El sol brillando con ímpetu en aquel cielo parcialmente despejado y la suave brisa meciendo las hojas de los árboles y refrescando los rostros de las personas que a esa hora pasean por la acera, y de los niños corriendo, jugando y disfrutando de tan esplendido día.
Los rayos de sol colándose por las rendijas de la ventana de aquella habitación silenciosa, brindándole un destello de luz a esa oscuridad que la domina. El sonido de una llamada entrante interrumpe la quietud del dormitorio de la joven que yace desparramada en la cama, con sus rizos chocolate ocupando la mayor parte de su rostro.
—Qué demonios...
Una mano se alza en busca del ruidoso aparado hasta encontrarlo en la oscura y desgastada mesa de noche ubicada al lado de su cama, se sienta en el acolchado y pasea su mirada alrededor totalmente desorientada y con los cabellos alborotados con sus rizos apuntando a todas direcciones dándole un aspecto desarreglado a la joven morocha.
Paredes de un tono blanquecino y suelo de tablones oscuros, dos camas individuales a cada extremo de la habitación y cada una con su respectiva mesa de noche a su lado. La única ventana del dormitorio se encuentra ubicada en el espacio vacío del centro entre las dos camas. Las paredes decoradas con fotografías familiares y dibujos de niños pequeños y la única fuente de luz de la habitación proviene de una vieja bombilla en el techo.
—Buenos dias, ¿con la señorita Winifred?
Una amable voz de mujer resuena del otro lado del teléfono despertando el cerebro adormilado de Andra. La mencionada rueda los ojos por el apellido con el cual la llamo la mujer del teléfono.
—Solo Andra, por favor.
—Está bien, señorita. Le hablamos de la compañía Belle Zone por el puesto de secretaria.
De un salto la morocha se levanta de aquella cama y camina en círculos mordiendo sus uñas por los nervios que la recorren.
—¿Sí? —musita.
—Sí, usted consiguió el puesto. Felicitaciones. Nos preguntábamos si esta lista para trabajar desde este momento.
—¡Por supuesto! —asiente emocionada a pesar que no puedan verla— Estaré allí pronto.
La puerta de la habitación se abre dejando entrever a un joven adormilado.
—¿Qué sucede? —pregunta con voz ronca— ¿Por qué tanto ruido?
Andra coloca su dedo en su boca en señal de que guarde silencio a lo que el joven frunce el entrecejo en señal de confusión.
—No entien... —una mano tapando su boca lo interrumpe.
—Muy bien, aquí la esperamos. Tenga buen día.
—Gracias por la oportunidad. Usted también tenga un excelente día.
Termina la llamada con una gran sonrisa en su rostro y retira la mano de la boca del pequeño niño. «Lo conseguiste Andra, lo hiciste.» se felicita.
Las lágrimas se deslizan por su mejilla alarmando al joven que la mira aún en el marco de la puerta. Antes de que el menor pudiera preguntar sobre su estado, Andra se abalanza sobre el pequeño rodeándolo con sus brazos en un fuerte abrazo.
—¿Estas bien? —cuestiona el menor con preocupación.
La mayor sostiene su rostro con ternura y lo mira aún con las lágrimas corriendo por sus mejillas.
—Estoy bien, —asiente Andra— estoy muy bien, Reece.
—¿Y entonces por qué lloras? —el joven dirige sus pequeñas manos al rostro de la mayor, limpiando con delicadeza sus mejillas.
—Solo estoy feliz. —le dedica una gran sonrisa a su hermanito.
Retira sus manos del rostro del menor, toma su mano dirigiéndolo a la cama en donde anteriormente yacía desparramada y lo sienta con delicadeza en el acolchado.
—¿Recuerdas que he estado buscando trabajo?
—Por eso llegas tarde a casa. —contesta el menor.
—Bueno, sucede que... —toma una pausa— ¡Conseguí el empleo!
—¿¡En serio!?
Recibiendo un asentimiento de parte de la mayor, Reece se abalanza sobre la mayor envolviéndola en sus brazos con emoción a la vez que da besos por todo su rostro mientras Andra ríe feliz y devuelve su abrazo con cariño.
—¿Rhys lo sabe? —inquiere el menor aún apretujándola.
—No, aún no. Tu eres el primero.
Al escuchar la respuesta Reece da un salto fuera de la cama y sale corriendo de la habitación gritando el nombre de su gemelo con efusividad.
Feliz de haber conseguido el empleo luego de muchos meses presentándose a múltiples entrevistas y estirando sus extremidades Andra se dirige a la otra cama de la habitación, dispuesta a despertar y revisar la salud de su señora madre. Una vez allí, sacude levemente el cuerpo reposado en el acolchado mientras musita su nombre tratando de no asustarla y rezando en su interior que esta vez su madre este en sus cabales.
—¿Andra?
Suelta un quejido su madre mientras abre lentamente sus ojos tratando de acostumbrarse a la iluminada habitación.
—Mamá, es hora de levantarse. —comenta tomándola por los brazos y levantándola de tal forma que quede sentada en el acolchado.