Mi Primera Vida

Capítulo 1

La luna ya haciendo acto de presencia en el cielo llevándose consigo cualquier rastro de luz que el sol haya dejado en su recorrido. Para ese entonces, Andra se encontraba saliendo de su quinta entrevista de trabajo, rogando en su interior que esta vez sí logre conseguirlo. Caminando en la acera con destino al único baño para personas de color que se encuentra en esa zona, mientras el frio aire choca con su rostro despeinando su ya alborotado cabello y el frio calando sus huesos decide en un banal intento transmitir un poco de calor a sus congeladas manos frotándolas entre sí.

Un tétrico pasillo la recibe. Oscuro, sucio y con mugre en donde quiera que mires, nada nuevo, a decir verdad. Sin detenerse e ignorando el ligero olor a humedad y a comida echada a perder, toma el helado pomo e ingresa al desgastado baño con la puerta chirriando fuertemente lastimando sus oídos. Vigilando cuidadosamente sus pisadas, tratando de no ensuciar sus zapatos más nuevos con alguna mancha de dudosa procedencia, se ubica frente al empañado espejo.

Frunciendo el ceño y quejándose en voz baja por lo sucio que se encuentra este, toma de su bolso un paquete de toallas húmedas el cual lleva a todos lados pues todos los baños de personas de color; al menos a los que ella ha ingresado, se encuentran en el mismo estado: sucios y con peste. Y con ella siendo alguien que valora demasiado la higiene su paquete de toallas húmedas es algo indispensable para su vida diaria por lo que nunca falta uno o dos de estos mismos en su bolso. Procurando que sus delgados dedos no toquen la superficie del espejo, pasa repetidas veces la toallita hasta poder obtener un reflejo un tanto decente en donde unos ojos azulados le devuelven la mirada con evidente fastidio. El sonido que emite su teléfono por una llamada entrante hace que salte en su lugar por el susto que le ocasiono, sin verificar quien fue el causante de la llamada decide contestar sin más.

—¿Quién eres y que quieres?

—¿De esa forma le hablas a tu querida y fabulosa mejor amiga? —La voz de Paige resuena en sus oídos.

—Eres mi única amiga. —rueda los ojos— ¿Qué necesitas?

—¿No puedo llamar a mi mejor amiga? —inquiere fingiendo estar ofendida. Andra se la imagina con una mano en el pecho en modo drama queen activado.

—Cuelgo a la cuenta de tres. 1...2... —la interrumpe Paige.

—¿Dónde estás?

—En el único baño de la Avenida "no te importa" —responde un tanto hastiada. Verdaderamente no está molesta con ella y lamenta contestarle de ese modo, pero en estos momentos no desea hablar con nadie.

—Igual ya sé dónde estás, asi que iré a molestarte. —comenta sin más— Estoy cerca, no te vayas o te mato. Adiós, te quiero.

Antes de poder decir algo al respecto, Paige cuelga. Con un suspiro resonando en aquellas mugrientas cuatro paredes, devuelve el teléfono al bolso pues ni loca lo deja en esos azulejos horribles y apestosos; y decide esperar a que su mejor amiga/única amiga se digne a aparecer pues, si bien podría irse y dejar a Paige a su suerte, su instinto un tanto sobreprotector lo impide, de hecho, aún recuerda con claridad como la conoció.

En aquel entonces, la situación en su casa estaba mucho más complicada que ahora. Su madre estaba empezando a mostrar los síntomas de demencia. Todo inició con el deterioro mental; comenzó a hallarse confundida y desorientada por las tardes y ya no era capaz de reconocer cosas comunes o las personas de su círculo social, por lo que empezó a irritarse con facilidad. Asimismo, la incapacidad de hablar o de comprender las palabras se hacía frecuente, al igual que los múltiples cambios de personalidad la azotaban a cada hora, luego, a pesar de mostrarse inestable al caminar, salía de casa y deambulaba por la zona, por ello continuamente se perdía y gracias a los vecinos que conocían la situación, muchas veces la ayudaron a encontrarla. Al ver que todo, poco a poco, se estaba saliendo de control, Andra decidió llevar a su madre al doctor, el cual le receto unos cuantos medicamentos, costosos cabe decir, y reposo. Sin embargo, esto solo sería la punta del iceberg. Unos cuantos meses después de paz gracias a los medicamentos, todo fue en declive. Comenzó a desarrollar ansiedad, nerviosismo, paranoia y alucinaciones, lo que desencadeno un trastorno del sueño y poco raciocinio. Perdía la memoria por largos periodos de tiempo y con ello vinieron los insultos y golpes, claro, Andra no permitiría que sus hermanos escucharan hablar a su madre de esa forma ni que los golpeara, por lo que ella era quien la atendía y recibía todas las agresiones.

Todo empeoro aún más con la depresión pues con esta los intentos de suicidio de su madre se volvieron algo frecuente, por lo que no podía dejarla mucho tiempo sola y debia estar gran parte del día allí para cerciorarse que no hiciera nada para lastimarse, lo que conllevo a que las agresiones se agravaran aún más, hasta tal punto en que ha intentado matar a su propia hija, Andra.

Fue justo en Navidad, un 24 de diciembre en el que todo parecía ir de mal en peor para Andra. No tenía dinero para comprarle regalos a sus hermanos, los cuales en aquel entonces solo tenían 4 años por lo que, como cualquier niño, escribieron su carta a Santa y la colocaron en la mesa con un vaso de agua y migajas de pan pues la situación estaba complicada y no tenían leche ni galletas. Andra, con desesperación, le preguntaba a todos sus conocidos si alguien podría darle un poco de dinero para comprarle algún juguete a sus pequeños, pero todos le decían lo mismo «No tengo nada, lo siento. Lo gaste comprando los regalos y preparando la cena» a lo que solo suspiraba con resignación y se alejaba dispuesta a buscar a otra persona.



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En el texto hay: problemas, romance, amor

Editado: 31.12.2022

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