave phenix. En tan solo un par de semanas, mis días habían pasado a girar a su alrededor. Lo había envuelto todo. Y yo no podía dejar de sonreír.
La novia tiene cara de pocos amigos, nuestra entrada a lo Sexo en Nueva York la ha dejado descolocada. Su cara de pocos amigos es imposible de disimular y tiene los puños apretados, un gesto muy suyo según he podido comprobar en estos días. Los fotógrafos han querido sacarnos algunas fotos para las paginas del evento pero ella ha intentado disuadirlos sin ningún resultado. Laura está dichosa. Ha conseguido salirse con la suya y me alegro de ello. La envidia y el rencor no llevan a ninguna parte y eso es algo que Lexy debería comprender. Ha ganado. Ella se ha llevado a Gabriel, aunque esto nunca fue una competición, y debería dejar el pasado atrás. Y lo digo con mucho conocimiento de causa.
Mi misión esta noche es sencilla. Asegurarme de que todo está donde debe estar. Eso incluye a Gabriel. No queremos que vuelva a desviarse del camino. Y menos esta noche, con todo lo que ello implica. La madre del nuevo está dentro de mi campo visual. Saludando por aquí y por allá. Representando su papel. Ha sido muy exigente, lo reconozco. Pero sigo notando en ella algo que no me termina de encajar. No sé si es un sexto sentido desarrollado por mi trabajo. Saber cuando algo no encaja en un perfil. He sido analítica de perfiles durante muchos años, antes de terminar trabajando en el bufete familiar. Tengo un ojo clínico para estas cosas. Esa mujer parece estar representando un papel. Representándolo muy bien, he de decir, de Oscar. Pero no termino de verla feliz y orgullosa con el enlace. Es una sensación que me recorre desde hace tiempo pero de lo que no he querido comentar con Laura. La susodicha está de los nervios. Se juega mucho, es cierto, pero encima esta el detalle de que el novio sea su gran amor. Porque si alguien duda todavía que Gabriel ha sido el gran amor de mi amiga que espabile. A estas alturas de la película las cosas están muy claras. Pero es que Laura siempre ha sido un poco especial. Muy dramática. Lo complica todo. Desde que éramos pequeñas tiene una cualidad única para tragiversarlo todo hasta que las cosas están tan liadas que es imposible pensar que haya vuelta atrás. Eso es lo que le ha pasado con Gabriel.
¿Y él? El no se queda atrás. Es igual o peor que Laura. No le conozco demasiado pero sé que, aquel día en el que hablamos en un banco de mi pueblo, era sincero. Estaba enamorado de Laura hasta las trancas. Y a lo mejor no era lo más normal en alguien como él. Quizás todo fue nuevo y daba miedo. Pero no fue valiente. Ninguno de los dos lo han sido. Pero yo si quiero serlo. Estoy dispuesta a serlo por primera vez. Cansada de desviarme del camino por miedo a afrontar los baches. Miedo a las dificultades. Miedo al esfuerzo que merece la pena. El ser humano es demasiado propenso a no mancharse las manos. A elegir siempre el camino fácil. No puede ser. Estamos dejando escapar la felicidad. Conformándonos con una felicidad secundaria y pasable pero que no es plena. Abramos los ojos. Despertemos.
Yo ya estoy despierta.
Tan despierta que no puedo dejar de mirarla. Tan resuelta de un lado para otro. Es pura felicidad. Tiene un don para agradar a todo el mundo aunque sea un poco difícil. Pero es única en su especie. Y eso me fascina. No puedo evitar acercarme a ella. El subidón del momento me hace ser más echada para delante de lo que me gustaría. La agarro por la cintura, desde atrás. Y le hablo al oido.