"El que ha superado sus miedos será verdaderamente libre"
-Aristóteles.
¿Seré verdaderamente libre?
Corría por el aeropuerto. Mi corazón acelerado casi no podía más. Había estado tanto tiempo en cautiverio que, al salir, sentía que iba a morir.
Entré rápidamente por la puerta del vuelo 167 con rumbo a Incheon. La felicidad invadió mi ser, aunque estaba llena de miedo. Había escapado gracias a la señora que mi padre había contratado para que me custodiara. Ella fingió tratarme mal por dos años, hasta que llegó el día de ejecutar nuestro plan.
Me compró un vuelo a Corea, me dió el dinero que había ahorrado todo ese tiempo, reservó una habitación en un hostal de Seo-gu, mi pueblo natal, me compró un teléfono nuevo y me ayudó a escapar. La señora Mary era demasiado bondadosa, llegó en el momento indicado y me ayudó sin importarle nada.
Ella tenía el corazón más bondadoso que pude haber conocido jamás. Solo espero que haya podido escapar de esa casa y no vuelva a ver al monstruo que se dice llamar mi padre.
Llevaba solo un bolso con mis documentos personales y una mochila con poca ropa, un par de zapatos y la pequeña cámara que me había regalado mi madre antes de morir.
Entré al avión y al sentarme, recosté mi cabeza en la cabecera de mi asiento. Iba a ser un día largo, ya que cuando llegara al aeropuerto de Incheon debía tomar otro vuelo a Daegu. No podía creerlo, estaba a punto de volver a reencontrarme con mi familia, y con... Taehyung.
Estaba asustada. Casi trece años sin viajar a Corea, casi trece años en los que no supe nada del mundo exterior, nada de nadie. Casi trece años en los que solo hablaba con mi nana y los profesores particulares que me había puesto mi padre. Solo estaba graduada de la secundaria, estaba segura de que al llegar a Corea no iba a conseguir un empleo tan fácilmente.
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Al llegar al hostal que me reservó Mary, fui a la recepción y me encontré con un señor ya mayor, arrugas decoraban su rostro ya cansado de los años y su cabello estaba tornándose blanco casi por completo. Él me sonrió amablemente mientras me acercaba.
—Tengo una reservación a nombre de Park Sun-hee... soy yo... —dije con algo de timidez, era normal, no estaba acostumbrada a hablar con nadie por trece largos años, apenas podía hablar bien.
—Oh, sí, Park Sun-hee, aquí está, es usted muy guapa señorita. —El señor me pasó unas llaves y me hizo sonreír un poco.
¿Cómo podría encontrarme bonita si estaba desnutrida y pálida?
Ignoré mis pensamientos y subí las escaleras, caminé por un pasillo largo hasta encontrar la puerta con el número 29, que coincidía con la llave.
—Prepárate para esta nueva aventura, Sun. —me dije a mí misma mientras entraba al pequeño cuarto; Era simple, tenía una cama pequeña, un escritorio, una mesa con una estufa y un microondas, y al fondo un baño donde cabían más o menos tres personas.
Puse mi mochila en el escritorio, me quité la ropa y entré al baño. Había agua caliente, agradecí por eso. Luego de bañarme, me sequé y tomé un pequeño pijama de mi mochila.
Recordé mi cámara, no sabía si funcionaba, estuvo apagada todos esos años, la había escondido debajo de un compartimento en el suelo de mi cuarto, si mi padre se enteraba que la tenía, me hubiera golpeado peor de lo que siempre lo hacía. Tuve que tirar muchos de los regalos que me envió Taehyung en el primer año que llegué a Estados Unidos.
Luego de que Taehyung desapareciera mi padre me quitó todo tipo de contacto con el exterior, entró a mi cuarto y tiró todo lo que encontró "no necesario" decía que no podía tener nada que me recuerde a Corea, ni siquiera cosas de mi mamá...
Sacudí mi cabeza tratando de alejar esos malos recuerdos y me acosté, la cama no era tan cómoda, pero era suficiente. Estaba empezando mi vida de nuevo, y estaba segura de que cuando encuentre a mi familia ellos no me iban a dejar viviendo en un hostal, solo faltaba poco para que eso ocurriera.
Al despertar, me había percatado de que era de noche. Ni siquiera me había dado cuenta cuando me dormí. El cambio de horario iba a ser difícil para mí, no me iba a acostumbrar tan fácil a esto.
Entré al baño y me di una ducha rápidamente. Me puse ropa y bajé.
—Está lloviendo un poco, tenga... —dijo el señor de abajo ofreciéndome un paraguas.
—Muchas gracias. —hice una reverencia y tomé el paraguas.
Lo abrí y salí de allí. Crucé el puente que tanto crucé cuando era pequeña. El que me separaba del otro lado de la calle.
Caminé unos minutos hasta llegar al callejón donde vivían mis tías. Me quedé paralizada por un momento, pero me di ánimos y entré.
El lugar estaba casi solitario. Salvo por un hombre que se encontraba hablando por teléfono en una cabina. Mi corazón se empezó a acelerar más de lo normal a medida que me acercaba más a ese portón rojo. Me quedé paralizada frente a él. Lágrimas inundaron mis ojos, solo deseaba que ellos siguieran viviendo allí después de tantos años.
Me preparé para gritar el nombre de mi tía cuando de repente alguien tocó mi hombro.
—Señorita, disculpe... —habla un hombre y yo volteo a verlo, era el mismo hombre que estaba hablando por teléfono.
Nuestros ojos se encontraron y sentí mi corazón paralizarse.
Era mi primo.
Jiwoo.
—Ji...
—¿S...Sun? —su mirada irradiaba luz, una sonrisa adornó su rostro.
—Sí, soy Sunhee. —dije con emoción.
El chico empezó a gritar como loco.
—¡Mamá! ¡Papá! —gritaba abriendo el portón.
Yo entré detrás de él, él subió las escaleras de manera muy rápida y entró a la casa. En unos segundos mis tías, sus esposos y mi primo salieron corriendo. Todos se quedaron mirándome paralizados en el balcón, como si estuviesen viendo a un fantasma.