De regreso al hotel, específicamente a la suite 418, Connor se encontraba regañando a las dos adolescentes que anteriormente habían escapado de la habitación mientras él estaba finalizando negociaciones con los socios de la compañía, en una cena que tuvo lugar en el restaurante de ese mismo hotel.
—¿Cómo se les ocurre salir tan tarde del hotel y a solas, sin avisarme siquiera? ¿saben lo que les pudo haber pasado? —riñe a las jovencitas frente él— ¿Qué les pasa? ¿pensaron siquiera en todos los peligros que hay allá afuera?
Ambas jóvenes solo mantienen su mirada fija en sus manos luciendo aparentemente arrepentidas por sus actos. Sin embargo, los hombros de la pelinegra se sacuden levemente por la carcajada que intenta retener, mientras que Alexandra solo ignora lo que sucede alrededor.
—¿Acaso me estás escuchando? —al no obtener respuesta suelta un bufido— ¡Chicas!
Da un fuerte aplauso que logra sobresaltar a las adolescentes y obtiene su atención.
—No han escuchado nada de lo que dije, ¿cierto? —resopla a la vez que sostiene su tabique con dos dedos.
—Claro que sí, tío. —contesta Sophie con seguridad.
Connor levanta una ceja observando a la pelinegra con desconfianza a lo que esta le sonríe.
—¿Qué fue lo último que les dije?
—Mmmm que... —entrecierra sus ojos la menor tratando de recordad— ¡ah, ya sé! Dijiste algo sobre no salir solas y eso.
Sophie sonríe en grande por su respuesta mientras el mayor solo niega con la cabeza y oculta su sonrisa apretando los labios.
—Eso lo dije hace media hora. —se cruza de brazos— Les estaba preguntando si quieren algo de comer antes de irse a dormir.
Poco a poco la sonrisa de Sophie desaparece de su rostro observando la mirada de suficiencia y burla que le dirige el mayor.
—Estoy bien. Iré a dormir ahora. —se levanta del sofá la pelirroja y se encamina a su habitación— Buenas noches.
Con la mirada de los otros dos fija en su espalda, Alexandra camina hacia el pasillo que conduce a las habitaciones y, pocos segundos después, abre la puerta correspondiente a su dormitorio e ingresa cerrándola tras sí.
Paredes de un hermoso azul cielo y un blanquecino piso rodean la gran habitación. Una cama doble ubicada justo en el centro de la habitación adornada con una combinación de sabanas azules con almohadones blancos. Pequeñas pero elegantes mesas de noche blancas se encuentran a cada lado de la cama, cada una con una con una lámpara encima.
Un hermoso tocador de color dorado y con un gran espejo se sitúa en el lado opuesta de aquella cama, junto con una silla con los mismos adornos. Arriba de este se encuentran olorosos perfumes lujosos y brillantes joyas pertenecientes a aquella joven pelirroja que aún se encuentra de pie en la puerta. Una puerta al lado del tocador conduce a un gran armario lleno de ropa y zapatos de distintas marcas, asi como joyas de gran valor. Al lado de esta puerta, se encuentra otra de color blanco en la cual se encuentra ubicado un elegante y reluciente baño seguido de una hermosa y bien cuidada planta.
En la zona izquierda de la habitación un mural de fotografías le brinda un poco de calidez y color al dormitorio. Múltiples retratos familiares y con amigos llenan los espacios vacíos del frondoso árbol. A su lado, las puertas corredizas que dan paso a un pequeño pero acogedor balcón amueblado con solo un sofá individual y una mesa del té, a su lado las plantas hacen presencia en su mayor esplendor danzando en la fría brisa de la noche.
—Hola, Milo.
Un cachorro Poodle de color café salta en dos patas a la vez que da tiernos ladridos devolviéndole el saludo.
—¿Cómo estas pequeño? —lo toma entre sus brazos—Ya deberías estar dormido.
Recuesta el cachorro en la cama y se dirige a la puerta que conduce al armario del cual, unos cuantos minutos después, sale vestida solo con un camisón y se acuesta junto al cachorro, dispuesta a descansar de los miles de pensamientos que la atormentan, específicamente de una chica morocha de ojos azules.
«Es extraño lo segura y cómoda que me sentía con una completa desconocida.» piensa.
—Tal vez fue por el hecho de que nos salvó de esos hombres, —razona en voz alta— sí, fue eso, aunque...
Sacude la cabeza en un intento de despejar su mente de esas preguntas a las cuales aún no tiene respuesta. Con un suspiro se posiciona a dormir, sin embargo, el sonido de notificación que emite su teléfono se lo impide. «¿Y ahora qué sucede?» resopla.
Estira su mano y toma el teléfono de la mesa de noche donde lo había dejado previamente. Deslizando los miles de mensajes de sus amigos –a los cuales tiene silenciados- busca el mensaje que interrumpió su sueño.
«Estoy en casa, ahora puedes estar tranquila y dormir.
Buenas noches, Andra.»
Una sonrisa tira de sus labios a la vez que responde al mensaje deseándole buenas noches. Lee el mensaje una y otra vez sintiendo ese calor acogedor expandiéndose nuevamente por su pecho.
«Es hora de que duermas, hablamos mañana.»
Con esa promesa en su mente deja el teléfono a un lado y se dispone a dormir aún con la sonrisa en sus labios.